Aquel día quedó grabado en su corazón con mucho dolor y decepción. Cuando su esposo le confesó que le fue infiel, Rebeca vio caer por la borda los días de felicidad y armonía con que soñaba mantener su hogar el resto de su vida. Los reclamos y las acusaciones fueron inevitables. Las explicaciones de Omar que insistía que solo se trató de una aventura no la convencieron. Con el fin de salvar su matrimonio buscaron terapia de pareja y fueron superando esa crisis. Rebeca decidió dar a Omar una nueva oportunidad.
No sucedió lo mismo con Jesús y María de los Ángeles. En ese caso fue la mujer la que armándose de valor le confesó a su esposo haber tenido una relación íntima con otra persona. Luego de superar una larga confrontación, Jesús decidió perdonarla pero jamás logró olvidar aquella falta y se lo recordaba en cada pelea que tenían. La relación fue deteriorándose más y más; él no pudo soportar el hecho de haber sido engañado y le pidió el divorcio.
Cuando el engaño ya se ha cometido, surge un serio dilema. ¿Hay que contarlo o no? ¿Es mejor callar para no lastimar a la pareja o es preferible decir la verdad y afrontar lo que venga?
Algunos expertos en terapia familiar consideran que si uno está dispuesto a acabar con el engaño y volver con su pareja, es mejor no decir nada para no romper la confianza. Otros especialistas, sin embargo, creen que hay que sincerarse y comprometerse a no volver a fallar nuevamente.
La verdad ante todo
La sicóloga y sicoanalista Paula Benedict recuerda que las infidelidades siempre salen a la luz. El cónyuge engañado, agrega, se enterará de alguna forma y esa espinosa confesión terminará casi siempre en un conflicto.
Ante esa situación, Benedict considera que es mejor que la persona que ha cometido la infidencia se sincere oportunamente una vez haya esclarecido para sí mismo los motivos de su engaño.
Obviamente el riesgo implícito es que la pareja decida una ruptura y la separación en lugar del perdón o la comprensión.
No obstante, en otros casos, uno de los cónyuges puede aceptar someterse y continuar así su relación presionada por circunstancias económicas, por los hijos o por dependencia emocional.
Benedict recuerda que en la cultura occidental latina la infidelidad no es aceptable aunque se practique con una alta incidencia estadística. En ese sentido, dice ningún hombre ni mujer aceptará mansamente la infidelidad.
A veces es prudente callar
Por su parte, la sicóloga y sicoanalista Liliana Zabala considera que, dependiendo de las circunstancias, es prudente callar para no lastimar a la pareja y generar una crisis que pueda derivar incluso en violencia física o sicológica.
“Hay que tener mucho cuidado con lo que decimos porque podemos crear un terremoto familiar que afecte sobre todo a los hijos. Y es que culturalmente no estamos preparados para contar una infidelidad. Me atrevo a decir que de 10 parejas, 2 deciden confesar su engaño. Y generalmente cuando lo descubren lo callan o lo niegan”, señala. En ese sentido, aconseja buscar ayuda sicológica adecuada para encontrar soluciones.
“Hay que tomar en cuenta que una persona que es infiel algo quiere manifestar, tiene algún vacío en su vida”, puntualiza.
No obstante, Zabala cree que conviene confesar el engaño cuando la relación de la pareja casada está muy deteriorada o cuando alguno de los cónyuges está decidido a rehacer su vida con otra persona. “Siendo sincera, la pareja podrá encontrar sentido a lo que está pasando y, si decide perdonar, buscar juntos una solución o si no rehacer sus vidas. Para ello primero debe asegurarse de si la tercera persona está interesada en tener un vínculo serio o si es solo una aventura”, enfatiza.
Cómo afrontar esa confesión
Primero hay que escuchar a la pareja y evaluar la situación tomando en cuenta la historia mutua. “La infidelidad surge muchas veces como fruto de un distanciamiento entre ambos. Además puede ser parte de un estilo de vida, a veces asociado con el alcohol o las drogas o con una ansiedad por obtener placer sin medir consecuencias”, observa Benedict.
Esta analista alerta que el rencor y la violencia nunca aportan una solución; al contrario, pueden desencadenar una tragedia por lo que urge buscar ayuda profesional. “La frustración, y la sensación de haber sido agredido por la infidelidad, a la par que la idea de separación o abandono pueden activar sentimientos encontrados o reacciones depresivas. El apoyo de un experto puede evitar un mayor daño mental y emocional”, asevera Benedict.
Por otro lado, esta sicóloga observa que se debe reconocer que no siempre es el amor lo que mantiene unida a una pareja sino la costumbre, dependencia, conveniencia, comodidad, miedo u otros vínculos frágiles que predisponen a la infidelidad. “Ante la ausencia de amor y de deseo, entonces ¿quién y por qué se quiere seguir en pareja?”, cuestiona.
La sicóloga Liliana Zabala asegura que para hablar de este tema el hombre y la mujer deben mantener la prudencia y controlar sus emociones. “Hay que escuchar y hablar con respeto y sinceridad sobre las causas de la infidelidad. No ganamos nada agrediéndonos”, indica Zabala. Además agrega que ante todo se debe preservar el amor propio. “Si estamos con una persona que no nos valora y que nos es infiel constantemente quiere decir que no nos quiere y que estamos de más en su vida. A este mundo vinimos a ser felices, no a sufrir”, exclama
PARA TOMAR EN CUENTA
La situación. Es poco frecuente que las personas comenten voluntariamente sobre su infidelidad. La mayor parte de los casos son descubiertos por las respectivas parejas. Las acciones de infidelidad suelen dejar señales o huellas que se hacen visibles tarde o temprano
Además hay que contar con la intuición y con el conocimiento que se tiene de la pareja.
Para hablar del tema. Se debe buscar un momento de tranquilidad y sin interferencias. Casi siempre la infidelidad es un síntoma de que ya existía deterioro progresivo de la pareja. Al dialogar es probable que se logre comprender la circunstancia de la infidelidad.
Responsabilidades. Luego de dialogar, hay que evaluar si será factible recomponer la relación o si se enfrentará la ruptura, pues el distanciamiento por lo general se ha producido antes de que surja la infidelidad. Hay que asumir cada cual sus responsabilidades y no culpar
al otro por la falla ética del comportamiento.
Ayuda profesional. Será oportuno buscar asesoría profesional para la toma de decisiones posterior al sinceramiento. Habrá muchas heridas que curar, tanto si permanecen juntos como si hay separación.
Fuente: Paula Benedict
LOS PRO Y LOS CONTRA
Una etapa para reflexionar
Es momento para una autoevaluación. Hay que ser conscientes de que el engaño, cuando no es sintomático de otra patología, es un síntoma de algo que anda mal en la pareja y que como tal, lo ideal es poder hablarlo, ya sea a solas o con un terapeuta de por medio.
Un desafío para la pareja. La infidelidad es una consecuencia y no una causa de separación y, si se logra superar la experiencia traumática, teniendo presente que es un tema de a dos (y no meramente de la persona ‘culpable’) la pareja podrá salir fortalecida.
Cuándo y cómo decirlo. No hay un momento oportuno. La decisión debe tomarse en función del mal, mayor o menor, que pueda causar, y nunca debe hacerse como una fórmula de quitarse de encima el sentimiento de culpabilidad.
Ayuda. El rencor y la inseguridad son difíciles de superar; por eso a veces urge acudir a un profesional para que cree un ámbito de contención y reflexión que los guíe para que una infidelidad no sea el final de una relación, sino un inicio con bases más sólidas de amor, comunicación y confianza./Clarin.com
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