lunes, 8 de mayo de 2017

¿Hay una edad ideal para el primer amor?



“Mamá, papá… tengo novio”. Todos los padres saben que escucharán esta frase algún día, y, ellos quisieran, cuanto más tarde mejor. ¿Por qué? Porque implica que los hijos dejaron de ser los niños, que en el reino familiar apareció un “príncipe” o una “princesa”, y que las cosas empezarán a cambiar. Habrá más negativas a los paseos y salidas en familia, habitaciones cerradas, conversaciones a media voz, cuentas de teléfono altas y megas, muchos megas de Internet que se acaban en un tris tras.

Entonces, surgen las preocupaciones. Por un lado, los padres dicen: “Ya no es la misma de antes”, “¿has visto a tu hermano?”. Y a esto último, la hija responde: “No, mamá, dice que salió a la casa de su chica…”.

Niños y niñas de entre 11 y 13 años llegan comentando cada día: “Sergio es el novio de Patricia”, “hoy Tania se hizo novia de Farid”, “en mi curso todos tienen novios”… Y tarde o temprano acaban pensando: ¿Cuándo podré tener chico?

Primer amor

La pregunta del millón que muchos padres asustados comentan con sus amistades en busca de un consejo es: ¿A qué edad pueden experimentar su primer amor nuestros hijos?

“Esta es una pregunta fundamental que nos da la oportunidad de plantear con claridad a los hijos la pregunta de quién es él o ella. Qué quieren, independientemente de lo que sus pares quieran o tengan, o incluso deseen. Es importante buscar un espacio y preguntarle qué significaría para él o ella tener una pareja”, responde inicialmente Gianina Irusta, psicóloga y directora del Centro de Apoyo Pedagógico y Psicológico “Servicios Psicológicos Integrales” (SPI).

En su criterio, esto ayudará al niño o niña a comprender que no se trata de una competencia y que esa decisión —al igual que muchas otras que tomará en su vida— la elige él o ella, y que además cada determinación tiene una consecuencia para la cual debe estar preparado o preparada para asumir.

¿A qué edad…?

“Antes de hacer estas preguntas deberías contestar primero si anteriormente ya hablaste de sexualidad con tus hijos, si creaste un espacio y un tiempo para conversar diariamente de temas de la vida en familia”, previene Irusta.

La experta asegura que de estas respuestas dependerá la tranquilidad de cada padre y madre de familia, y les evitará tener que esperar la llegada de su hija o hijo para empezar un interrogatorio.

El primer paso

Ella sugiere hablar primero del amor de los más pequeños, o sea, del enamoramiento infantil, que sí existe y se entiende como un vínculo afectivo con otra persona, generalmente de su misma edad.

Los niños se pueden enamorar cuando van a la escuela, que es cuando empiezan a socializar. En ese momento ensayan frases como “tengo novia” o “me gusta” alguien de la clase.

La psicóloga explica que estas primeras amistades se encuentran ligadas a un interés común entre los niños. Es decir, están juntos porque uno le deja al otro juguetes, o el niño introvertido se siente igual con otro del mismo carácter, etc.

Durante toda la infancia las emociones de los más chicos a la hora de referirse a los demás estarán caracterizadas por deseos de cercanía a aquellos que les hacen sentir bien.

Un/a niño/a enamorado/a

Algunos autores dicen que el comportamiento de un niño o una niña enamorado/a es igual que el de un adulto; por ejemplo, deja de comer y no se concentra. Hay que recordar que cada niño es único e irrepetible, por lo que su comportamiento tendrá características muy particulares. Y el niño (o niña) tiende a imitar lo que ve a su alrededor: puede hablar de casarse o de tener hijos porque es lo que ve en su entorno.

“Los padres no deben preocuparse al ver a sus hijos enamorados porque es ‘normal’, es un proceso que se puede presentar en cualquier momento de la vida, es parte del ser sexual.

Uno se puede enamorar en la infancia o en la adultez”, reafirma la profesional.

Reprimir a los niños y decirles que no se pueden enamorar o tener novia porque son muy chicos, solo les crea confusión y sentimientos negativos que se arrastran a la adolescencia o por toda la vida. De esta manera se está reprimiendo su desarrollo.

“Enamorarse y vivir ese amor es importante porque se crean vínculos afectivos. Muchas personas crecen creyendo que es malo y después pueden tener serios problemas para relacionarse con los demás”, sostiene Irusta.

No obstante, dice que el noviazgo a tempranas edades, hasta antes de los 11 años, aproximadamente, en realidad no es “noviazgo”, sino la relación de un niño o niña con alguien especial. Se idealiza, es un juego combinado con la fantasía propia de la edad; su nivel de pensamiento se limita a lo que viven, por lo que no tienen participación otros sentidos que den una connotación sexual, como ocurre en edades posteriores.

Momento de hablar de sexo

La psicóloga consultada por ECOS aconseja hablar de manera espontánea a los niños, con terminología correcta, sin cambiarle el nombre a los órganos sexuales.

“Debemos escuchar qué nos preguntan y responderles de una manera concisa. No buscar explicaciones muy largas porque luego se habla más de la cuenta”.

Pubertad

La atracción física y los vínculos afectivos despiertas a partir de la pubertad. “El jovencito todavía no tiene la capacidad para dirigir sus sentimientos por la razón y es muy susceptible a la frustración, a veces muy desproporcionada con la realidad, por lo que en esta etapa el noviazgo implica un riesgo más que una experiencia positiva”, explica Irusta.

En ese sentido, no sabe ni puede manejar la frustración de una ruptura amorosa. Y esto, a veces, deriva en consecuencias imprevisibles.

Cabe recordar que los adolescentes son personas intensas, llevan las emociones y sentimientos a flor de piel; “si expresan que están tristes, es que de veras se sienten así; cuando expresan que están contentos, es que están muy contentos”.

En esa edad se crean las amistades para toda la vida y los amigos de verdad, leales y confidentes, que lo entregan todo; esto forma parte de su crecimiento y camino a la madurez. Pero el noviazgo prematuro corta y obstruye este necesario proceso, con el grave inconveniente de que, al entregarse por completo en lo emocional, tienen mucho que perder.

Secuelas

En la experiencia profesional de esta psicóloga, los noviazgos largos en la adolescencia son los más riesgosos, ya que uno de los dos termina devastado, sintiendo que perdió una parte de su identidad y no sabe cómo recuperarla. Esto debido a que todos los momentos que debieron ser distintos y valiosos en esa etapa fueron con la pareja.

Irusta dice que en esta etapa una ruptura suele implicar una depresión tal que el adolescente puede llegar a sentir un grave y peligroso vacío en sus vidas; y más adelante, cuando llega la edad del verdadero noviazgo, ellos tienen temor y miedo a comprometerse. Quedan afectados por lo que se hizo en la adolescencia y los fantasmas del pasado les alcanza y les impide tomar una decisión seria.

Por ello es importante preguntarse como padres, qué tanto satisfacemos las necesidades psico-afectivas de nuestro hijo o hija adolescente, como el apapacho, sinceridad, confianza; reafirmando la identidad del hijo especialmente la madre y de la hija el padre.

¿Qué hacer?

Según esta psicóloga, es importante que durante las conversaciones que los padres mantienen con sus hijos sobre el enamoramiento les enfaticen que están frente a una relación especial, que esta debe desarrollarse en un marco de respeto y que nada asegura que los noviazgos en general culminen en matrimonio.

“Los expertos dicen que el amor en la adolescencia define para siempre los parámetros sentimentales de las personas. Quiere decir que si a esa edad una persona vive un amor sano, sus relaciones posteriores se vivirán de la misma manera. Sin embargo, si a esa edad una persona experimenta un amor lleno de abusos y peleas, tenderá a repetir esta experiencia durante toda su vida”, enfatiza Irusta.

Ver a la hija o hijo enamorado por primera vez asusta a la mayoría de los padres. Poco tiempo antes, esa hija o hijo solo demostraba afecto por sus familiares, amigos o seres más cercanos. De repente, comenzó a sufrir bruscos cambios de actitud.

Para muchos progenitores es una novedad que el corazón de sus hijos lata por otra persona, y que en cualquier momento pase del amor a la desesperación, demostrando sentimientos que nunca antes había tenido. •

Algunos consejos importantes

Para padres

Enseñar a los hijos la diferencia que existe entre ‘gustar’, ‘querer’ y ‘amar’.

Los hijos e hijas deben saber que el fin del noviazgo significa establecer una relación formal (con fines matrimoniales).

Ayudar a los hijos a no caer en la idealización del novio o la novia, porque así es fácil cegarse, no apreciar ningún defecto e incluso comenzar a tolerar malos tratos.

Hablar con las niñas para que no lleguen a enamorarse al grado de permitir que su “novio” se vuelva el centro de su vida.

Educar a los hijos para que se acepten y sean felices consigo mismos, para que tengan una vida independiente y con diferentes actividades que les llenen; por ejemplo, un deporte.

Los hijos deben sentir que sus padres los aman. Hay que destacar sus valores y todo lo que pueden alcanzar con sus capacidades y virtudes, con los detalles que los hacen únicos.

Crear reglas para establecer cuánto tiempo el hijo o la hija puede pasar con alguien. También cuándo y dónde.

No olvidar que son padres de sus hijos, no sus amigos.

Para hijos e hijas

Cuando las niñas conocen a un chico deben analizar sus defectos y virtudes, la estructura de su familia, cómo trata a su mamá y observar cómo reacciona bajo presión o cuando está enojado.

Las faltas de respeto de un chico hacia una chica o viceversa, no son un juego. Tienen que saber que en una relación constructiva no hay maltrato, manipulación ni celos excesivos.

Tanto chicos como chicas merecen que se les trate con respeto. Deben exigir ese trato de parte de su novio o novia; que le hablen con propiedad, sin insultos o gritos.

Nunca olviden que son mujeres u hombres especiales.

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