miércoles, 26 de junio de 2013

A los hijos: si mucho les damos, al final, con nada los dejamos



Recién graduado de la universidad, Marcelo ya tiene carro nuevo, no se preocupa por gastos de renta, comida ni servicios, posee ropa de marca y los celulares más sofisticados. Lo tiene todo sin preocupaciones ni exigencias laborales. ¿Cómo es esto posible? Fácil. Tiene al mejor ‘jefe’ del mundo: Un papá que le da todo.
Esta realidad que el filme mexicano Nosotros los nobles muestra de una manera divertida, una problemática tan real y vigente que, de acuerdo con expertos en temas de conducta humana, solo dará una generación de adultos inútiles y débiles.

Razones
"A los hijos no se les está exigiendo nada y por eso es una generación del merecimiento", señala la colombiana Ángela Marulanda, autora y educadora familiar.

La sicóloga cruceña Tania Buzzolaro, que trabaja en el Servicio de Orientación Familiar (SOF), opina que los cambios rápidos y constantes generan inestabilidad y provoca que en cada nueva generación se vaya perdiendo la línea que marca los valores y lo que eran considerados antivalores.

“Sabemos que la sobreprotección, sobre todo económica, desprotege, porque crea sujetos indefensos que cuando tienen que enfrentarse al mundo no pueden, porque sencillamente no fueron preparados para eso. Y entonces… toda la vida dependerán de alguien para sobrevivir”, indica.

Sobre este aspecto, la sicóloga y consejera familiar Claudia Andrea Torres Calvimontes señala que se está imponiendo en Santa Cruz este fenómeno, de padres que le dan todo lo material a sus hijos y no les permiten esforzarse en algo.

"Un factor es que los adultos que vivieron carencias cuando eran chicos o adolescentes, crecieron sufriendo con muchas responsabilidades y dificultades, y ahora que son papás, no quieren que su hijo padezca eso, y su justificación es “que tenga lo que yo nunca tuve".
Ella considera que se está formando una generación muy cómoda de muchachos.

“Viven con pocas carencias y muchas comodidades. No afrontan las consecuencias de sus conductas o sus malas decisiones, están siendo sobreprotegidos, no hay responsabilidades porque quienes dan la cara por sus errores son sus padres. Todo esto hace que el muchacho crezca en un mundo virtual y ficticio", agrega.

Ángela Marulanda, autora del libro De la culpa a la calma, sostiene que “en la actualidad les enseñamos algo muy grave a los hijos: que su función es recibir y la nuestra, como papás, es darles. Les enseñamos a recibir, pero no a dar”, y que ahí radica un gran error.

¿Merecimiento?
Los creadores de la generación del merecimiento, dicen los expertos, son los padres que perdieron de vista los valores en la formación de sus hijos al tratar de evitarles las carencias que ellos sufrieron de niños o jóvenes

Testimonio

Waldomiro Zeballos R.
Chofer

“Señor, yo estoy viviendo esa situación de la que usted me acaba de contar. Cuando yo era chico faltaba la comida, allá en el campo. Le ayudaba a papá en el chaco. Crecí en medio de muchas privaciones. Me vine a la ciudad. De esto hace 22 años. Conseguí empleo en una petrolera, como chofer. A mi hijo nunca le faltó algo como a mí. Siempre le mando dinero. Ya ingresó a la universidad, una privada, porque puedo pagarlo. Pero no le gusta trabajar. Perdí el mando. Sufro cuando le llamo la atención. No sé qué será de su vida en el futuro y no quiero que él sufra”. Esperamos opiniones al respecto

Las reglas se deben dar con mucho cariño y también con ejemplos
“Un factor es que muchos adultos, y yo me incluyo entre ellos, vivimos carencias cuando éramos pequeños, y ahora que soy papá, no quiero que mi hijo sufra, quiero que tenga lo que yo nunca tuve”, dice Jesús Amaya.

Hay que rescatar con urgencia los valores perdidos
Isabel de Justiniano / Gerente de Sal & Luz
Los hijos del merecimiento son resultado de un estilo de paternidad que aunque nazca de buenas intenciones y de amor, carece de visión. Olvidamos que los padres somos los referentes y los impulsadores del tipo de persona que será nuestro hijo(a) en el futuro.
En mi experiencia como mamá, aprendí que un hijo del merecimiento es resultado de padres temerosos o egocéntricos.
Los primeros temen que sus hijos sufran y creen que estos no podrán enfrentar las dificultades o carencias de la vida real. Temen que sus hijos sufran lo que ellos sufrieron. Temen lastimar su autoestima y su espíritu y por lo tanto se hacen cargo de todo, les solucionan y evitan todo, y satisfacen todas sus necesidades al pensamiento.
Los segundos, declaran que “todo lo hago por mi hijo”, pero en realidad no saben que lo hacen por sí mismos. Para no sufrir cuando ellos sufran, para evitar la culpa, o para calmar la voz de la conciencia que a todo padre le reclama priorizar el tiempo y la energía en la formación de sus hijos. Estos quieren disfrutar a sus hijos viéndolos felices ahora.
En ambos casos, este tipo de paternidad le da al hijo (y al padre) satisfacción momentánea, pero a mediano y largo plazo puede dificultar el proceso de adquisición de responsabilidad que debiera ser natural y progresivo en un niño mientras crece.
El deseo tan noble: “no quiero que sufra” o “solo quiero que sea feliz”, a menudo esconde a un padre o madre que no entiende muy bien su rol, (lo cual es común y entendible porque ninguno de nosotros fue a una universidad ni hizo cursos para ser buen padre o madre)

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