Dicen que si no es así, uno no se ha enamorado. Pero, ¿es el amor responsable de esta ceguera o hay que estar ciego para enamorarse?
El amor es ciego, pues suele pillarnos desprevenidos, no lo vemos venir y nos hace un juego de magia, llamado seducción, del cual no encontramos el truco y, ¡Zas! Nos ha cazado.
Pero, ¿qué es exactamente lo que nos enamora?¿El físico y la estética, la mente y personalidad, la química, lo percibido por los sentidos, la intuición, el destino?
Y qué mejor que una persona ciega para contarnos cómo nos enamoramos ciegamente. Mi colega Raquel Díaz Illescas, psicóloga, terapeuta sexual y de pareja, diagnosticada con maculopatía juvenil o síndrome de 'stargardt', comenzó a perder visión de manera progresiva a los 14 años, conservando en la actualidad una visión residual del 5%. Comprendí gracias a ella que todos podemos ser ciegos en algún sentido y no captar los signos necesarios para poder enamorarnos y, por otro lado, el amor, nos hace a todos ciegos en diversos aspectos.
El amor nos ciega
Nos genera ceguera selectiva en cuanto a detectar los defectos del ser amado y un sesgo de atención inconsciente, encargado de que no exista nadie, ni nada más, cuando pensamos en nuestro enamorado. Por supuesto, no todo el mundo se enamora exactamente igual ni en el mismo grado y cada persona tiene su idiosincrasia, afortunadamente.
Quien baila en nuestra cabeza de manera incansable y revolotea en nuestro estómago, se apodera de la mayor parte de nuestro tiempo y atención, incluso puede llegar a colarse en nuestros sueños, si tenemos suerte. Pues, la persona enamorada, desea la posesión de ese sujeto idealizado por nuestro sinsentido. Cuanto más intenso es el amor, más consume nuestros recursos. Visto de esta manera, más que romántico, podría verse como un acto vampíricoinconsciente.
Aunque pudiera ser una experiencia deliciosa, algunas personas se niegan a vivenciarla, por suponer una pérdida importante de control sobre sí mismas y sus proyectos programados con anterioridad.
Sin duda, el enamoramiento, nos arranca de nuestra zona de confort sin preaviso. De ahí su grandiosidad, siendo un caramelo de libertad y éxtasis para el paladar de quien decide entregarse a la experiencia y arriesgar. No existe el miedo para el enamorado intrépido.
La química del amor
Nuestro camello cerebral, nos provee de sus más placenteras drogas endógenas. La noradrenalina, nos genera un estado eufórico, excitando nuestro cuerpo y dándonos una dosis de adrenalina natural. Es por esto por lo que enamorarse, podría considerarse deporte de riesgo. La dopamina, generadora de motivación, se divierte haciéndonos adictos al amor y, podría llevarnos a rozar la obsesión, de no ser por su aliada la oxitocina, que nos genera sensaciones de relajación y ayuda a forjar lazos afectivos. La serotonina, neurotransmisor de la felicidad, nos hace sentir que la vida es maravillosa, sobre todo si el enamoramiento es recíproco.
Pero el enamoramiento tiene los días contados. Y menos mal pues, el desgaste que supone, no solo nos hace vulnerables sino poco productivos. Aunque, en ese estado, poco nos importe. Algunos interpretan ese descenso químico como una pérdida del amor y podría provocar el fin de la relación si no se gestionase adecuadamente.
Ligar a ciegas
El enamoramiento, como cualquier afecto, se construye y hacemos todo un protocolo estratégico para ello. Por tanto, sin darnos cuenta, facilitamos que nos podamos enamorar.
Helen Fischer, antropóloga y científica, estudiosa del amor romántico y la atracción interpersonal desde hace más de 30 años, asegura que el cortejo consta de cinco fases:
Llamar la atención: La postura corporal, los gestos, los movimientos, la vestimenta, la ubicación en el lugar y las formas de interacción sirven para dar buena imagen y generar el interés. Podría ser evidente que las personas ciegas no sientan cuando las miran, pero no es así siempre, asegura Raquel: "puedo llegar a notar el brillo en los ojos de una persona enamorada". Cosa que algunos no ciegos puede que no lleguemos a detectar si no miramos a los ojos directamente. "Veo sombras y, mirando los pies, puede ver su movimiento. Alguien que se mueve bien caminando me gusta", afirma.
Reconocimiento: La mirada nos sirve para mostrar interés y corroboramos el del otro. La sonrisa es aliada y suele decir mucho sobre las personas y sus intenciones. "Como nos sucedería a todos, lo que no vemos no existe" comenta Raquel. "Solo si se acercan a mí puedo iniciar el flirteo", por tanto, estas primeras fases del flirteo no le sirven. "Los que no tenemos ceguera total ni tenemos signos evidentes de ceguera, generamos confusión pues pueden sonreírnos de lejos y, al no hacer ni caso, quedamos como antipáticos o pueden pensar que no nos gustan". Está claro que, en este sentido, nos igualan las redes sociales pues les hacen proactivos a ellos, pudiendo también iniciar y elegir. Parece que, las personas despistadas, somos ciegas igual que Raquel. Pero todos podríamos sentir que somos observados. "A mí me da mucha información cómo me miran. Lo noto y si esa mirada me traspasa, lo siento a nivel químico y energético", asegura. Parece que la ceguera nos es una cuestión física sino psicológica o emocional en muchos casos. ¿No cree?
Charla de enamorados: El lenguaje corporal incluye el tono de voz, los gestos faciales, el olor, las posturas corporales, los comportamientos en general y uso del contexto. Este suele ser más relevante que el lenguaje verbal en sí. Raquel asegura que la fantasía es su gran aliada y puede conocer el tamaño y forma del cuerpo de alguien, junto con otras muchas características, utilizando el resto de los sentidos". "Sobre todo aprecio los cuidados, que me ubiquen, por ejemplo, y me digan dónde están los baños en un bar", me apetece que me cuiden pero soy autónoma, no lo necesito, lo deseo, como cualquier otra persona.
Contacto físico: Las señales de intención o mensajes corporales como los roces casuales, el acercamiento gradual y las posturas sensuales nos informan del interés mutuo y si hemos de seguir avanzando. El beso en los labios marca un antes y un después, pues puede confirmar o descartar el interés erótico insinuado por ambas partes. Me encanta cómo Raquel me confiesa sus estrategias provocando el contacto sutil, "con la excusa de que me tengo que agarrar, le toco el brazo y noto si está fuerte" dice alegremente. Vamos, lo que nos encantaría hacer a cualquiera con nuestro objeto de deseo, creo yo. Es su manera de conocer si está de buen ver, pero tocando. Como el resto de la población, "las personas ciegas, también estamos educadas en la cultura de la belleza y nos gusta que sea guapo, atractivo y que tenga un cuerpo estupendo. Eso contribuye al enamoramiento", me comenta.
Sincronía corporal: Los enamorados se sienten a gusto y se sincronizan en sus movimientos. Hasta los corazones entran en sintonía. Adoptan posturas corporales y movimientos en espejo, hechos que son absolutamente inconscientes y constituyen la esencia de la denominada danza del cortejo.
Y así, aprendí que "conocer la ceguera nos abre los ojos", que muchos que miramos, no vemos y viceversa, y que si algún día veo alguien que me llama la atención, le sonrío y no me hace caso, quizá debería arriesgar y acercarme, pues puede que no me vea y me pierdo así enamorarme ciegamente.
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