Considerando que nuestras relaciones sociales en cualquier entorno son fundamentales para el desarrollo del ser humano, muchas veces existe un deterioro en las mismas, donde las personas evidencian un miedo o ansiedad a diferentes situaciones sociales en las que el individuo se siente analizado, evaluado u observado por los demás por temor a ser juzgado, esta y otras características específicas se explicarán en el presente artículo que estará enfocado en la identificación de síntomas o criterios, que provocan malestar en la persona.
El trastorno de ansiedad social es la inhibición del comportamiento y el miedo a la evaluación negativa. El miedo o la ansiedad son desproporcionados a la amenaza real planteada por la situación social y al contexto sociocultural. Las situaciones sociales casi siempre provocan miedo o ansiedad, por lo tanto, un individuo que se pone ansioso sólo de vez en cuando en situaciones sociales no será diagnosticado con este trastorno.
Sin embargo, el grado y el tipo de miedo y de ansiedad pueden variar en las diferentes ocasiones (ansiedad anticipatoria, crisis de pánico u otros). La ansiedad anticipatoria a veces puede ocurrir mucho antes, al prever situaciones futuras (por ejemplo, preocupación diaria a lo largo de las semanas anteriores a asistir a un evento social, repitiendo el discurso durante los días de antelación). En los niños, el miedo o la ansiedad puede expresarse a través de conductas de llanto, rabietas, inmovilidad, aferramiento, encogimiento e incapacidad de hablar en situaciones sociales.
Para identificar el Trastorno de Ansiedad Social, el miedo, la ansiedad o la evitación que siente la persona es persistente, dura típicamente seis o más meses y deben interferir significativamente con la rutina normal de la persona, la ocupación, el funcionamiento académico, las actividades, las relaciones sociales o debe causar un malestar clínicamente significativo o deterioro en las áreas sociales u ocupacionales.
Los individuos con trastorno de ansiedad social pueden ser inadecuadamente asertivos o excesivamente sumisos, o con menor frecuencia, ejercer un gran control sobre las conversaciones. Pueden mostrar posturas corporales excesivamente rígidas o un contacto ocular inadecuado, hablar con una voz demasiado suave. Pueden ser tímidos o retraídos y pueden ser poco abiertos en las conversaciones o hablar poco acerca de sí mismos. Pueden vivir en la casa familiar durante más tiempo.
El trastorno de ansiedad social se asocia con tasas elevadas de abandono escolar y con alteraciones del bienestar, el empleo, la productividad laboral, el nivel socioeconómico y la calidad de vida. También se asocia con estar solo, soltero o divorciado y con no tener hijos, sobre todo entre los varones. En las personas mayores puede observarse el deterioro en las labores de cuidado y en las actividades. El trastorno de ansiedad social también impide las actividades de ocio. No tener empleo es un factor que predice claramente la persistencia del trastorno de ansiedad social.
El trastorno de ansiedad social (fobia social), si bien tiene criterios específicos para diagnosticarlo, muchas veces podemos confundirlos con la timidez normal, agorafobia, pánico, etc., por lo mismo es necesario acudir a un profesional en salud mental, para que pueda ser diagnosticado y realizar la intervención adecuada, antes que continúe deteriorando el entorno (social, laboral, académico, familiar) de la persona que lo padece.
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