sábado, 23 de febrero de 2013

¿Estoy malcriando a mi hijo?

Mantener malas formas, criticar al niño continuamente, lanzarle mensajes negativos y no ponerle límites, estar en desacuerdo sobre las normas de conducta, dar rienda suelta al mal carácter… Son algunos de los fallos de los padres, que según el sicólogo y psicopedagogo Bernabé Tierno, “si se cumplen sistemáticamente aseguran una segura mala crianza infantil, ayudando a que los hijos se conviertan en seres desgraciados, cuya vida será un infierno”.


Tierno, autor de ‘Vivir en familia: El oficio de ser padres’, como educadores, los padres han de “aplicar una serie de recursos que contribuirán a la formación integral de sus hijos, al desarrollo de su afectividad, autoestima o conciencia moral, a fomentar su responsabilidad, autodisciplina y habilidades sociales, y usar adecuadamente el ocio y los medios de comunicación”.


“Aunque abundan las malas hierbas, todavía son más abundantes los malos cultivadores”, señala Tierno (www.bernabetierno.net) en referencia a los padres en un artículo titulado ‘¿Cómo se consigue malcriar a un hijo?”, publicado en la revista especializada ‘Psicología Práctica’.


Con un toque de ironía, “que a veces ayuda a comprender mejor ciertas cosas”, y por ende a evitarlas, este psicólogo enumera algunos de los errores más frecuentes en los que  incurren los padres al educar y sus preocupantes consecuencias, aunque los mayores lo hagan con las mejores intenciones.


“Mantener las malas formas, las palabras groseras, las descalificaciones y la desestabilización emocional, dejará paso al estrés crónico que enfermará a toda la familia y se ha asociado a cuatro de cada cinco enfermedades que nos aquejan. En el niño está asociado a la depresión, los problemas de conducta, la baja autoestima, la inseguridad y la timidez”, explica Tierno.


Si los padres dan rienda suelta a su irritabilidad y mal carácter, “comportándose cómo energúmenos cuando se comuniquen con su hijo y los demás, convertirán al niño en un ser completamente visceral, primario y problemático”, vaticina este experto.


Además, según el psicólogo, “lo que de verdad hace mella en el niño es la crítica diaria, esa que evalúa de continuo su conducta, etiquetándole de incapaz, insoportable o malvado. Esta cotidiana actitud negativa y estricta, hará estragos en su mente y sistema emocional. Llegará a formarse una imagen tan desastrosa de si mismo que se creerá incapaz de hacer cosas dignas de elogio”.


Si se mantiene esta cotidianeidad negativa, “seguro que se despertará en el niño el sentimiento de incompetencia, de no tener solución, de ser un caso perdido. Se habrá conseguido formar un ser autodestructivo, agresivo hacia si mismo y/o los demás, con depresión, angustia y rabia”, apunta Tierno.


Cuando los padres no se ponen de acuerdo en las normas de conducta que debe seguir su hijo, “cambiando de actitud y de humor según les venga en gana o sople el viento, el niño no sabrá a qué atenerse ni cuándo se porta bien o mal, ni cuando merece premio o castigo”, añade el psicopedagogo.


Los  riesgos de no poner límites


Por otra parte, “si lo que se busca es que crezca sin voluntad ni autodisciplina y sea un eterno inmaduro, lo mejor es consentirle todo, dejar que haga siempre su capricho, que de órdenes a sus padres y se salga siempre con la suya. Así se convertirá en un pequeño tirano, que no interiorizará ningún límite que regule sus estados emocionales”, explica el autor de ‘Vivir en familia’.


No darle al niño la oportunidad de sentirse valioso y orgulloso de si mismo, para que se sienta útil y tenga criterio propio, ni valorar nada de lo que haga o pensar que no tendrá éxito en lo que se proponga, es otro de los errores de la educación mal realizada y, que según


Tierno, más caros se pagan porque el hijo “se sentirá inseguro e incompetente” y “desesperará de sí mismo y de todo”. 
La psicóloga María Jesús Álava Reyes ha enumerado otros errores que cometen y deben evitar los padres, como intentar ser “colegas” de sus hijos, tratar de “comprarlos” haciéndose los buenos o poniéndose siempre de su parte, así como protegerlos en exceso, favorecer el consumismo o educarles en el resentimiento, la intolerancia, la falta de generosidad y valores.


Para Álava Reyes, autora de ‘El NO también ayuda a crecer’, “los niños necesitan amor, dedicación, tiempo, paciencia, seguridad y nuestro objetivo debe ser proporcionárselo”.


Así, “favoreceremos su desarrollo dándoles lo que necesitan, señalándoles los aspectos clave en cada una de las etapas, con orientaciones claras y precisas”, señala la experta (www.mariajesusalavareyes.com).


Además de por su amplia experiencia clínica, las apreciaciones de Tierno y Álava Reyes se ven avaladas, entre otras investigaciones, por un reciente estudio estadounidense publicado en la revista ‘Journal of Abnormal Child Psychology’, según el cual el estilo de educación afecta de forma directa a la salud mental infantil.


El estudio de tres años de duración, y en el que participaron 214 niños con una edad promedio de nueve años al comenzar la investigación, así como sus respectivas madres, ha revelado que, si el estilo de crianza se adapta a la personalidad de cada niño puede reducirse considerablemente el riesgo de que el pequeño sufra síntomas de depresión y ansiedad.


“Tomamos en cuenta las características que hacen a los niños vulnerables a la ansiedad y la depresión, y las maneras en que éstos reaccionan a los distintos métodos educativos”, ha explicado Cara Kiff,  directora del estudio y residente en Psicología, de  la Universidad de Washington.


Ayudar sin controlar en exceso


“El instinto de los padres es ayudar y respaldar a sus hijos, pero no siempre está claro cómo hacerlo de la mejor forma. Esta investigación muestra que la educación es un equilibrio entre intervenir o no con guía, respaldo y estructura, según las pistas que proveen los niños”, ha apuntado Liliana Lengua, coautora del trabajo y profesora de psicología de la UW.


En el Estudio de la UW, aquellos niños que eran más capaces de controlar sus emociones y conducta eran más propensos a estar ansiosos o deprimidos si tenían un padre muy controlador. En cambio a esos mismos pequeños les iba mejor emocionalmente cuando sus madres les concedían algo de autonomía.


De estos resultados se desprende  que “en las situaciones difíciles, los padres deben estar disponibles para ayudar, pero no para hacerse con el control, y han de ayudar a sus hijos a navegar los desafíos por sí mismos”, ha agregado Liliana Lengua.


Por otra parte, los niños preescolares son más empáticos, compasivos y cooperativos, si han recibido cariño en forma de contacto físico frecuente, han sido amamantados durante bastante tiempo o se les ha animado a que jueguen libremente con otros niños, según recoge la revista digital ‘Tendencias 21’.


Es lo que sugieren tres estudios sobre las prácticas educativas de padres de niños de tres años de edad, dirigidos por la psicóloga Darcia F. Narvaez, de la Universidad de Notre Dame, en Indiana (EE.UU.), según los cuales “la crianza que aplicaban nuestros ancestros lejanos propicia el desarrollo moral de los pequeños”.


Según Narvaez estos resultados demostrarían que “las raíces del funcionamiento moral se forman en los primeros años de vida, y dependen de la calidad afectiva de la familia y del apoyo que reciban los pequeños por parte de su comunidad”.


Sus estudios han descubierto también que existe una relación entre las prácticas educativas comunes en las antiguas sociedades cazadoras-recolectoras, y una mejor salud mental, una mayor empatía y una mayor inteligencia en los niños que las reciben.


Dos características de la enseñanza en los tiempos de nuestros antepasados lejanos son el mantener mucho contacto positivo con los bebés y niños pequeños (tomarlos en brazos, acurrucarlos, abrazarlos, mimarlos), así como responder de forma rápida a las quejas y llantos de los hijos.


Para Narvaez, esta rapidez en la atención evita que el niño se altere y a su cerebro lleguen las sustancias químicas tóxicas que produce el propio organismo en situaciones de estrés.


“La calidez y el cuidado sensible hacia los niños, permiten que sus cerebros estén en calma durante los años en que su personalidad se está formando”, ha afirmado la psicóloga.


LO DIJO: “La calidez y el cuidado sensible hacia los niños, permiten que sus cerebros estén en calma durante los años en que su personalidad se está formando”

Darcia F. Narvaez
Psicóloga de la Universidad de Notre Dame

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