Inmediatamente después del estampido de placer y de hormonas que acompaña al orgasmo, ocurre el apagón. Los franceses, más sutiles, lo llaman la 'petite mort' (pequeña muerte). El hombre, exhausto, no pide más. Si acaso, un capricho liviano: un cigarrillo, algún tentempié o la consabida cabezadita, tan desconcertante para la mujer. Ellas, sin embargo, encuentran en este momento la ocasión de reforzar su vínculo afectivo con la pareja y reclaman caricias y palabras de amor, según observaron en sus investigaciones los psicólogos estadounidenses Daniel Kruger y Susan Hughes.
Igual que ellos, muchos científicos llevan décadas empleándose a fondo para saber qué ocurre antes, durante y después del orgasmo. En su libro 'Por qué los hombres se duermen después de darse un revolcón', el doctor Billy Goldberg habla de un complejo químico en el que intervienen hormonas como la oxitocina, la prolactina y la vasopresina, que empujan al cuerpo a un estado de derrumbe y de cansancio intenso.
Si hubiese que aunar de alguna manera las conclusiones de unos y otros, podría decirse que nuestro comportamiento después de un coito obedece más a fenómenos biológicos, y al hecho de que ciertas áreas cerebrales queden paralizadas y otras sobreexcitadas, que a antojos o desvaríos de los amantes.
Conversar. Es tan importante para la relación como el mismo sexo. Un estudio publicado en la revista 'Archives of Sexual Behavior' por investigadores de Toronto concluyó que los niveles de oxitocina en cantidades tan generosas como las que se liberan después del orgasmo propician un momento de unión que debe aprovecharse para expresar cariño y afecto, pero no para exigir compromiso ni creer en promesas.
Acariciar. La mujer necesita proximidad física y emocional, de acuerdo con el psicólogo Daniel Kruger, y el poder del tacto tiene beneficios incalculables, físicos y mentales, para la satisfacción sexual. Intensifica el placer y afianza la relación. Pero el contacto físico debe hacerse según demanden ambos, con algún juego erótico, una caricia o un simple abrazo. Es un momento menos pasional y más afectivo, de acercamiento, de besos, caricias y abrazos, aunque a veces pasa a ser el preámbulo de una nueva sesión sexual. Esto es posible solo si el sexo ha tenido como escenario un lugar cómodo y seguro.
Dormir. Sobre todo en el hombre debido a la descarga de prolactina, el orgasmo provoca somnolencia, satisfacción y relajación. Sabiendo esto, no hay motivo de preocupación, inseguridad ni otro sentimiento negativo de los que suele generar en la mujer la costumbre masculina de quedarse como una marmota. Si se duerme, lo mejor es acompañarle, ya que el orgasmo libera también en ella endorfinas, hormonas que inducen a la relajación. Por eso después del sexo se concilia muy bien el sueño. Los dos abrazados, cuerpo a cuerpo, resulta un descanso especialmente gratificante.
Amnesia global transitoria. Es un fenómeno extraño que lleva a un estado de confusión y pérdida de memoria durante unos instantes. La causa está en una bajada de oxígeno en la sangre que provoca algo así como un corte en los circuitos de la memoria.
Vuelta compulsiva al Smartphone. Para chatear, revisar el correo o hacerse selfies que cuelgan de inmediato en sus redes sociales. Sobre todo los jóvenes, que tienen una resistencia física inagotable, aprovechan el momento para continuar el juego erótico con este tipo de gestos. Se trata de una conducta cada vez más corriente, a pesar de que al perder el control del destino de esas imágenes los chicos quedan en una situación muy vulnerable que les puede comprometer.
Llorar. El llanto sexual acompaña en ocasiones al orgasmo femenino causando un gran desconcierto. La pareja lo interpreta como un ataque a su ego masculino, en lugar de entenderlo como un modo de liberar la tensión acumulada en ese momento de máxima excitación. Investigadores del Instituto de Tecnología de Queensland, en Australia, descubrieron que una de cada tres mujeres sufre este estado de melancolía justo después de una relación sexual, aunque haya sido satisfactoria. Se conoce como disforia postcoital (PCD por sus siglas en inglés). El psiquiatra estadunidense Richard Friedman investigó los motivos biológicos y demostró que podría originarse porque la amígdala, la parte del cerebro que rige emociones como el miedo y la ansiedad, recupera sus niveles después del orgasmo.
Huída. Algunas personas se visten apresuradamente, buscando una excusa para irse del lado de su pareja. Esta actitud genera cotas muy altas de frustración, tanto para el que abandona como para el que se queda. Los romanos usaban la expresión 'post coitum tristitia' (tristeza y vacío después del coito) para referirse a este sentimiento confuso de vacío y satisfacción al mismo tiempo que se vive después de un estado intenso de placer. De nuevo, la biología actúa de modo insólito.
Conductas neuróticas. La higiene íntima es importante, pero sin llegar a conductas obsesivo compulsivas como les sucede a muchas personas.
Fumar. Es una reacción convencional. El sexo exige tal nivel de esfuerzo y gasto energético, que el cuerpo busca un mecanismo de recompensa.
Jaquecas orgásmicas. Nada que ver con la vieja excusa para eludir las relaciones sexuales. La sucesión de sensaciones, contradictorias y a veces extremas, desde el inicio hasta el fin del encuentro sexual, aumenta en algunos hombres y mujeres la presión arterial y deriva en migraña.
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