jueves, 22 de marzo de 2012

Jugando a ser mayor…

El otro día me crucé con una niña que vestía un jean muy moderno (“de grande”, como ella explicaba) y que llevaba una carterita que custodiaba su brillo de labios. Es lindo ver a niñas coquetas y que contemplen los estuches de maquillajes de sus madres y que te rueguen que les pintes los labios… al final, esa es la magia del mundo femenino.

Sin embargo, cuando la cosa va más allá, puede ser algo perturbarte. Esta es la historia de Thylane Loubry Blondeau. Bueno, esta niña de 10 años se convirtió en una sensación (y desató un debate controversial) por ser modelo… no de ropa de niñas, pero de mujeres adultas.

Con una mirada seductora, vestido rojo, tacones Louboutin, profusamente maquillada y adornada con diamantes posó para las páginas de la Vogue Francesa. Las fotos de la pequeña parisina (que por cierto es divina) dieron las vueltas al mundo, y todas las niñas querían ser Thylane. Pero Blondeau no es la primera “mini modelo”.

En 2007 una Dakota Fanning de 13 años posó en la controversial campaña de Marc Jacobs, y a los 14 años Hailee Steinfeld, estrella de True Grit, fue el rostro de la campaña de otoño 2011 de Miu Miu. La pregunta es, ¿puede una niña de 14 años vender prendas de diseñador a mujeres mayores?

Aparentemente si, pues Marc Jacobs contrató a la hermana menor de Dakota Fanning, Elle Fanning de 13 años, como el rostro de su campaña otoño 2011. En estas fotos, las niñas lucen como mujeres adultas (desde la vestimenta y postura al contenido emocional de las imágenes), dando el mensaje que niñas pueden ser vestidas (y vistas) como mujeres jóvenes adultas.

¿No les parece absurdo? La apariencia, la vestimenta, el comportamiento social y la sexualización llevan a que niñas de ocho y diez años, por ejemplo, vean la apariencia y el atractivo sexual como valores clave, y cada vez niñas más pequeñas se preocupan sobre su apariencia, lo que está relacionado a la baja autoestima y desórdenes alimenticios.

La anorexia, que se creía que afectaba sólo a adolescentes, ahora es cosa de niñas. Y eso es lo que descubrí y quisiera compartir con ustedes en esta edición, pues como madre es fundamental reconocer un desorden de la alimentación en nuestras pequeñas hijas.

La pregunta que se mantiene, y les hago, es, ¿son ellas las que quieren verse y vestirse como “mayores”; o somos nosotras las que tergiversamos la búsqueda de la “juventud”?

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