Si de algo muere con frecuencia el amor es de indigestión, nunca de hambre. El tiempo ha dado la razón a la escritora y aristócrata francesa Ninon de Leclos, quien con consejos como este se convirtió, hace ya 400 años, en hábil asesora en la seducción y el manejo de amantes. Toda relación necesita una distancia prudente, un espacio para la duda: ¿Me quiere? ¿No me quiere? ¿Me quiere?... Los terapeutas han convertido la incertidumbre en una de sus armas eróticas más infalibles.
El psicólogo Alberto Barradas propone el viejo hábito de deshojar la margarita como un gesto que nos carga de deseo y pone el cuerpo a punto para encuentros más pasionales. Reconoce que el ideal de toda pareja es la estabilidad y seguramente no hay cosa más deseable que poder capear las desavenencias que pudieran causar las dudas y las sospechas. "Pero la seguridad no es erótica. La incertidumbre, por el contrario, sí actúa como un potente afrodisíaco, siempre que la tomemos como un elemento de juego y erotismo. Forma parte de la conquista y nos lleva a avivar la imaginación durante el cortejo a la persona que nos gusta".
Frente a la certeza absoluta en el amor, que a menudo degenera en desgana y exigencias a la pareja, el psicólogo apuesta por la emoción de lo inesperado y la palpitación por lo que pueda llegar. "La duda azuza las ganas de trabajar la relación y de vivir la pasión pensando que en cualquier momento se te puede escapar de entre los dedos".
Pero aprender a manejar la inquietud y transformarla en juego, estrategia y fantasía, requiere, como indica Barradas, un buen aprovisionamiento de autoestima y confianza en la persona a quien amamos, porque nuestro cerebro se va a encargar de complicar aún más las cosas. Por una parte, la ansiedad que genera en cualquier hombre o mujer el enamoramiento deja los niveles de serotonina en su mínima expresión. Esta carencia hará que nos volvamos obsesivos y ansiosos, al menos durante unas semanas. Por otra parte, la inquietud y esos recelos provocan un chorro de cortisol, la hormona responsable del estrés, que va a hacer difícil no dejarse vencer por un mar de dudas.
Es evidente que deshojar la margarita no resuelve la incertidumbre, casi sería más rápido lanzar una moneda al aire y echarlo a suertes, pero como dice el pensador Manuel Cruz, autor de 'Amo, luego existo', "amar no es un sentimiento plácido, sin titubeos. El enamorado nunca está del todo seguro". La llave para hacer de la incertidumbre un apasionante juego está en reprimir esa ansiedad que lleva a los celos, la desmotivación, los miedos o la desconfianza.
Una vez que deja claro que en el amor no hay certezas, Barradas expone la manera de deshojar la flor sin que entre pétalo y pétalo escape un manojo de inseguridades que hagan que se tambalee el amor:
Tomada con optimismo, la incertidumbre deja un espacio a las expectativas. Desde el pesimismo, sin embargo, el miedo a perder a alguien lleva a hacer cualquier imprudencia con tal de retenerle.
La distancia permite tiempo para ordenar emociones y tomar decisiones acertadas.
El deseo del otro alimenta el misterio e impide que la pasión se adormezca. La duda de si ese sentimiento es recíproco fortalece el instinto sexual siempre que esta duda esté basada en criterios de seducción.
La postergación sexual despierta una visión erótica de esa persona.
Si es un juego, nunca un pensamiento obsesivo o un amor empalagoso y demasiado dependiente, dará alas a la imaginación y a la insinuación.
La impaciencia por saber no debe responder a un instinto de posesión o una necesidad enfermiza de pasar cada minuto con la persona a la que se cree amar.
En lugar de idealizar o imaginar en el otro perfecciones que son irreales, resulta más saludable aprovechar el deseo para crear un punto de intriga saludable y muy excitante.
Aceptar que la relación se nutre de expectativas no significa eludir sintonía y proyectos comunes realistas.
Si hay miedo, ¿qué razones hay para ello? ¿Amigos? ¿Gustos propios o aficiones no compartidas? ¿Diferencia de criterios? Quizás, si estos son los criterios que llevan a las dudas, está fracasando una relación sana de pareja.
Por último, aprovechar esa falta de certeza absoluta para reconquistarle, poner más empeño en la relación y dejar que fluya el deseo.
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