lunes, 7 de mayo de 2012

Las Madres y el otoño

Mayo es el mes de las madres en casi todo el mundo
Divinos misterios trae el otoño, que derrama las hojas en tonos naranjas y amarillentos precediendo los días de mayo.

Mayo es el mes de las madres; pues, la mayoría de los países del mundo festejan el día de la madre en mayo.

Empero, las primeras celebraciones del Día de las Madres se remontan a la Antigua Grecia donde se le rendían honores a Rea, la madre de los dioses Zeus, Poseidón y Hades.

Por su parte, los romanos llamaron a esta celebración Hilaria, cuando la adquirieron de los griegos. Celebraban el 15 de marzo en el templo de Cibeles y durante tres días realizaban ofrendas.

Ya los católicos, transformaron las celebraciones romanas en celebraciones para honrar a la Virgen María, la madre de Jesús. En el santoral católico el 8 de diciembre se celebra la fiesta de la Inmaculada Concepción, fecha que los panameños adoptaron para la celebración del Día de la Madre.

En Inglaterra, aproximadamente el siglo XVII, tenía lugar un acontecimiento similar, también relacionado con la Virgen María, que se denominaba Domingo de las Madres. Los niños concurrían a misa y regresaban a sus hogares con regalos para sus madres. Asimismo, como muchas personas trabajaban para gente acaudalada y no tenían la oportunidad de estar en sus hogares, ese Domingo se les otorgaba el día libre para visitar a sus familias.

Así, llegó a nuestro mundo contemporáneo la tradición de la conmemoración del día de la madre; en la mayoría de los países se eligió el mes de mayo para festejarla; precisamente mayo, que en Sudamérica es un mes de otoño.

Las madres son mujeres que engendraron otro ser y se dedicaron a vivir por él, por opción y por aceptación de un mandato social muy fuerte, que la induce a anular su propia existencia en beneficio del hijo. Entonces las madres se tornan mujeres excepcionales, que luchan con alma, vida y corazón por el bienestar de sus hijos. Las madres asumen la abnegación como un motor que puede impulsarlas al infinito, por la vida o libertad de un hijo.

Quizás, porque el otoño trae consigo la nostalgia y una tristeza discreta que quisiera llorar, pero, el viento suave de mayo no permite secando lágrimas, es que se escogió mayo para conmemorar a las madres.

Muchos hablan de las madres con su infinito amor por el retoño que llevan en el vientre o en los brazos; otros recuerdan a las madres como trabajadoras multidisciplinarias en la atención de sus hijos y siempre recalcan su amor incondicional por el hijo, que aún viejo es pequeñito ante los ojos de la madre.

Pero, hoy es un día de otoño… y mi alma andariega anda quieta, medio triste, un tanto melancólica; quizás, por eso, en este mayo, yo quiero recordar, a manera de homenaje, a las madres que viven el infortunio de tener a un hijo enfermo, o sufren porque vieron a su hijo partir al otro mundo, silentes como el árbol que se desoja.

Pues, los vientos otoñales traen consigo recuerdos dolorosos de los hijos que alzaron el vuelo a los brazos de Dios, de los hijos que ya no están.

Ser madre del hijo que partió es orar, orar y orar para que los años pasen de prisa, la vida se consuma antes y el reencuentro en la eternidad sea sellado por un abrazo de amor. Es sufrir cada otoño con las hojas de diferentes matices, que se desprenden de los árboles.

El otoño es nostálgico por sí mismo, pero, en el mes de mayo invita a llorar por aquellos que solo son recuerdo, ahora. Como el hijo que partió sin previo aviso, en un accidente, en un día cualquiera, sin dar tiempo para el hijo decir te quiero o para la madre decir que se cuide, que la espere, que no lo olvidará…

La luna llena de otoño, es tan fría como el miedo que se apodera de las tristes madres de los niños desaparecidos o de los hijos que fueron a la guerra…

Madres hay tantas, como las heroínas de la plaza de Mayo que envejecieron sin encontrar justicia por sus hijos muertos, torturados y desaparecidos. Las madres, como las de la Plaza de Mayo, sólo encuentran paz cuando el hijo hecho luz viene a recogerlas, para llevárselas a su lado.

En las noches el otoño ladra en las calles, mientras las madres cuidan a sus niños enfermos o vegetativos. La desilusión e impotencia que sienten esas madres que no pueden ver a su niño moverse o hablar… ese sufrimiento es tanto que no hay parámetro de comparación. Pero, esas madres como robles, siguen adelante como ángeles destinados a traer el paraíso a la Tierra, mientras padecen en silencio.

La lluvia en las mañanas de otoño, lava el alma de las madres tristes y deja la corta esperanza de que todo estará bien.

Las madres sin sus hijos, son como María madre de Dios, que contempló la pasión de Cristo desmayo de dolor en el alma y cuando despertó fue pregonar el evangelio de su hijo al mundo.

Las madres son las que mantienen viva la memoria de los hijos como sirios encendidos.

Las tardes de mayo, con sus tonos grises amarillentos, son tristes como el alma de las madres que enterraron a sus hijos.

El crepúsculo en otoño sigue un camino tan eterno como el amor de una madre.

Divinos misterios trae el otoño, que derrama las hojas en tonos naranjas y amarillentos cubriendo las tumbas en mayo.

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