domingo, 17 de marzo de 2013

El desafío de surgir al ser estigmatizados por sus padres

Sus pies tienen dificultades al andar, no escucha, no habla y cree que es una carga para sus papás; sin embargo, su discapacidad física y de afecto, no opacan las ansias de superación de Juanito (12), en el Centro de Educación Especial Guadalupano de Punata.

La discapacidad infantil es un tema latente que se encara desde estratos sociales elitistas y populares; por ello, el accionar de cada padre difiere, según su condición.

Por ejemplo, los maestros del Centro Guadalupano de Punata, lidian a diario con el marcado desinterés que los padres demuestran por superar la discapacidad de sus hijos.

¿Qué genera esta falta de motivación?, principalmente los estigmas culturales: “Para un padre es imposible asumir la idea de concebir un hijo discapacitado, porque tiene temor a que su comunidad lo critique”, indica la maestra del Centro Guadalupano, Nancy Núñez.

“Algo malo siempre has debido hacer para que Diosito te castigue con un hijo así”, insinúan los comunarios. Para evitar estos comentarios, los padres buscan soluciones simples, pero peligrosas: encerrar a sus hijos en casa y esconderlos de la sociedad.
TRATO INADECUADO Hace seis años, el Guadalupano vivió un caso singular: Unos papás ocultaban a sus dos hijos discapacitados en su casa, pero luego se dieron cuenta que era momento de llevarlos a un centro especial.

Permanecer en el aula fue un trauma. Cuando la maestra cerró la puerta del curso, los menores empezaron a trepar las paredes y ventanas en un intento de huir del lugar.

La educadora relata que fue difícil controlar la situación porque la desesperación de los niños llegó a tal punto que se autoagredían. “Se golpeaban a sí mismos y no toleraban la clase”.

Ante este caso la maestra no bajó los brazos y adaptó a los menores, pues era necesario que aprendan mínimamente a ser independientes.

Seis años después, la misión está casi alcanzada. “Uno de los niños es Juanito, hoy enfrenta su deficiencia auditiva con bastante inteligencia”, dice Núñez. Lo negativo de su situación es que no recibe apoyo de sus padres.
Calvario para llegar al Centro
El Centro de Educación Especial Guadalupano de Punata, es el único que atiende a niños discapacitados en el Valle Alto cochabambino, por ello, algunos menores tienen que caminar distancias muy grandes para llegar a la escuela.

Para la mayor parte de los padres, el futuro de sus hijos es incierto, por tal razón, prefieren no gastar más de la cuenta en ellos. Esa actitud genera deserción escolar.

“Los niños piden venir a la escuela, pero sus padres a veces no pueden gastar tiempo ni dinero para traerlos”, indica la psicóloga del Centro Guadalupano, Amanda Pórcel.

Los educadores gestionaron con las alcaldías aledañas para que financien un bus escolar que transporte de ida y vuelta a la escuela, a cada niño.

“Actualmente algunos pequeños llegan a la escuela a través del bus escolar, pero los más aun tienen que caminar”, concluye Pórcel.
Comunicación padre e hijo parece una acción utópica
Algunos padres consideran que hacen un “esfuerzo” llevando a sus niños discapacitados a la escuela, creen que su labor termina ahí.

La evolución de los menores depende en gran manera del respaldo de sus padres, pero -según los maestros- ellos dicen que no tienen tiempo.

“Si se trata de un niño con deficiencias audiológicas, es necesario que los padres aprendan el lenguaje de señas”, asegura la profesora del Centro de Educación Especial Guadalupano, Nancy Núñez.

UN CASO A manera de anécdota, ella recuerda que cierta ocasión regalaron dos poleras a un menor que tenía deficiencias audiológicas y él se las llevó a su casa. Su papá vio las poleras y pensó que su hijo las robó. Hubo reprensión y castigo.

“Entonces el niño le explicó a través de señas que las poleras eran regaladas. El padre no entendió y al día siguiente vino a devolvernos las poleras”, cuenta Núñez.

Los maestros llamaron la atención al padre por no interesarse en aprender para entender lo que su hijo intenta decirle.

“Con esa actitud demostró que no le interesa conocer las preocupaciones o necesidades de su hijo”, concluye Núñez.
Integrarse al sistema educativo regular es el sueño
La finalidad primera del Centro de Educación Escial Guadalupano es generar conductas independientes en los niños y adolescentes discapacitados y el objetivo consecuente es integrarlos al sistema educativo regular.

“Los niños discapacitados sueñan con pasar clases en una escuela regular”, indica la educadora, Nancy Núñez. Sin embargo, no todos están preparados para ese tipo de sistema educativo y eso genera frustración a los padres.

Según Núñez, los padres creen que el proceso de adecuación es inmediato, pero a veces toma más de tres años.

De momento, existen dos adolescentes que se integraron a un colegio de educación regular y están en cuarto de secundaria. Ellos asisten a las clases con una traductora para adaptarlos al sistema.

“Sin un traductor, los adolescentes integrados, no podrían entender la clase, ni comunicarse con los maestros y compañeros”, cuenta Núñez.
Terapia manitos al agua
María Eugenia Salazar | Educadora del nivel inicial
Mi curso está compuesto por niños con discapacidades diversas, algunos tienen autismo, down, deficiencias audiológicas, entre otras, pero todos se complementan en las dinámicas.

Ahora realizaremos una terapia que los relaja de sobremanera y hace que se integren.

Primero los niños ponen sus manitos al agua, luego echo harina y ellos fusionan los ingredientes con sus deditos.

La harina que tengo me la donó mi mamá, lamentablemente no tenemos los suficientes recursos para hacer que estas terapias sean permanentes.

Esta actividad les gusta a todos los menores, pero Diego -que tiene autismo- casi nunca participa porque su discapacidad mental hace que se aisle y sea poco sociable. Sin embargo, de a poco lo integro al grupo.

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