SEÑALES PARA ANALIZAR
¿Qué factores influyen?
Algunos expertos señalan que esta actitud se ha convertido en una epidemia del siglo XXI.
¿En qué consiste el miedo al compromiso? ¿Se sufre de verdad, o es una excusa cuando no se quiere seguir con una relación que no nos llena? Para la psicóloga Mila Cahue, del centro de psicología Álava Reyes, el concepto de “miedo al compromiso” parte de un error de base.
“Hoy en día, la gente pretende un compromiso cuando no toca. Las parejas se van a vivir juntas cuando están en fase de noviazgo, y todavía se están conociendo. Porque precisamente el noviazgo tiene esa función: la del tiempo para conocer a la otra persona”.
A su juicio, el error de partida es plantear el compromiso cuando la relación todavía está "verde". “Primero hay que conocerse y cuando ya sabemos con quien estamos, con todas sus virtudes y defectos, entonces ya podemos comprometernos (o no). Empezar a salir con una persona no implica un compromiso per se”, asegura.
Es verdad también, prosigue Cahue, que existen personas que no quieren comprometerse.
“Hay gente que, sencillamente, no quiere vivir en pareja. Tenemos que aceptar que hoy en día no hay un único modelo de afectividad. Si esas personas no son capaces de llegar a ese nivel de compromiso es porque detrás tienen mil razones. Porque tienen una gran carga profesional, o familiar... Lo que la sociedad tiene que ver y aceptar con normalidad es que hay hombres y mujeres que no quieren comprometerse en pareja de la manera tradicional que todos conocemos”.
Eso sí, prosigue esta psicóloga, cuando se da el caso, estas personas tienen la obligación de jugar limpio las reglas del juego: “Es decir, deben avisar a su pareja de que si empiezan una relación con ellos, no se van a comprometer. Esto no tiene por qué ser un trastorno”.
“Lo que de verdad es injusto es no avisarlo y tener a la otra persona esperando”, añade.
La eterna adolescencia
Sin embargo, para el pedagogo y autor de “¿Quieres casarte conmigo?”, Fernando Alberca, el miedo al compromiso existe, y “se da en personas que se quedan en la fase del enamoramiento, y son incapaces de entrar en la siguiente etapa, que es la del amor”. “Hay quienes se enamoran de enamorarse, más que de la persona que les enamora... Es un estado típico de la adolescencia. Solo los que pasan del enamoramiento al amor son los que se pueden arriesgar a comprometerse del todo, a implicarse con todo su ser. Y esto es algo que sucede cuando se llega a la madurez emocional. El compromiso tiene mucho que ver con la autenticidad de la persona, la autoestima, el realismo...”, explica.
Lo que ocurre es que en la actualidad, prosigue Alberca, “la adolescencia comienza a los 9 años y dura hasta los 35. El miedo al compromiso tiene mucho que ver con esa adolescencia alargada más allá de lo que corresponde en el tiempo”.
Perfil de estas personas
¿Y cuando se descubre el miedo al compromiso? Para Ciara Molina, fundadora de www.psicologaemocional.com, suele surgir cuando la otra persona nos pide que demos un paso y sentimos que se va a producir un cambio que puede desestabilizar nuestra “zona de seguridad”. “Si al valorar nuestra relación de pareja llegamos a la conclusión de que perdemos algo con esa unión (menos intimidad, descanso...) en lugar de ganarlo (amor, compañía, bienestar, etc.) el temor se apoderará de nosotros y no nos dejará avanzar. Eso es lo que yo llamo miedo al compromiso”.
Según esta psicóloga, en el terreno emocional “se suele dar en personas muy atractivas, con bastante don de gentes, grandes conquistadoras, y que necesitan tener una relación estable debido a su carencia afectiva.
Paradójicamente, cuando se supone que han conseguido lo que buscaban, el miedo empieza a apoderarse de ellas, creando así situaciones de confusión que ni ellas mismas entienden, y menos su pareja”.
¿Cómo saber si nosotros mismos, o nuestra pareja siente miedo al compromiso? Molina identifica en su libro “Emociones expresadas, emociones superadas” algunas de las características principales de quienes lo sufren: “Suelen ser personas que tienen dificultad en la toma de decisiones, y que le dan muchas vueltas al hecho de irse a vivir con la pareja, casarse o tener hijos. También son personas que tienden a querer tenerlo todo controlado, porque así se sienten más seguras, o presentan dificultades para expresar sus emociones abiertamente.
Para la psicóloga Silvia Congost, autora de “Cuando amar demasiado es depender”, “es posible tratarlo, como ocurre con cualquier otro miedo. Lo único que para que el proceso sea exitoso, la persona que lo sufre tiene que reconocerlo. Hace falta que ésta lo detecte, sea consciente de ello, para poder superarlo. Solo partiendo del autoconocimiento y desde la consciencia de su existencia es posible cambiar”.
Pero por donde habría que empezar realmente, concluye Alberca, es por ofrecer a los niños “educación emocional” desde el colegio.
“Los más pequeños deberían aprender a expresar sus emociones, a darle el peso que estas merecen, y a ser realistas. El componente emocional es muy valioso como para no saber transmitirlo, las emociones no deberían ser desproporcionadas (te puedes enamorar de un coche), y deberíamos saber unir la emoción con la realidad. También racionalizar la emoción, esto es, unir cabeza y corazón. La felicidad se juega en la realidad”, advierte.
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