Relaciones de pareja desinhibirse
Desde niños la construcción de la sexualidad se ve atravesada por condicionantes externos.
Los padres, la escuela, el medio en general, son influjos potentes que rivalizan con las fuerzas internas del instinto tratando de llegar a un acuerdo que sea viable para la expresión adulta de los deseos sexuales.
En tiempos de liberación y exposición de cuerpos desinhibidos, donde el sexo se muestra con audacia en los medios y en las redes sociales, parece difícil pensar que en la intimidad no ocurra lo mismo. Y sin embargo, los miedos hacen presa a muchas personas que no se atreven a mostrar la desnudez por excesivo pudor, rechazan algunos contactos, o bien evitan tener relaciones sexuales en forma persistente y recurrente.
El sexo público, aquel que nos ofrece los medios y la virtualidad, se aleja cada vez más del comportamiento erótico de la intimidad. En “la cama” siguen apareciendo los mismos miedos, anclados en la historia personal, en cuestiones vinculares y en la exigencia del rendimiento de la performance según la medida del sexo público.
Encontrar estilo sexual
Sentir ansiedad o miedo a la experiencia erótica, sobre todo en los comienzos de la relación, es algo frecuente. Las personas necesitan conocerse, crear códigos de unión que sean satisfactorios para los dos. Se puede contar con un saber previo, tener experiencias de relaciones pasadas, pero cada pareja debe buscar su propio estilo de funcionamiento; es más, una vez que se lo encuentra debe ser flexible para incluir modificaciones y no caer en la rutina.
Es frecuente escuchar cómo la predisposición cambia cuando la relación “pinta” de ocasional a diferencia de aquella que comporta algún tipo de compromiso.
La desinhibición aparece cuando no hay nada que explicar después, solo es disfrute. En cambio, cuando se piensa en la continuidad de la relación, los cuerpos se aprestan a mostrar cierta corrección que puede condicionar en forma negativa la libre dinámica erótica. Todavía hay mujeres que piensan que si muestran lo que sienten, piden lo que les gusta, o se mueven al son del placer, serán tildadas de “liberales”, demasiado sexuales”.
Los hombres no se quedan atrás con sus condicionantes: ellos como machos deben complacerlas.
Tanto en uno como en otro caso las representaciones de cómo tiene que ser la relación se impone a la libertad que debería mover el sentir y el accionar de cada uno de los cuerpos.
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