domingo, 17 de marzo de 2013

Volver a ser papás

Comienzan de nuevo y sus corazones se derriten ante los pequeños que están rejuveneciendo sus días

Tienen hijos que van a la universidad (o incluso que ya se graduaron) y algunos de ellos son abuelos. Rondando el medio siglo de edad, son padres maduros que han vuelto a las labores de crianza y a desempolvar la experiencia de vida que tuvieron décadas atrás cuando cambiaron su primer pañal o ayudaron a repasar las lecciones del colegio.
Martín Dockweiler, presidente del directorio de la universidad Udabol, se derrite ante la sonrisa y las ocurrencias de Elenita (3) a la que no le toma ni un minuto hacerlo ceder a sus requerimientos. Se nota que es el centro de su vida, aunque aclara que gozó igual con sus dos hijos mayores y que no le ha costado volver a empezar, pues todo se ha dado de forma muy natural desde que se casó en segundas nupcias con Carolina Saucedo.

Con canas en el pelo, la barba y el bigote, el empresario Wálter ‘Piña’ Parejas hace un espléndido dúo con su hija María Victoria (10) fruto de su segunda unión con la chef Inés España, tiene además cinco hijos profesionales y siete nietos; no le da pena decir que en el colegio de Victoria piensan que es su abuelito. Reconoce que en la juventud el padre le da a los hijos pocas horas de atención porque está ocupado buscando un mejor trabajo, una casa, el primer auto... mientras que en la madurez ya se siente realizado y tiene todo el tiempo del mundo para los hijos.

Virgilio Suárez, por su parte, acaba de recibir una distinción por su trayectoria como arquitecto y su orgullo es doble porque teniendo cinco hijos profesionales está viviendo una “reiluminación de su vida”, como él mismo lo reconoce. Es el papá ‘chocho’ de Valentina (3) y hace poco se enteró de que su actual esposa, Elva Costa Leite, le dará otra bebé, que viene en camino.

Ni qué decir del abogado y pastor Osvaldo Ribera, que se casó ya maduro con la estilista Mary Lizzie Ortiz y supo aguardar con paciencia el milagro de la concepción hasta que llegó David (8), cuando la mayoría de sus amigos ya eran abuelos. Asegura que “la fábrica no está cerrada” y que le gustaría tener otro hijo o hija. Siente que se convirtió en padre en la mejor época, con la serenidad y la experiencia que dan los años.

La abundante información sobre la paternidad madura da cuenta de que esta va asociada a la estabilidad y serenidad que da la experiencia de los años. La impulsividad y la inmadurez ya están en el pasado.

A su vez, se observa en el papá signos de rejuvenecimiento por la nueva paternidad; el hijo pequeño le da una nueva ilusión basada en la continuidad de su vida y en la sensación de un nuevo comienzo.

Como dice el sicólogo Alejandro Velarde, a una edad madura las ideas están más claras, eso puede favorecer para que se conviertan en mejores padres.

La sicóloga Ruth Parejas considera que estos padres tienen más madurez para enfrentar las situaciones, ven las cosas de una manera más racional. La paternidad los actualiza y los hace ser parte de un proceso de crecimiento, “ellos van aprendiendo los nuevos esquemas de vida a la par de sus hijos en los tiempos actuales”.

Pintando paredes
La pequeña Valentina tiene tres años y el arquitecto Virgilio Suárez (57) invierte en ella toda la paciencia del mundo, la misma que aplica para erigir una obra. Sabe que los cimientos son importantes, por eso aprovecha las últimas horas del día, cuando llega del trabajo, para ir a visitar a las tías del barrio con ella y los fines de semana pasan horas juntos en el Parque Urbano, Cine Center y la plaza principal. “Su llegada fue una agradable sorpresa porque es fruto de una segunda historia. Yo tengo a mis primeros hijos grandes y la existencia de Valentina ha sido prácticamente una ‘reiluminación’ de la vida; después de 20 años he vuelto a sentir la sensación de un papá primerizo”.

Reconoce que cuando se es más joven se valora otras cosas y que ahora está más al tanto de su pequeña hija.

Virgilio es el orgulloso papá de Mónica (jefe legal de un banco), Ruvi (arquitecta), Virgilio Alaín (economista), Óscar Mario (arquitecto), Julio César (arquitecto) y Valentina (3). Esta última compró su corazón cuando la primera palabra que aprendió a decir fue papá. Será por eso que no le dice nada cuando usa las paredes de su cuarto para pintar “No le pongo obstáculos a eso”, recalca para dar a entender que la apoya en todas sus necesidades creativas.

Muñeca de porcelana
Elenita (3) parece una muñeca de porcelana, tiene la piel blanca como la leche, los ojos y el cabello castaños, es una versión pequeña y femenina de Martín Dockweiler, el presidente del directorio de la Udabol. “Su venida fue una sorpresa, nos casamos con Carolina y al año y dos meses llegó. No fue algo planificado, fue una gran bendición”, recuerda a tiempo de confesar que ella es su fuente de paz; verla y tenerla entre sus brazos le borra cualquier problema de la mente.

Cuando no está pensando en sus obligaciones diarias, tiene que ponerse al tanto de los personajes favoritos de Elenita. “Ahora le encantan los dinosaurios, son su tema de conversación del momento, se sabe hasta los nombres más complicados”. Sus hijos del primer matrimonio, Casandra (20) e Ian (17) ya son grandes y volver a los afanes que implica la crianza no fue para él muy dramático, aunque “alguna vez me tuvo en pie hasta las dos de la mañana porque no quería dormir”. Martín sabe que el tiempo pasa tan rápido que no se quiere perder ni un momento de Elenita y está dispuesto a apoyarla en sus decisiones más importantes. “No importa la carrera que estudie, no me veo imponiéndole algo; si le gusta la guitarra, pues bueno, que sea buena guitarrista; va a vivir con esa profesión, por lo tanto debe gustarle lo que hace para tener una vida plena”.

Una paciente espera
Osvaldo Ribera (54) es abogado y también pastor en la iglesia Templo Evangélico Cristiano junto a su esposa Mary Lizzie Ortiz. “Me casé con 45 años y mi esposa con 42. Mis amigos ya son abuelos y me dicen que yo me atrasé (en la paternidad), pero no lo creo así, llegó en su momento. Yo disfruté de toda mi juventud, si vale el término”. Por eso, cuando por fin escuchó la confirmación de que sería papá tuvo ganas de gritar “como Pedro Picapiedra (¡Yabadabaduú!)”, cuenta con los ojos que le brillan de alegría.

“Nos hicimos análisis previos para ver cómo estábamos físicamente. Yo tenía alguna deficiencia para poder procrear, pero como para Dios no hay nada imposible, nos dio ese placer, ese gozo hermoso de tener a nuestro hijo David (8). Fue superdeseado, al punto de que las amistades de mi esposa le recomendaban de todo para que se embarace, yo solo le decía confiemos en Dios, él tiene su tiempo”.

Osvaldo no se arrepiente de ser un padre ‘mayorcito’: “Somos personas más maduras, hemos pasado muchas experiencias en la vida, nos ha tocado ver a amigos exitosos con sus hijos y otros que, tristemente, han fracasado… siempre los observé, retuve lo bueno y deseché lo malo. Sé que no somos padres perfectos, pero de verdad que lo estamos intentando, disfrutando a pleno a nuestro hijo”.

Una de las cosas que gozan juntos es la caminata desde la puerta del colegio hasta el auto parqueado unas cuadras más allá a propósito, para charlar sobre cómo estuvo el día y las últimas novedades en el curso.

También se encarga de llevar a David a sus clases de fútbol y a las de natación y cada fin de semana es una rutina sagrada ir al Parque Autonómico para andar en bicicleta.

La admiración entre padre e hijo es mutua “Me gusta (David) porque es un soñador, tiene planes y no son pequeños, sueña en grande, dice que va a tener una compañía de tecnología a la que ya le ha puesto el nombre: Ribera Ortiz International. No es un niño con mentalidad mediocre, eso lo refleja de su mamá que pasa todos los días pensando en qué hacer de nuevo”.

Una pequeña gran Victoria
“María Victoria (10) fue superplanificada. La hemos esperado durante dos años y tuvimos muchos problemas”, fueron las primeras palabras de Wálter Parejas (66) antes de emocionarse con el resto de su relato. Recordar esos días de dolor y emociones fuertes todavía le pone la piel de gallina. Es un hombre maduro con canas en el pelo que aun puede quebrarse, más si se trata de una extensión de su ser que casi no llegó a nacer.

“Cuando Inés tenía tres meses de embarazo padeció trombosis por lo que el médico le recomendó interrumpir el embarazo. Ella se puso firme y dijo ‘Victoria nace, yo no importo’, todavía me emociono al recordar. Justamente por eso nuestra hija se llama así, porque fue una verdadera Victoria tenerla. Después, con ciertos medicamentos que Inés podía tolerar por estar embarazada, milagrosamente los trombos se desintegraron y pasó el peligro, pero como los remedios que tomaba eran para adelgazar la sangre, a los cinco meses tuvo un hemorragia terrible, la internaron de inmediato, al otro día le hicieron una ecografía y la niña no apareció.

Él médico apagó el ecógrafo y dijo ‘lo siento Inés, perdiste a la bebé, preparen el quirófano, vamos a hacer un raspaje’. Ella le rogó que busque una vez más, que prenda el ecógrafo y yo le pedí que se resignara, que ya no sufriésemos más. Pero el doctor encendió el aparato y sonó el corazón de Victoria. Fue la mejor sensación”.

Lo que vino después fue un proceso de adaptación, de aprender a soltar a la niña de a poco porque por todo lo pasado el matrimonio Parejas-España llegó hasta cerrar su negocio de entonces, Petit Café, para dedicarle alma, vida y corazón a la pequeña Victoria.

Wálter reconoce que se involucra con todo lo que tenga que ver con su ‘zurrapa’. “Todavía pide que solo la arrope yo”, dice con evidente chochera.

Tiene cinco hijos adultos de su anterior matrimonio y siete nietos. Sobre Victoria acepta con orgullo que es como su hija-nieta. “En su colegio piensan que soy su abuelo y ella les aclara ¡no es mi abuelo, es mi papá y tiene 20 años!”.

Sin ningún complejo reflexiona abiertamente que tener un hijo cuando se es mayor es totalmente diferente que tenerlo de joven. “Cuando uno está joven lamentablemente deja el tiempo que sobra para los hijos. Uno está buscando un mejor trabajo, una mejor casa, otra oportunidad, una nueva vida, o el primer auto, entonces llega cansado a la casa después de trabajar y los niños están dormidos. La participación en sus vidas no es muy significativa. No es como yo la estoy teniendo ahora con Victoria. A esta edad soy un hombre realizado, igual Inés, entonces tenemos mucho tiempo para dedicarlo a ella y la hemos disfrutado muchísimo. Yo creo que en la vida todo debería ser al revés, comenzar de viejo y terminar de joven”.

Tan realista es que no planea tener otro hijo, a pesar de que Victoria le pide un hermanito. “Con una hija-nieta me basta, ya con una bisnieta(o) no podría”, dice en tono de broma.

Para cerrar está satisfecho con la vida: “Soy una padre feliz con mis seis hijos y siete nietos”. Brota pecho por Roberto (catedrático de una universidad en EEUU), Carola (chef), Javier (ingeniero industrial), Claudia (sicóloga) y Jaime (ingeniero comercial). Y ni qué decir de su pequeña Victoria de la que disfruta en la quietud de su vida.

No es fácil, pero es lindo
La ecuación matemática sobre qué edad van a tener cuando a sus ‘zurrapos’ les toque ir a la universidad o establecerse en la vida y formar su propia familia no les quita el sueño.

Ya asumieron que nuevamente son papás y están mentalizados para cuidar, orientar, establecer límites y caminar al lado de los pequeños e inquietos retoños que se incorporaron a su vida familiar.

Estas cuatro historias son de padres que se animaron a volver a experimentar aquello que en realidad nunca dejaron de ser: padres.


Aprender de nuevo
La paternidad los actualiza y los hace ser parte de un proceso de crecimiento en los tiempos actuales

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