lunes, 27 de junio de 2016

¡Te quiero… y te odio!



Un estudio dirigido por una profesora de la Universidad Brigham Young (BYU) en Utah (EEUU) muestra que las parejas que viven una relación ambivalente tienen la tensión arterial más alta que aquellas que se apoyan mutuamente. “A veces creemos que los matrimonios son una unión ‘feliz para siempre’, pero contienen dosis variables de positividad y negatividad”, según Wendy Birmingham.

Hay parejas felices y parejas hostiles, pero otras oscilan entre ambos extremos. ¿Cómo funcionan las relaciones afectivas en las que coexiste una alta carga de elementos positivos y negativos? ¿Cuáles son las consecuencias de esta situación y cómo se puede solucionar? Distintas investigaciones, y el sentido común, sugieren que los matrimonios felices son buenos para la salud pero, ¿qué sucede con las parejas cuya vida transcurre oscilando permanentemente entre la felicidad y la enemistad?

Un estudio dirigido por la profesora de Psicología Wendy Birmingham, de la Universidad Brigham Young (BYU) en Provo, Utah (EEUU) encontró que las parejas que viven una relación ambivalente de este tipo, tienen una tensión arterial más alta que aquellas cuyos miembros se apoyan mutuamente.

En este caso, la ambivalencia se refiere a aquellas parejas que mantienen a la vez elevados niveles de elementos positivos y negativos en su relación, en un fenómeno similar a lo que algunos denominan ‘frenemies’ (neologismo inglés traducible como ‘ami-enemigos’) cuando se aplica a las amistades, de acuerdo a la psicóloga de la BYU (https://home.byu.edu/home/).

A veces creemos que los matrimonios son una unión ‘feliz para siempre’, donde todo es felicidad, pero lo cierto es que contienen dosis variables de positividad y negatividad, según Birmingham.

Parejas en ambiente habitual
Para su estudio la investigadora y su equipo encuestaron a una serie de matrimonios sobre cómo percibían su propio comportamiento y el de su pareja, y si percibían su relación como de apoyo o de ambivalencia. Después los dotaron a todos con unos monitores para medir su presión sanguínea a lo largo del día, durante sus actividades cotidianas habituales.

Birmingham y su grupo solo estudiaron las consecuencias de los matrimonios ambivalentes en la salud física, pero detectaron indicios de que los implicados en estas relaciones muestran una menor responsabilidad e intimidad hacia sus cónyuges y les revelan menos lo que sienten, lo que hace que su pareja se sienta menos valorada y cuidada, según esta psicóloga de la BYU.

La ‘buena noticia’ —para Birmingham— consiste en que la ambivalencia no tiene que ser necesariamente permanente, ya que “los matrimonios pueden cambiar su comportamiento si se percatan de esta situación, apoyándose y escuchándose más mutuamente y compartiendo más cosas, para generar más positividad”, asegura.

“Las relaciones de amor-odio pueden inscribirse dentro de las denominadas ‘parejas disfuncionales’, en las que uno de los miembros se comporta de una forma determinada con el otro y, en consecuencia, aumenta la motivación de su pareja para comportarse de idéntica forma”, según la psicóloga María Fuensanta Rodríguez Muñoz, de ISEP Clínic Córdoba (www.isepclinic.es).

Relación disfuncional
¿Qué indicios puede tener una persona, por ejemplo en la etapa de noviazgo, de que está entrando en una relación ambivalente, en la que quizá no le convenga seguir adelante?

“Si observamos desprecio, ironía, sarcasmo o descalificación de parte de alguno de los miembros de la pareja, podemos ir pensando si esa relación debe seguir o no. Es el indicativo de que se puede estar construyendo una pareja disfuncional”, responde a EFE la psicóloga Rodríguez Muñoz.

“Los problemas de comunicación, que llegan a producir situaciones de martirio, humillación, desesperanza, exigencia, agresividad y sarcasmo, son una de las principales dificultades por las que se caracterizan las parejas disfuncionales”, según esta especialista.

Además de afectar la salud física, como muestra la investigación de la BYU, según Rodríguez este tipo de relaciones pueden tener “efectos emocionales y psicológicos en sus integrantes, como producir una baja autoestima o fomentar la creencia de uno de ellos de que va a ‘salvar’ la relación, y la otra persona cambiará gracias al empeño del ‘salvador’”.

“En las relaciones disfuncionales, a veces uno de los miembros de la pareja asume el rol de víctima y se posiciona por debajo del otro, se vuelve dependiente emocional y ‘mendigo de amor’, conformándose por cualquier cosa con tal de sentir un poco de afecto, o sigue en una relación tóxica debido al miedo a estar solo”, de acuerdo a la psicóloga de ISEP Clínic.

Según Rodríguez, muchas de estas relaciones ambivalentes suelen funcionar debido al enganche emocional del ‘hoy discutimos, pero mañana eres la persona que más me quiere’, y explica que “suelen ser parejas muy apasionadas en las que el sexo puede ser un ámbito que mantenga la relación”.

Para quienes están viviendo esta situación y desean salir de círculo amor-odio para conseguir una relación más sana, Rodríguez les recomienda tener presente que “amar no es sufrir, que vivir en pareja no es renunciar a nuestra individualidad y que tenemos que respetarnos y hacernos la vida agradable el uno al otro”.

“A quien esté pasando por una situación de este tipo le diría que acuda a un especialista, quien podrá decidir si se puede hacer terapia de pareja para revertirla o si necesita acudir a un asesor legal”, finaliza.

A quienes mantienen una pareja ambivalente y desean salir del círculo amor-odio, la psicóloga María Fuensanta Rodríguez Muñoz, de ISEP Clínic, les sugiere tener presente que “amar no es sufrir y vivir en pareja no es renunciar a la individualidad, por lo que tenemos que hacernos la vida agradable mutuamente”.

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