Cuando hablamos de deseo, estamos hablando de motivación y de la hormona dopamina haciendo de las suyas en nuestro cerebro. Es la que nos impulsa a avanzar y conseguir nuestras metas, en la vida y sexualmente, aunque también a no continuar, deseando parar. Es el movimiento afectivo hacia algo que apetece. Pueden apetecernos muchas cosas como una comida rica, unas risas, dormir, besar, abrazar, mirar, que te miren, ganar una carrera o conquistar a esa persona, aunque también podría apetecernos perder de vista a alguien o que no nos toquen, por ejemplo. Esto último aparece mucho en consulta, por cierto.
Pero, ¿la orientación de nuestro deseo es caprichosa o responde a un proceso más elaborado?
A veces nuestro deseo se presenta como espontáneo, ¡zas! Flechazo. Pero no es así, existen muchos factores, la mayoría inconscientes y automáticos, que lo han desencadenado. Nos sentimos libres deseando y parece que todo fluye de manera sencilla y sin esfuerzo. Sin embargo, hacemos muchas cosas sin darnos cuenta y nuestro cerebro no deja de trabajar para que esto suceda.
Elegimos a nuestros objetos de deseo en función de nuestras creencias, actitudes, valores, cultura, modas, educación, modelos, aprendizajes emocionales y racionales, además de por nuestra configuración genética, por tanto, no somos tan libres como creemos.
Esto, que podría parecer una mala noticia pues puede hacernos perder ese halo de romanticismo o pasión presente en el deseo sexual es, sin duda, la mejor noticia de todas. Cuando el deseo pseudoespontáneo desaparece, algo ha sucedido que podemos remediar. Podemos reconstruirlo pues somos dueños de nuestro deseo.
Efectivamente existe un factor hormonal, la conocida testosterona juega un papel muy importante en todo esto, no siendo determinista. Tanto hombres como mujeres poseemos esta hormona, en diferente medida y objetivo. En las mujeres, el estradiol, un tipo de estrógeno, se obtiene a partir de la testosterona, gracias a la enzima aromatasa, por ejemplo. Los hombres tienen mayor cantidad, por supuesto, por eso se la denomina la hormona masculina y a ellos se les ha asociado a una mayor carga de deseo tradicionalmente. Tendría su lógica y en algunos casos podría ser así, pero no en todos. Recordemos el escaso éxito del parche de testosterona propuesto a las mujeres para recuperar el deseo sexual que, a pesar de aumentar su nivel testosterónico, no obtenían el deseo esperado y, por el contrario, sí alguna conducta más violenta. Existirían por tanto, otros factores para hacer que esto no funcione.
Los estímulos afectivo sexuales y si estamos o no bien con nuestra pareja son elementos significativos en la ecuación del deseo. Este es un aspecto que también se ha observado asociado a la denominada píldora del deseo o viagra femenina, como se la conoce comúnmente, aunque no tenga mucho que ver en su funcionamiento ni objetivo con esta pastilla azul masculina tan conocida.
A medida que se envejece, los niveles de testosterona masculinos van disminuyendo. Sería lógico entonces pensar que el deseo también decrece, pero es bien conocido el alto deseo sexual que muestran algunos ancianos. De hecho, en las residencias, hay bastantes parejitas que hacen manitas según me han confesado, lo cual me parece delicioso. ¿Qué ocurre entonces en esos casos? Pudiera ser que por fin se sientan libres para hacer lo que les da la real gana, permitirse jugar y disfrutar, sin importar lo que digan de ellos. Sucede entre las señoras, que se sienten liberadas sexualmente en muchos sentidos tras la menopausia pues desaparece el miedo al embarazo. La experiencia les ha enseñado a valorar más su placer y se preocupan menos por el qué dirán.
Nuestro cerebro, y cómo lo utilicemos, tiene mucho que ver en la aparición de nuestro deseo. Podemos hacer que el órgano más importante de la sexualidad libere sustancias químicas asociadas a nuestro deseo, engañándolo. Sonríe aunque no tengas ganas, verás cómo al final te vienen y percibes que hay más gente que te sonríe, esto cambiaría tu día, ¿verdad? Pues con el deseo ocurriría algo parecido. Si te mueves y haces algo para que surja, el deseo aparece.
¿Por qué no juega a desear y hacer que la chispa aparezca de nuevo en su vida? Aunque pueda parecer que ya no tiene remedio el estado de apatía y rutina en el que se encuentra, solo o en pareja, tiene remedio. Alguna de las propuestas que hacemos a las parejas que acuden a nosotros, psicólogos y terapeutas sexuales, presentando deseo sexual inhibido o hipoactivo, por ambos o alguna de las partes, consiste precisamente en volver a jugar. Además, trabajamos con ellos otros aspectos, digamos más profundos. Aunque considero que el juego limpio y divertido, sería lo más importante y profundo que debería aprender a poner en práctica cada persona a lo largo de su vida.
Por tanto, ahí van algunas ideas para empezar a jugar en pareja:
1. Pille a su pareja haciendo algo agradable o positivo
Consiste en focalizarse y resaltar lo positivo que observe en su pareja, como fijarse en los pequeños gestos de afecto y cuidado que le ofrece. Es muy recomendable cuando la pareja se fija más en lo que hace su pareja mal o no le gusta. Sirve para volver a valorar a su pareja y darse cuenta de que aún están ahí las pequeñas cosas que le enamoraron en su día.
2. De una sorpresa agradable a su pareja
No hace falta gastar dinero ni planearlo con mucha anterioridad. Un mensaje inesperado al móvil diciendo: "¿Te he dicho que esta mañana estabas especialmente guap@?", podría ser suficiente. Es una pequeña semilla para llevarnos al huerto a nuestra pareja.
3. La caja de los deseos
Otro clásico de la terapia de pareja es este divertido juego. Cada uno tendría una cajita en su mesilla de manera que, una vez al día, se introduzca un deseo escrito, sencillo y realizable a corto plazo, en la caja del otro. Asimismo, se sacará un deseo al día de cada caja, tratando de hacer realidad cada uno de ellos. Se trata de obtener ideas para agradar, conocer a la otra parte y disfrutar en pareja. Un masaje de pies, una cena romántica o una ducha compartida, pueden ser algunas ideas para proponer a su pareja.
Poderosa Afrodita, o no.
Si esta divinidad entra en juego, quizá también nos pueda ayudar. Muchos son los que afirman que hay afrodisíacos, cuyo nombre hace honor a esta diosa del amor, la fecundidad y la energía primaveral, que aumentan nuestro deseo. Algunos con una base científica detrás, pues contienen alguna sustancia vasodilatadora, generadora de calor corporal o activador energético y del estado de ánimo, por ejemplo, como sucedería con la canela, cardamomo, ginseng, maca, ostras o cacao. Otros simplemente por asociarse a la virilidad, asemejarse en forma a los genitales o por el "somos lo que comemos", como son el cuerno de rinoceronte o los penes y testículos de diversos animales, causando daños irreparables a diversas especies animales o poniéndonos bajo riesgo. Muchos funcionan pero, puede que la mayoría, por efecto placebo pues el mejor afrodisíaco es siempre el cerebro.
En ocasiones, afrodisíaco es lo que cada uno desee. Por ejemplo, justo cuando empezaba a escribir este artículo, un amigo y periodista radiofónico maravilloso, me comentó que estaba haciendo unas berenjenas gratinadas y no pude evitar que se activase mi deseo, mi apetito en este caso. Desde ese momento, he convertido las berenjenas gratinadas en afrodisíacas en mi mente, más aún porque no las he probado, pero me despertaron un deseo cuasisexual por ellas de tal manera, que bien podrían merecerse ese adjetivo. Podrá pensar que es una locura comparar alimentación y sexualidad pero la comida puede resultar altamente erótica. Cuando los hilos invisibles del deseo tocan la comida aparece la gastronomía y ya no solo nos alimenta y nutre el cuerpo, también los sentidos y el deseo. Y ahora, desee lo que desee, le deseo buen provecho.
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