lunes, 18 de marzo de 2013

¡Aburrirse es sano!

DOCTÍSSIMO C. MAILLARD

El aburrimiento no tiene buena fama. Nuestra sociedad frenética parece no querer otorgarle el lugar que se merece, y, sin embargo, es deseable e incluso saludable. Te explicamos por qué.

Apenas tenemos tiempo de aburrirnos. Los horarios sobrecargados de actividades parecen haber borrado “uno de los nuevos tabúes de nuestra sociedad”, afirma Odile Chabrillac, autora de "C´est décidé, je pense à moi" (Decidido, pienso en mí) y cofundadora del portal holístico y alternativo The Di-fferent Magazine.

A menudo incómodo, el aburrimiento apenas se busca, más bien se evita. Estos ratos de inactividad se califican de “rollo” o “pelmazo”, son molestos. Sin embargo, recobrarlos podría hacernos mucho bien.

ABURRIMIENTO SALUDABLE

Pero ¿qué significa aburrirse? “A diferencia de la pereza, en la que podemos deslizarnos con gusto, el aburrimiento es desagradable, desapacible”, detalla Chabrillac.

El aburrimiento es sinónimo de un tiempo que se estira sin saber hasta cuándo; y, lo que es más inquietante, supone la desaparición de nuestros deseos. ¡Y ahí está el problema! “Hemos cogido las riendas de muchos aspectos de nuestra existencia, pero no del aburrimiento”, declara la experta.

Un sentimiento lleno de virtudes

Bajo su apariencia áspera, el aburrimiento está dotado de muchas virtudes. “En primer lugar, aburrirse abre el camino hacia uno mismo, hacia los verdaderos deseos”, afirma Chabrillac.

Ocupados en realizar un sinfín de tareas, absorbidos por tantas demandas externas, hemos perdido ese vínculo preciado con nuestro interior. Este rato “fuera del tiempo” podría convertirse en una auténtica cita con nosotros mismos.

¿Beneficios inmediatos?

El aburrimiento obliga a escapar, a poner límite a los mandatos que nos hemos impuesto y que nos agotan. Pero antes de que eso suceda deben hacerse algunos “deberes”. Primero “hay que aceptar ese no hacer nada, lo que sirve para que el proceso se ponga en marcha”, recomienda la autora.

“Después es posible que se abra un espacio de creación. A condición, claro está, de no plantearlo como un resultado esperado, ya que solo puede surgir desde un vacío, no desde la exigencia permanente”.

¿Cómo aburrirse?

El aburrimiento no se provoca, es algo que se invita. Chabrillac explica que “primero hay que aceptar su posibilidad y luego tener el valor de soltar las muletas de la actividad”.

Sin llegar a buscar la compañía del aburrimiento, podemos intentar, cuando se presenta, no ponerle remedio ¡de manera urgente!

Convocar al aburrimiento requiere estar atentos a los automatismos. “Mira la agenda y marca las actividades de tipo ocupacional. Después, separa lo que es verdaderamente prioritario de lo que sirve para llenar el tiempo. Así podrás liberar un espacio sin buscar llenarlo”, recomienda.

Desenmascarar los frenos inconscientes

Aburrirse no es agradable, seamos francos. Hay muchas posibilidades de que comencemos a “darle al coco”. En cuanto dejamos de actuar nos invaden las reflexiones y los pensamientos negativos, obsesivos…

“Es un obstáculo natural que seguro pasará”, afirma la autora. Lo más importante es no ceder a la tentación de “hacer” para evitar. Hay otros obstáculos que podrán surgir, como los miedos que se esconden detrás de los comportamientos compulsivos. Y, particularmente, el miedo al vacío, sintomático de una sociedad donde llenar –el tiempo, la casa, el estómago, el espíritu– se ha convertido en deporte nacional.

En este sentido, aburrirse supone una verdadera disciplina, un buen modo de pasar del “hacer” y el “tener” al “ser”.

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