viernes, 18 de marzo de 2011

Amor de papá un amor necesario

Nuestros hijos necesitan ser amados, es vital para ellos, esto les da confianza en sí mismos y en la vida, les enseña a quererse y a querer, pero este amor debe ser altruista y desinteresado; no exclusivo ni alienante.

Querer a nuestros hijos

No es necesariamente hacerles regalitos para que crean que los queremos, para que nos quieran, o para que nos dejen en paz. Querer a nuestros hijos es querer que se desarrollen en armonía y sean felices más allá de sí mismos, de nuestras propias necesidades individuales, aunque esto pueda hacernos sufrir.

El amor excesivo puede transformarse en una trampa que encierra al otro y le impide desarrollarse (crecer). Lo propio de nuestros hijos es que un día nos abandonen para que puedan vivir sus vidas. Si la idea de perderlos nos hace sufrir es sólo porque nuestro amor es egoísta: los queremos para nosotros, para que nos hagan felices y no para que ellos sean felices. Es posible que los perdamos de vista. No podemos dárselo todo. Un día necesitarán un hombre o una mujer, crear un hogar y tener hijos y eso no podemos ofrecérselo; no está a nuestro alcance.

La ley

La ley es necesaria: fija las normas de conducta social, los límites y las sanciones, nos guía y protege, incluso de nosotros mismos, limitando nuestros instintos naturales.

La autoridad es necesaria: la ley, una vez discutida por los legisladores y aprobada, necesita ser aplicada. Si no, perdería todo su sentido. De la misma manera que en un país civilizado hay jueces, abogados y policía que se ocupan de hacer aplicar la ley, en una familia el padre representa la ley, y son tanto el padre como la madre los que la respetan y aplican a ellos mismos y a los demás miembros de la familia.

La ley se discute: concierne al padre y a la madre, son ellos los que deben ponerse de acuerdo sobre la ley, "las normas y reglamentos familiares", que, por supuesto, no pueden excluir las normas sociales, a las que deben someterse.

La autoridad paterna

Un padre tiene que tener claro que es él mismo el que debe encarnar la ley y ejercer la autoridad, si no, ¿quién debe hacerlo en su lugar? La autoridad es del orden de la convicción personal, la autoridad sólo funciona cuando uno está convencido de poseerla y con la obligación de ejercerla.

La autoridad no se discute: una vez el padre y la madre se han puesto de acuerdo, no hay ninguna razón para poner en duda la autoridad, incluso en ausencia del padre o de la madre; cualquier discusión sobre la autoridad significa que ésta es discutible, poco fiable o nula; hay falta de acuerdo; un juez no discute la ley, la aplica.

Autoritarismo

La autoridad se convierte en autoritarismo cuando ésta "enferma" por falta de coherencia, cuando un día se otorgan libertades y al otro se prohíben.

El autoritarismo puede ser eficaz, pero tiene inconvenientes, el mayor es una deriva hacia la violencia, la injusticia o la falta de coherencia.

Los malos ejemplos: insultar o poner en duda la autoridad de profesores o agentes del orden, no respetar la ley, es incitar a nuestros hijos a tomar ejemplo a descalificar nuestra propia autoridad. No habrá que extrañarse si luego se permiten tratar a la autoridad que representamos como nos han visto hacerlo con los demás.

Más allá de nuestros deseos, lo que transmitimos a nuestros hijos son nuestros valores, ya sean positivos o negativos.

Ejemplos

Si un padre da un alto valor a la cultura, transmitirá a sus hijos "la cultura es un bien" (gran valor), esto no quiere decir que nuestros hijos van a estudiar. Lo que transmitimos es el valor que damos a la cultura. Si nos ven interesarnos, cultivarnos, documentarnos, con placer, estarán tentados de querer hacer lo mismo, "aprender es un placer y es importante".

En este sentido los padres que no se interesan por los estudios de sus hijos, les quitan valor, no porque no los consideren importantes, sino porque no lo son bastante como para que se interesen en ellos.

De la misma manera los padres que se obsesionan, castigan y amenazan a sus hijos para que estudien, hacen entrar a sus hijos en una relación dolorosa con la enseñanza ("aprender es sufrir"). No hay que extrañarse que huyan de los libros o que, si no lo hacen, estudien angustiados.

Imagen paternal

La imagen de padre o de madre que transmitimos a nuestros hijos, depende en gran medida de la imagen que cada cónyuge tiene del otro. Si el marido ama y admira a su esposa, la hija intentará imitar a la madre para ser amada como ella; el hijo imitará al padre del que aprende. Amar a una mujer es placentero. De la misma manera la madre transmite a su hija que amar a un hombre es placentero. Y el hijo imita a su padre para ser amado. Esto es fundamental para la formación de la personalidad de nuestros hijos.

Si los padres no se aman entre ellos, los hijos no se aman a sí mismos: mamá no quiere a papá, ser un hombre no es bueno. O papá no quiere a mamá, ser una mujer no es interesante.

Los padres no deberían olvidar nunca que sus hijos no vienen al mundo para realizar sus deseos, porque esto les obligaría a renunciar a su propia existencia y a su libertad.

Desear que nuestros hijos logren lo que nosotros no hemos sido capaces de conseguir es legítimo, pero imponérselo es condenarlos; no hay que olvidar que al mismo tiempo les transmitimos nuestra incapacidad para conseguirlo.

Ser felices es el mejor regalo que podemos hacer a nuestros hijos.

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