domingo, 30 de junio de 2013

Los padres primerizos

“Hoy justamente cumple seis meses”, dijo la joven madre que había llevado a su hijito al centro de salud. Eso de vacunar a los niños según los plazos que dice el médico sólo lo hace una madre primeriza.

Como a mí también me tocó pasar por esa etapa, sé las actitudes ingenuas y hasta ridículas que cometemos los padres primerizos. Empezamos investigando en libros e internet todo lo relacionado al embarazo y al cuidado del lactante, hasta creernos más sabios que la mejor matrona de este lado del hemisferio.

Los primerizos somos también los que más asistimos a los cursos de parto psicoprofiláctico, que es de lo más útil para mostrarnos que el traer al mundo a un bebé no es cosa de otro mundo. Nos preparan física y mentalmente para tener un bebé lo más naturalmente posible. Se enseña a la embarazada, entre otras cosas, a levantarse de la cama sin romperse la espalda y se la capacita para que puje correctamente.

Buscando un nombre

Otra característica de los padres primerizos es perder días enteros buscando, o inventando, el nombre de su primogénito (a). Las razones para elegir tal o cual nombre son tan complicadas que, después de pelear con la pareja, los abuelos y los suegros por la pertinencia de un nombre, se envidia la época en que se los bautizaba de acuerdo con el almanaque Bristol (en mi caso mis padres hubieran tenido que elegir entre Prosdócimo o Melasipo).

Otra etapa dura es la de internación, después de las falsas alarmas. En los hospitales se tienen dos salas de preparto claramente diferenciadas, una para las madres tranquilas, colaboradoras y calladas y otra sala para las madres primerizas (allí destinan a las enfermeras castigadas).

La madre celosa

Una vez nacida la wawa, los padres humanos se convierten en los más celosos y peligrosos de todas las especies animales que tienen crías. A lo mucho permiten que la abuela pueda tener a su nieta un ratito en sus brazos y si esta señora se atreve a dar algún consejo casero, será recriminada duramente por los sabios padres. Eso en las primeras semanas, pues luego estos mismos primerizos terminan llamando al ajayu con las ropas de la wawa, poniendo tijeras debajo de la almohada o practicando otras supersticiones, y es que es mentira que los padres sean autosuficientes en el cuidado de su hijo. Otra cosa es con guitarra.

Una pareja amiga nuestra llevó de emergencia a su hijo neonato al médico porque le dio una especie de miniconvulsiones, que parecían provocadas por una dificultad en la respiración. Tras observar al recién nacido el galeno les dijo, muy serio:

- Señores padres, hasta hoy la ciencia médica no ha encontrado un remedio eficaz al mal que padece su bebé' tiene hipo.

Expediciones

La forma más objetiva, sin embargo, para reconocer a los padres primerizos es observarlos cuando salen a la calle. Van con suficiente equipamiento para que su primogénito sobreviva por lo menos una semana. No importando el clima reinante, la wawa sale con un mameluco que puede soportar el frío del lado oscuro de la luna, con su gorro, su frazadita y su mantilla. Cual si fuera el hijo de un vampiro, no le debe dar ni el mínimo rayo o reflejo de sol (menos un beso en los cachetes).

En un maletín con motivos infantiles y con el colorido respectivo para niño o niña, llevan el termito con agua caliente y otro recipiente con agua fría –una mamadera no puede ser caliente, sino tibia-, para diluir los kilos de leche en polvo que llevan encima.

Por si en su corta visita a un familiar o a un amigo le acomete a la wawa una fiebre fulminante, se equipan no solamente con termómetro, sino con toda una gama de antipiréticos en todas sus presentaciones (no deben faltar los supositorios).

Si a la wawa le duele el estómago también tienen su medicamento a mano. Si se le escalda su potito llevan la cremita respectiva. En esta minifarmacia también pueden encontrar crema para las encías y el respectivo animalito de goma (entre media docena de juguetes y sonajeras) para morder a discreción si le están por salir los dientes.

Los primerizos llevan un pañal por cada kilómetro recorrido o por cada hora de visita. También cargan el aparatoso carrito desarmable o la más discreta y moderna canastita mecedora.

Es que es todo un espectáculo ver salir a los padres primerizos. Yo siempre esbozo una sonrisa al distinguirlos. Una sonrisa de nostalgia y envidia.

Es que es todo un espectáculo ver salir a los padres primerizos. Yo siempre esbozo una sonrisa al distinguirlos. Una sonrisa de nostalgia y envidia.


Marcelo Paredes LastraPatayperro

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