HABLAR SIN PALABRAS
Los matrimonios suelen usar un lenguaje corporal que mantiene
y fortalece su relación. Como las emociones (alegría, tristeza, enfado...), los gestos que se regalan dos personas que se quieren son universales.
Y esas demostraciones de amor no tienen época ni dependen de los muchos o pocos años que la pareja lleve junta.
Las miradas de complicidad son la expresión más visible del amor, lo primero que detectan los demás.
“Aunque dos personas que se quieren estén sentadas en cada extremo de una mesa, siempre que se miran están diciéndose que no se olvida el uno del otro, que están pendientes entre sí”, explica Mila Cahue, psicóloga experta en parejas y autora de “El cerebro feliz” (Planeta) y “Amor del bueno”.
Sin embargo, hay otros muchos guiños entre los que se aman que, a veces, no se pueden percibir y que nunca serán detectados por los demás, ya que pertenecen a esa esfera íntima que solo la pareja comparte y que les hace
especial a uno y al otro.
“Son códigos que pasan desapercibidos para el resto de las personas que estén alrededor, que solo captan y tienen un significado para los miembros de la pareja. Ponerse entremedias de forma muy sutil cuando uno sabe que al otro le molesta algo, hablar o callarse o evitar una conversación que al otro le disgusta son esos gestos íntimos, solo exclusivos de ellos. Y que nadie percibe”, asegura Cahue.
Tras la mirada, en la postura corporal también se puede leer que dos personas se aman. “Aunque estén separadas y alejadas -dice Cahue-, si se quieren, mantienen la posición del cuerpo y del rostro dirigidas hacia la otra persona, lo que demuestra convergencia. Si no existe esa sintonía, cada uno va a su aire, se dan la espalda, miran hacia lados diferentes y no se atienden cuando hablan”.
GESTOS DE AMOR INVISIBLES
La psicóloga explica algunos de ellos: “La conexión con la persona querida también se demuestra cuando la pupila se dilata. Cuando se tocan con gestos cariñosos y delicados, como pasar la mano suavemente por el hombro. Cuando en compañía de un grupo, la pareja se encuentra alejada y termina por acortar esa distancia y juntarse. Cuando el tono con el que se hablan entre ellos es más confidencial y bajo en volumen, no porque quieran mantener algo en secreto sino porque existe una complicidad.
Estas muestras de complicidad van acompañadas de gestos de comprensión: "estamos de acuerdo"; de una sonrisa y de un rostro relajado entre
la pareja”.
EN EL DÍA A DÍA
Y en el día las muestras de cariño son continuas. “Siempre basadas en el respeto”, asegura Cahue.
“Las llamadas a diario para ver como está, para informar si vas o no a comer como una forma de respeto hacia la persona con la que se convive y se comparte espacio, tiempo y vida, no como forma de pedir permiso”, detalla.
Entre dos personas que se quieren
todos los días se produce siempre
un pequeño gesto de reconocimiento, atención y cariño, que demuestra que el otro es especial.
Cahue lo ilustra con algunos ejemplos: “El hecho de preparar una cosita especial para la cena, de comprar unas entradas para ver una película en el cine el fin de semana, darse un beso antes de marcharse a trabajar o de buenas noches, las ganas por llegar
a casa o que llegue el fin de semana por estar juntos”.
CONSEJOS PARA
CREAR COMPLICIDAD
1.- En el matrimonio no hay que dar nada por sentado ni por hecho. No dejar que acumule polvo en algún lugar olvidado de nuestro corazón; limpiarlo con frecuencia, ponerlo al sol, adornarlo y tomar distancia para poder observarlo desde distintos ángulos y perspectivas…
2.- Proporcionar a la otra persona lo que necesita para ser feliz. Es decir, no lo que queramos nosotros dar, sino lo que tiene que recibir. Y esto debe suceder en ambas direcciones.
3.- Prestar especial atención a ir puliendo o eliminando aquellas conductas, gestos o momentos que producen malestar, para que lo satisfactorio sea lo que nutra la relación.
Es un trabajo del día a día, constante o regular, pero que proporciona múltiples beneficios.
4.- Sobre todo, el amor necesita de atención y dedicación, y esto supone tiempo. Un tiempo precioso invertido en lo que al final realmente nos importa: que nuestras relaciones afectivas sean, o hayan sido, de calidad.
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