viernes, 20 de mayo de 2011

Si tu hijo se va, atiza las cenizas del romance

Más que un problema, es una oportunidad de afianzar la relación con tu pareja. No dejes que la llama se apague

“Sólo cuando Carlitos se fue a Estados Unidos comprendí que me había alejado demasiado de mi esposo, casi éramos desconocidos. Entonces, cuando nos quedamos solos, empecé a descubrirle defectos que no había visto antes y que habían estado siempre. Ahora tengo la impresión de que él se aleja cada día más de mí. No quiero que se aleje, porque me siento más sola que nunca”, comenta Amanda, de 49 años.

El síndrome del nido vacío es una etapa evolutiva por la que atraviesan las parejas y se presenta cuando los hijos dejan el hogar para independizarse, se van a vivir solos, cambian de país por una beca de estudios o se casan y empiezan a encaminar su propia vida. Más que como una pérdida, debería considerarse este tiempo como una etapa en que la pareja tiene la oportunidad de reencontrarse. Basta recordar lo difícil que era hallar un espacio para la intimidad cuando los niños todavía eran pequeños.

El psicólogo Carlos Velásquez señala que esta situación en general es vivida por los padres con angustia porque ven que ya no son tan necesarios como antes y esto genera sentimientos de inutilidad. Pasa sobre todo en la madre, ya que por lo general su proyecto de vida gira en torno a sus hijos. “La familia está acostumbrada a que el nido esté lleno y cuando una de las partes se va, los que quedan sienten mucho dolor por esa pérdida”, explica el psicólogo.
Los sentimientos de tristeza son normales y deben entenderse como un proceso de duelo, por lo que es difícil aventurarse a decir cuánto tiempo pueden durar sus efectos.

Lo que sí se puede hacer es curarse en sano. Se debe tratar de no ser tan dependientes de los chicos para que cuando toque construir nuevos proyectos personales, no sea algo tan difícil. Ni bien los chicos estén creciendo, los padres deben buscar otros espacios de encuentro entre ellos: instaurar un día para ir al cine o el teatro, salir a comer al campo los fines de semana. También resulta útil cambiar el uso de los espacios en casa. “Por ejemplo, darle otra utilidad al que fue el dormitorio del hijo cuando vivía con ellos”, aconseja Velásquez.

La psicóloga Silvia Bráñez señala que los progenitores deben recordar que nunca dejarán de ser el padre o la madre de su hijo. Simplemente su rol ya no será el mismo porque su vástago tampoco es el mismo. Con el tiempo fue creciendo y ya no es más ese niño ni adolescente que dependía de ellos.

Redescubre a tu pareja

Es fundamental valorar la oportunidad en una situación de estas características. Quizás sea hora de redescubrir o redefinir la pareja. “Hay quienes afirman que el síndrome de nido vacío sólo es vivido con tristeza cuando el matrimonio tiene poco que compartir”, menciona la web www.enplenitud.com.

Si se toma la satisfacción marital como una variable, vemos que crece al principio de la unión, baja fuertemente con el nacimiento de los niños, aumenta cuando ellos crecen, vuelve a sumergirse cuando atraviesan la adolescencia y, en los matrimonios felices, se estabiliza cuando los hijos dejan el hogar.

“Uno de mis hijos se fue a vivir a España para mejorar su vida y el otro se casó hace tres meses. Al principio mi esposo y yo no teníamos de qué hablar”, declara Mirtha (42). Ahora las cosas han cambiado para ella, pues en pareja ha buscado a algunos amigos y vuelto a integrar el grupo que tenía cuando recién se había casado.

La psicóloga Bráñez señala que pudo ocurrir que el matrimonio sufriese un deterioro, con el paso de los años y las dificultades atravesadas. Y ahora (al estar nuevamente solos) es una oportunidad para enmendar viejos errores.

El rol de los hijos

El hijo que se va y observa la carencia que sienten sus padres ante su ausencia, debe iniciar una nueva rutina. “Por ejemplo, llamar a sus padres por teléfono cada día; si vive en la misma ciudad, visitarlos al menos una o dos veces por semana y aprovechar ese momento de interacción para contarles lo bien que le está yendo y lo bueno que ha sido que lo hayan educado de esa manera y que haya podido crecer”, aconseja Velásquez.

Estas llamadas harán que los papás se sientan felices porque lo que les cuenten sus hijos serán experiencias buenas y malas que los ayudarán a crecer de manera independiente.

Velásquez asegura que si las relaciones no se cuidan y dejan de desarrollarse como es debido, terminan muriendo. Es muy posible que el apasionado romance juvenil haya dado paso a una relación más madura. Empero, donde hubo fuego, quedan cenizas que pueden propiciar una segunda luna de miel.

Análisis

Es común que muchas parejas, cuando ya se fueron los hijos, recién empiecen a darse cuenta de los problemas que tienen. Es saludable el conversar, pero sin culpar a nadie.

Proyectos

Luego del análisis es bueno planificar en pareja lo que no se ha podido concretar cuando se vivía con los hijos: hacer viajes, tomar cursos de cocina o practicar un deporte.

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