viernes, 13 de mayo de 2016

Apapachar, la complicidad de acariciar el alma

Dicen que “apapachar” es una de las palabras más bonitas que existen y que lo es aún más la acción que simboliza, “acariciar con el alma”. Esta bella palabra proviene del náhuatl “apapachoa” y ya ha dado la vuelta al mundo, sostiene la reconocida psicóloga Raquel Aldana.

Cabe decir que el término nahualt no tiene este significado tan emocional, sino que éste se ha tomado en el proceso de castellanización de la palabra. En realidad apapacho viene de papachoa, un verbo usado para hacer referencia a las acciones de amasar, masajear o sobar con cariño.

Así que a través de las derivaciones ha ido tomando esa connotación de la que hablamos, la de “acariciar con el alma” y dar lugar al desnudo emocional.

Un apapacho es algo más que un abrazo unido a un bonito momento, más bien designa una complicidad, un encuentro emocional, algo que va más allá de un mero contacto cariñoso. Ahora bien, quizás para algunos de nosotros acariciar con el alma tenga este significado pero otros puedan darle más o menos intensidad a su definición.

RELLENARNOS DE EMOCIONES

Podemos seducirnos a través de las palabras y de las caricias más allá del contacto piel con piel, de los

sentidos tradicionales, del renacer sentimental y de la reacción de nuestras emociones. En cuestión de sentimientos hay mucho escrito pero, al fin y al cabo, cada uno tiene que pensar, sentir y validar los suyos.

Somos seres emocionales que piensan a través del lenguaje de las emociones y, por eso, sabemos que tanto abrazar como hacer sentir a los demás nuestro afecto es uno de los mejores regalos que podemos hacer.

Porque sentirse acariciado con el alma es sentir la unión de nuestras emociones. Los problemas desaparecen por segundos, la angustia se deja envolver por el amor y por momentos vinculamos nuestras constelaciones con las del otro.

El baile químico

de nuestras emociones

Lo que llamamos metafóricamente “la unión de dos almas” se convierte en un baile químico a nivel cerebral. Nuestras emociones se combinan sutilmente en forma de dopamina, serotonina, oxitocina y noradrenalina.

Con los abrazos, a través de los que nos vinculamos, encendemos un sinfín de constelaciones afectivas que potencian nuestro bienestar y nos ayudan a retomar el control, poniendo a nuestra disposición un timón y un anclaje que sin duda nos sos- tiene en la vida.

Porque al fin y al cabo de esa caricias depende gran parte de nuestro de-sarrollo socioemocional. Conviene, por lo tanto, anclarse a estas experiencias, mejorar nuestra conciencia y dar amor.

EL DESNUDO EMOCIONAL

El encuentro más íntimo entre dos personas no es el sexual, es el desnudo emocional. Este intercambio solo puede producirse cuando se vence el miedo y logramos darnos a conocer al otro tal y como somos, sin anestesias ni tapujos.

Podemos seducir y ser seducidos a través de nuestras emociones; sin embargo, solemos descuidar esta faceta y menoscabar nuestra capacidad de conectar o sentir a través del auto y del heteroconocimiento. Porque un apapacho comienza con uno mismo, con nuestra capacidad de autoabrazarnos, de utilizar nuestras emociones para seguir creciendo, aprendiendo y evolucionando a la par de nuestras experiencias.

En definitiva, apapachar es desnudar nuestros miedos, nuestras inseguridades y nuestra verdad emocional. Es romper nuestros miedos y entregar calidez y hogar a través de los abrazos. Todo esto, sin duda, merecía una palabra tan bella.

LA PIEL LA TOCA CUALQUIERA

Por su parte, la psicóloga Valeria Sabater sostiene que acariciar el alma es seducir con las palabras para encender emociones insospechadas. El buen artesano del amor sincero sabe que no hay mayor atracción que la de dos mentes que encajan, que se buscan y se descubren más allá de la piel y los sentidos, porque acariciar el alma es renacer en el otro sin dejar de ser uno mismo.

Si lo pensamos bien, suelen ser pocas las veces en que llegamos a experimentar una auténtica unión mental con alguien hasta el punto de que la seducción, pase casi por alto lo físico para deleitarnos con una armonía de gustos, placeres, conocimientos y complicidades que trazan instantes maravillosos imposibles de olvidar.

“Apapachar” es, sin duda, un arte excepcional que todos deberíamos practicar con nuestros seres amados, porque en ella se inscribe el respeto, el reconocimiento y ese amor que trasciende la piel y los sentidos…

El acto de “apapachar”, de acariciar el alma de otra persona, no es un proceso que se origine en el corazón. A pesar de que la imagen del amor siempre queda vinculada de forma tradicional a este órgano, su localización exacta está en el cerebro, ahí donde acontece ese baile químico caótico y fascinante que determina muchas de nuestras sensaciones.

Ahora bien, sabemos que la pasión y el amor en su versión más “eufórica” están regidos por una combinación sutil entre neurotransmisores como la dopamina, la noradrenalina y la serotonina, pero… ¿Qué ocurre cuando lo que sentimos es ante todo una “unión mental”? ¿Esa fascinación que va más allá de la piel o del físico?


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