sábado, 14 de mayo de 2011

Las suegras también lloran

No hay ser más llevado y traído en las relaciones familiares que la suegra, quien es objeto de chistes, burlas y canciones despectivas.

Numerosos relatos condicionan a la suegra como persona indeseable, incluso existen versos venenosos como esa canción cordobesa que afirma: Tiene mi suegra un diente / Con él me muerde / No hay picapedrero / Que se lo quiebre.

Hay felicitaciones a Adán, el primer hombre que no tuvo suegra; una suerte de reconocimiento hacia los sacerdotes, cuyo celibato incluye en el paquete la exclusión de toda posible suegra.

Y hasta existe crueldad en el chiste del perrito al cual le cortaron la cola porque la movía alegremente cada vez que llegaba la suegra de visita.

Incluso recuerdo cuando era niña una tonada famosa: Cuando se muera mi suegra / Que la entierren boca abajo / Por si se quiere salir / Que se vaya más abajo.

¿Mito o realidad? A la suegra siempre le ha tocado jugar uno de los más controvertidos roles familiares, sin embargo, no ocurre así con el suegro. De él nunca, ni antes ni hoy, se habla mal.

De acuerdo con el especialista colombiano Gustavo Román Rodríguez, una de las situaciones más difíciles que debe enfrentar la mujer madura se presenta cuando los hijos llegan a la mayoría de edad y debe cederse espacio a quienes se llaman marido o esposa.

Llega el momento de aprender a “renunciar a la exclusividad” de un amor hasta entonces no compartido, y aceptar como algo natural que el hijo o la hija, a partir de entonces, va a mantenerte en otro plano no inferior -como muchas mamás piensan-”pero sí diferente.

La solución de este conflicto no se da siempre en forma adecuada; por el contrario, se presentan con frecuencia verdaderas situaciones dramáticas que justifican en parte la mala fama de la suegra.

Manzana de la discordia

Un ingrediente sustancial que en ocasiones, sin desearlo, aporta demasiada sal a esta situación, y casi siempre termina ocupando una posición desventajosa, por estar en el centro de dos fuerzas, es el “hijo de su mamá” y, al mismo tiempo, “la pareja de su pareja”.

El psicólogo y profesor de la Universidad de La Habana Ángel Roca Perara lo llama la “manzana de la discordia”; reflexiona que “el hijo de su mamá” por lo general conoce bien los aspectos críticos, conflictivos de ella.

Sabe que con frecuencia resulta invasiva en su vida personal, pero al mismo tiempo es una “gallina defendiendo a sus polluelos”, quien se desvive por complacer a los suyos, en especial a su “hijito del alma” aunque no pierda ocasión de recordar cuánto se desvive y “¡lo mal que le pagan cuando ella merecería algo mejor!”.

Relaciones y convivencia

Opina el profesor que el impacto no resulta el mismo cuando la relación es desde afuera a cuando implica la convivencia cotidiana, en un mismo espacio físico, bajo un mismo techo.

Y es precisamente en este contexto donde más compleja se hace la relación suegra-nuera. Aunque si bien estos comentarios se refieren al extremo de esta cuerda, por lo común suelen presentarse cuando los lazos entre madre e hijo han sido muy intensos por tratarse de ser único o no existir el padre en el hogar.

En tales casos es bien difícil la aceptación de esa especie de cuerpo foráneo representado por la nuera, que amenaza con romper el equilibrio afectivo de la suegra.

En estas situaciones, la entrada de la novia o esposa en el medio familiar es recibida con reparos o críticas solapadas; tales relaciones dificultosas sólo se resuelven positivamente en razón directa con la madurez, bondad y capacidad amorosa auténtica de ambas mujeres.

Nuestros hijos se pertenecen únicamente a sí mismos y el interés central no debe ser retenerlos sino ayudarlos a que sean felices en sus propios destinos, según una apreciación muy atinada de la versión digital del periódico argentino La Opinión.

Afortunadamente la calma y la estabilidad llegan casi siempre a la par con el nacimiento de los nietos, pues la madre-abuela encuentra una renovada manera de ejercer sus ansias maternales, al favorecer la gratitud, la felicidad y la libertad de sus hijos e hijas.

Etiquetas

No es menos cierto que a la suegra se le ha etiquetado, al igual que cuando a alguien de niño o niña se le pone un nombre, y luego para toda la vida se queda con él. Algo así ocurre con la suegra, es decir, la etiqueta ha quedado, pero como bien sabemos, no con buenas recomendaciones.

Por ejemplo, usted dice “madre” y se refiere a un concepto venerable, con toda una trascendencia de bondades, sacrificios y amor sin límites. Usted dice suegra y, por el contrario, se está refiriendo a un concepto desdeñable; a tal punto llega la injusticia que hoy por hoy, quizás, no podemos hablar de estudios que avalen tal criterio.

Quizás haya tantas buenas suegras como aquellas indeseables, pero en el recuerdo y en la imaginería popular pesa la versión de mujeres a quienes se prefiere tener lejos, reconoce el psicólogo consultado.

No obstante habernos referido a ciertas realidades indiscutibles, malos accionares de suegras y demás, sobre ellas pesa un mito gigantesco que querramos o no, abarca prácticamente a la totalidad.

Respetando espacios

Actualmente existen numerosas suegras profesionales o no, quienes conocen perfectamente el lugar que les corresponde. Tienen una sólida base de respeto a los espacios ajenos y más bien se dedican a apoyar al nuevo matrimonio; prefieren ser discretas y reservarse esos famosos “Yo pienso que...”, si éstos no son solicitados.

Cuando las suegras tienen un abanico importante y variado de intereses, una manera de pensar democrática, la convivencia entre generaciones se hace más diáfana y positiva, pues cuando la joven nuera pide pareceres o criterios, lo hace con un sentido desprejuiciado y sobre todo con el interés de escuchar el punto de vista de quien ha vivido más años, en este caso la suegra.

Así las cosas, van siendo muchas las nueras que hablan maravillas de sus suegras y reconocen su colaboración, especialmente en el cuidado y manejo de los nietos.

Algunas nueras se encuentran cómodas con sus suegras desde el primer momento y se llegan a querer muchísimo; al comienzo de esa amistad, por supuesto, el lazo que las une y el centro de la conversación es el hombre por ambas amado.

Pero gradualmente la amistad las lleva a verse como dos mujeres que comparten sobre sus propias vidas o asuntos generales, y es siempre muy bueno tener un apoyo tan cercano. Intentemos, pues, colocarla en su justo medio, con otra mirada más humana sobre el estigma que pesa sobre ella.

Los suegros
La mala A la suegra siempre le ha tocado jugar uno de los más controvertidos roles familiares; sin embargo, no ocurre así con el suegro. De él nunca, ni antes ni hoy, se habla mal.


Momento Una de las situaciones más difíciles que debe enfrentar la mujer madura se da cuando los hijos llegan a la mayoría de edad y debe cederse espacio a quienes se llaman marido o esposa.


Convivencia Cuando la relación se da bajo el mismo techo, es difícil la aceptación de esa especie de cuerpo foráneo representado por la nuera, que amenaza con romper el equilibrio afectivo de la suegra.

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