martes, 26 de enero de 2016

Pequeños placeres de la escatología sexual

"El sexo sólo es sucio si se hace bien". Puede que Woody Allen, cuando nos ofreció esta acertada frase, no se refiriese a nuestra pasión por el "caca, culo, pedo, pis", arrastrado desde pequeños y que algunos mantenemos como adultos e, incluso, potenciamos.

Sin embargo, cuando hablamos de sexo sucio podemos hacer referencia no sólo a la lujuria, sino también, a la suciedad dentro de las relaciones sexuales yel placer que pudieran ofrecernos diversas escatologías. Aún estando muy presentes en nuestro día a día, tanto en nuestro imaginario como en diversas rutinas diarias, estas pueden pasarnos desapercibidas y puede que nunca las hayamos asociado con el placer sexual, aunque nos lo produzca.
La erótica del retrete

Una experiencia que pudiera llegar a vivenciarse como orgásmica y que la mayor parte de la humanidad compartirá, sería orinar o defecar tras una larga espera. La exclamación "¡Ay, qué gusto!, tanto pensada como verbalizada, surgiría inexorablemente.

Y no es de extrañar, pues el placer asociado a estas dos prácticas es bastante habitual. Por muchos es conocido el término lluvia dorada o urolagnia, que hace referencia al acto de orinar sobre otra persona, la cual también lo desea, siendo un tipo de fetichismo sexual.

Igualmente, que defecar nos genere placer, no sólo es de agradecer, sino que tiene bastante lógica por las terminaciones nerviosas y movimientos peristálticos que se producen en nuestro intestino. De no ser placentero este acto, muy probablemente, no sobreviviríamos. Este gozo es bien reconocido por los aficionados a la clismafilia u obtención de placer sexual intencionado a través del uso de lavativas y enemas anales.

Estas, y muchas otras prácticas relacionadas con la obtención de placer o deseo por lo sucio, podrían convertirse en patológicas, denominándose misofilias, y podrían necesitar tratamiento psicológico en determinados casos. Según Freud, estas misofilias se podrían interpretar como una fijación o regresión a la fase anal, en torno a los 2 y 4 años, cuando empezamos a obtener placer a través del control de esfínteres y predomina la libido en la zona erógena anal.
Inoportunos placeres sensoriales

Muchos de estos placeres están incorporamos en nuestra vida de manera natural, resultando satisfactorios sin que se vivan con compulsión, obsesión ni perturben el buen funcionamiento de nuestra vida, tanto personal como profesional. Bien es cierto que pueden generar rechazo y vivirse como una falta de respeto por el resto de personas, si se realizan en público. Se viven desde el juego, el autoplacer o, simplemente, como una entretenimiento, tanto de manera consciente como inconscientemente.

Tal es el caso de los hurgadores nasales, que disfrutan intensamente en los atascos, semáforos y transportes públicos. Esta práctica, aunque inapropiada, suele ser muy extendida y placentera, según se afirma y podemos observar. Requiere destreza y puede dar pie a diversos juegos, como el de la bolita de moco entre los dedos índice y pulgar, que es un clásico, o incluso, a la mucofagia o erotismos al comerse las mucosidades. Si los niños disfrutan tanto con ello, no es de extrañar que algunos adultos se nieguen a perder estos placeres tan "exquisitos". Probablemente Freud lo asociaría a la fase oral en este caso.

Estos momentos podríamos llegar a denominarlos meditativos e, incluso, de práctica del 'mindfulness', por su compromiso con el presente y su efecto de desconexión con del resto del mundo.

No podemos olvidarnos en este apartado, del placer de hurgar en las orejas, sacar las bolitas de pelusa del ombligo o recabar pelotillas entre los dedos de los pies. Por cierto, en relación con esto último, resulta que cada vez son más los que confiesan disfrutar chupando pies o prestan sus pies para este cometido. Parece que la podofilia o fetichismo podal nunca ha dejado de estar moda.
Deliciosa suciedad

La misofilia es la atracción sexual y el placer por la ropa sucia. Sin embargo, puede involucrar también otras prácticas fetichistas como la coprofilia, la menstruofilia, la interacción con el barro o con los productos de higiene personal, entre otros. Se definiría, por tanto, como un deseo patológico por lo sucio.

Muchas de estas escatologías sexuales serían denominadas como parafilias, o desviaciones sexuales, como se conocen comúnmente por separarse de la práctica considerada "normal". Sin embargo, sin llegar es este término, las solemos incluir habitualmente en nuestra vida sexual, pudiendo ser muy efectivas para salir de la rutina, sorprender a la pareja o para descubrir nuevos placeres.

Por su parte, la coprofilia o placer experimentado al manipular, tocar u oler los excrementos, se suele vivir de manera natural en la infancia. Muchos bebés juegan alegremente con ellos, los regalan o, por el contrario, no desean que se los quiten por estar apegados a ellos. De nuevo una fijación anal que podría llegar a la vida adulta expresada como comportamiento erótico. En numerosas ocasiones, me han confesado el placer sentido por la sonoridad o la degustación olfativa de una ventosidad, generalmente propia, aunque pudiera ser también ajena.

La coprolalia o hablar de manera sucia u obscena, es muy habitual en las relaciones sexuales. Llevado al extremo, la escatología telefónica podría llegar a ser patológica, existiendo la adicción a las líneas eróticas, por ejemplo. Sin embargo, muchas personas lo practican en sus relaciones sexuales, por diferentes vías, no sólo la telefónica, pudiendo llegar a masturbarse al practicarlo o realizarlo durante las relaciones genitales presencialmente.
Manos arriba, esto es un gustazo

Recuerdo una escena de la película 'Un pez llamado Wanda', en la que uno de sus protagonistas inhalaba dentro de la bota de su pareja de juegos sexuales consiguiendo excitarse más aún.

La salofilia, fetichismo o parafilia en el que la excitación sexual es obtenida al interactuar con desechos salinos del organismo como el sudor, la saliva o el semen, está muy extendida.

El estudio 'Sex and smell', realizado por la investigadora alemana Ingelore Ebberfeld, afirma que el olor de las axilas se encuentra entre los que más excitan a las personas. El olor natural de las personas puede ponernos a mil, recordemos las famosas feromonas, o alejarnos para siempre. Oler o lamer una axila puede resultar delicioso y muy erotizante.

Puede que todo esto le haya generado desagrado aunque quizá a muchas personas les haya hecho reconsiderar la opción de ser un poco menos limpio en algunos aspectos de su sexualidad o prestar más atención y disfrutar más esos pequeños placeres escatológicos cotidianos.

De ser usted una de esas personas, recuerde que "El sexo sólo es sucio si se hace bien".

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