jueves, 1 de agosto de 2013

Los traumas de la primera infancia

Los traumas que reciben los niños en su primera infancia afl oran entre los nueve y once años de edad y suelen perdurar por toda la vida amargando la existencia a la persona que tiene el trauma y a los seres queridos que le rodean.

Ningún argumento lógico cuenta, ninguna charla puede sanar esas heridas profundas porque no están situadas en la mente consciente; están en las profundidades de la mente inconsciente que sólo puede ser abordadas por la regresión de engramas y por la recarga de datos positivos al subconsciente.

La regresión de engramas es una herramienta que parte del lenguaje engrámico y describe al trauma, es decir, a partir de las palabras con que la persona describe su desequilibrio, su malestar, su limitación o su impotencia se van obteniendo archivos sensoriales- punzaditas, jalones, dolores de cabeza, “dolores que caminan”, dolores de rodillas, de caderas o de espalda que no sanan, adormecimientos o visiones que se bloquean o disminuyen y en muchos casos, voces que dan órdenes imperativas u órdenes de cierre.

Las peleas, gritos y reproches que presencia un niño se van grabando en sus dos mentes, en su mente consciente y en su mente subconsciente que entiende los eventos no como hechos lógicos que se puedan entender, sino como amenazas a la supervivencia del niño y genera respuestas que después se las tipifi ca como fobias, miedos, temores, rebeldía o simplemente comportamientos anormales o extraños.

La verdad es que está detrás de todas esas expresiones y radica en la existencia de engramas, palabras y comunicaciones no verbales de mucha intensidad emocional que se pronuncian y emiten cuando el niño está en estado de inconsciencia o semi-inconsciencia como en un estado de resfrío o de fi ebre o subconsciencia por cualquier otro motivo.

Los engramas que recibimos de nuestros progenitores se reactivan muchos años después de que han sido instalados en momentos de inconsciencia sin que los papás puedan darse cuenta del verdadero daño que están ocasionado a sus hijos.

Si no existieran las herramientas de la regresión dianética o de engramas y la recarga de datos positivos al subconsciente, las personas vivirían dramatizando sus engramas por toda su vida y no harían el más mínimo de los cambios que se espera que una persona clara (sin engramas) pueda hacer en su vida de manera voluntaria.

Los engramas son más fuertes que la voluntad y son muy resistentes a la presión voluntaria; éstos no razonan aunque dan la apariencia de ser razonables, son sensaciones dolorosas asociadas a situaciones de la vida o son también palabras pronunciadas por papá, por la mamá o por otras personas que el sujeto toma como órdenes que no puede dejar de cumplir.

En el momento en que estos engramas son evocados o recordados y repasados en una cantidad signifi cativa de veces, pierden su poder de aberrar y la persona recupera gradualmente su racionalidad y su capacidad de mantenerse en estado de salud razonable dejando la condición de “enfermiza” en el pasado.

Así que ya lo sabe, todos tenemos engramas que deberíamos borrar cuando menos una vez en la vida y de esta manera, las sensaciones de fl ojera, de falta de ganas de hacer lo que queremos hacer, los estado de apatía o de adicción o de enfermedades sicosomáticas van desapareciendo con la práctica de un ejercicio mental al cual llamamos regresión.

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