E n realidad los celos no son parte del amor y no tienen nada que ver con él. El amor es aceptar, legitimar y liberar a la persona que se ama. Se le da la libertad de ser como realmente es, y se le deja crecer como realmente quiere crecer; por lo tanto, el amor es generoso, liberador y confiado.
Los celos, por su parte, están relacionados con el poder, con el control, con la posesión y con el miedo a perder algo que creemos nos pertenece; en este punto, los celos no liberan sino persiguen. Los celos no aceptan a la persona como es.
No la legitiman al pedirle que cambie en nombre de su amor o en beneficio de la pareja. "Si dejas de vestirte así ya no habrá problemas entre nosotros”, "si dejas de trabajar ya no me sentiré celoso”. Con estas palabras, el celoso trata de hacer sentir culpable al otro por los celos que son netamente responsabilidad de él mismo, pero éste es tan convincente y manipulador que la víctima cree que si realmente cambia, los celos del otro se irán y podrán ser felices.
Esto contradice al amor, porque el amor para ser verdadero debe aceptar al otro como es, con sus sueños de realización, con su forma de ser, vestirse y con sus aspiraciones de crecer.
Por otro lado, la persona que cela es por naturaleza segura a nivel cognitivo e insegura a nivel emocional. Lo cognitivo le da la certeza de que es engañada; por lo tanto, tiene miedo y empieza a perseguir y a celar, asi no existan motivos para ello. La víctima entra en un estado de ansiedad al encontrarse frente a un dilema de tal magnitud: si le niega a su pareja el engaño, será castigada con su incredulidad; si lo acepta, igualmente será castigada por su conducta, porque nada de lo que haga ésta le satisfacerá al otro que está seguro de que su pareja le es infiel.
La inseguridad emocional deviene de la infancia, cuando el niño no es aceptado o no es querido lo suficiente; por lo tanto, cuando crece, le cuesta amar porque no entiende bien lo que es el amor y lo confunde con la posesión o la retención. Tiene miedo a perder aquello que ha logrado porque piensa que no podrá volver a conseguir una pareja así, y en su afán de retenerla termina ahuyentándola. Estos celos son considerados infantiles porque su base está sembrada en el miedo a ser abandonado continuamente.
También existen los celos patológicos, que son considerados los más destructivos porque pueden celar desde el pasado, cuando acusan a la pareja de haber estado con tal o cual persona. O cuando la critican por un comportamiento de hace años, incluso cuando todavía no estaban juntos. Son patológicos también cuando se los justifica en una situación de abuso psicológico o físico: "Ella tiene la culpa de que la golpee porque coquetea a los hombres, los provoca”.
En este sentido, los celos son violencia y pueden originar situaciones violentas, en las que la víctima entra en un círculo vicioso de culpabilidad y miedo, el cual puede terminar en maltrato físico o en muerte.
No existen, por lo tanto, celos buenos en el amor. No hay dos términos más alejados que esos dos. Los celos no permiten la construcción de una relación, porque ésta está ahuyentada por el ego de la persona celosa que sólo busca su bienestar y su satisfacción; es decir, en tanto su pareja le haga caso o no la deje, todo estará bien. En cambio, el amor debe ser el vehículo para construir una relación de dos seres independientes que transitan un solo camino sin dejar de ser dos.
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