Todo en su justa medida. Esta suele ser mi contestación cuando me preguntan si el tamaño importa, cuántas veces hay que hacer determinada práctica o la duración de un coito. Pero, ¿cuál es "la justa medida" en cada caso? Salvo casos patológicos, esto es desconocido para cualquier experto en la materia. Solo cada persona puede conocer qué es lo mejor o "lo justo" en su caso y en ese momento.
Para poder determinarlo, disponemos de una red neuronal, sensorial y emocional que nos ayuda a decidir si deseamos o rechazamos, continuamos o paramos y si está bien o mal, según nuestros valores, creencias, cultura y situación.
Poner medidas y tiempos nos hace sentir más seguros, pero nos suelen llevar a juzgar y etiquetar. "Es bueno", "muy macho", "sexy", "un poco guarra", "femenino", "te acepto", "qué asco", "frígida", "calzonazos"...
La erótica del poder nos genera placer e imponer nuestras normas es el medio para conseguirlo. Criticar nos encanta. Más aún cuando la persona a la que se señala, tiene el valor de hacer justo lo que nosotros no nos atrevemos. A esto, mi admirado Carl Jung lo llamaba 'La Sombra', que viene a ser similar a lo que decía mi abuela cuando comentaba aquello de, "quien se pica, ajos come".
Grandes o pequeñas, cortas o largas, maratones o rapiditos, mucho o poco, cantidad o calidad, arriba o abajo, perrito o misionero, mañana o noche, con o sin pelo, solo o acompañado. Un sinfín de opciones y posibilidades que, en muchas ocasiones, no contempla los grises ni el derecho a cambiar de idea según las circunstancias. A veces grandes, otras pequeña, hoy rápido, mañana pausado, hoy cucharita que estoy cansada, mañana elijo el top ten del kamasutra que estoy a tope y ni noche ni mañana, me quedo con el momento siesta, ¿por qué no?
Medias y modas
Quién no se habrá preguntado alguna vez si su pene o pechos tenían un tamaño normal, dentro de la media, y ha pensado que, de no ser así, podría ser rechazado o venerado, según el caso. En cuestión de penes y pechos, parece que el dicho "Caballo grande, ande o no ande", resulta estar más a la moda. Más aún si nos fijamos en que el aumento de pecho fue la cirugía más demandada y practicada durante el pasado año según la Sociedad Española de Cirugía Plástica, Reparadora y Estética (SECPRE).
Sin embargo, por muchos es sabido que el tamaño no correlaciona necesariamente con su funcionalidad. Ciertos lemas como, "teta que mano no cubre ya no es teta sino ubre" y aquello de, "mejor chiquitita y juguetona que grande y tontona", contratacan a los megapenes y maxipechos, reclamando su valía y lugar en el mundo. Si le gusta y genera placer, qué más dará su tamaño, me pregunto yo.
Me niego a hablar de centímetros ni de si nuestros hombres están en la media mundial o cómo se debe medir un pene. Los centímetros no dan la felicidad, si te funciona, ya está. Si no funciona y no nos sirve para nuestro objetivo, erótico, placentero o reproductivo, ya sería otra historia y, en ningún caso, motivo de sorna.
Que una mujer prefiera que le acaricien el pecho llevando un sujetador con relleno push up, antes que al natural, con la diferencia de sensibilidad y placer físico que eso supone, es realmente dramático, según mi punto de vista. Y muchas de nosotras somos, o hemos sido, dramáticas en ese sentido o alguno similar. Estoy convencida que la posibilidad de rechazo esta más en nuestra mente que en la persona acariciadora. En esto la publicidad, moda y cultura de género han tenido mucho que ver, sin duda.
Tu vida sexual a examen
Existen relojes de pulsera, o incluso anillos vibradores para el pene, que miden el número de calorías quemadas durante el coito. Algún modelo indica, con lucecitas de colores, la velocidad y rendimiento sexual, mientras se penetra. Interesante o absurdo, no sé muy bien. Como juguete sexual podría resultar divertido y curioso. Como herramienta de medición y juez de mi rendimiento o el de mi pareja, no me resulta muy atractivo.
¿Podría disfrutar siendo evaluado, medido, juzgado o examinado? Los educadores y terapeutas sexuales trabajando para conseguir técnicas que liberen a sus pacientes de la autoobservación, el juicio y las exigencias y, por otro lado, las nuevas tecnologías potenciando esa necesidad de control que nos separa de lo emocional y el disfrute subjetivo.
Los preliminares
No me gusta nada ese término. Parece que hay que hacer algo excepcional para que nos dejemos ser penetradas o que nos penetréis. Y puede que sea así en algunos casos, pero no funciona si sólo se hace los cinco minutos previos a la penetración. La cantidad de personas que pasan por mi consulta con falta de deseo porque su pareja únicamente le da mimos, besos y caricias, cuando quiere coito.
El placer se encuentra a lo largo del camino. Defiendo que los preliminares empiecen tras la finalización de un orgasmo y duren hasta el inicio del siguiente. Vivir los preliminares como placenteros en sí mismos y una relación sexual completa, sin necesidad de coito ni orgasmo posterior, sería un absoluto regalo para nosotros y nuestra pareja.
Frecuencia orgásmica
Estudiando neurosexualidad aprendí que las mujeres tenemos que orgasmar 12 veces por semana. Al principio me encantó la idea, qué sano y divertido es tener orgasmos, pensé yo. Y echaba cuentas,¿dos veces por día y el domingo descanso? Me parecía deseable sin duda pero, me sentí tan mojigata. Me visualizaba suspensa y recuperando en septiembre, junto a la mayoría de mujeres que conozco. Según mi maestro el Dr. Noel Alicea, especialista en neurociencia cognitiva aplicada y química cerebral, era fundamental enviar esa frecuencia orgásmica semanal a nuestro cerebro para que supiera que todo funcionaba correctamente. Y tiene su lógica, pues si no se usa se atrofia, el cerebro no cuenta con él y podría llegar a degenerar. Sin embargo, me produjo una exigencia orgásmica que yo consideré innecesaria. Esta misma me generó el efecto contrario, bajo deseo y pereza por conseguir mi marca. Aun así, sigo pensando que la propuesta del doctor es muy acertada. Más aún, sin presiones, confío en que aún pueda recuperar mis orgasmos perdidos.
Los hombres no se libran pues también tienen su medida orgásmica. En su caso, habría que dividir la edad biológica entre siete y el número resultante sería el número de orgasmos semanales a producir, que no necesariamente de eyaculaciones. Así pues, un chaval de 19 años, con dos orgasmos semanales estaría ofreciendo a su cerebro la información de que todo va perfecto. Sin embargo, un hombre de 50 años, necesitaría siete para que su organismo no se pusiera en estado de alerta en cuanto a su funcionamiento sexual. Sí, a mayor edad más orgasmos. Parece ilógico, ¿verdad? habitualmente asociamos la cantidad de orgasmos y recuperación tras los mismos, al vigor sexual juvenil. Sin embargo, el cerebro necesitaría mayor constancia del buen funcionamiento cuanto mayor sea el hombre.
Y mejor no hablar del tiempo que han de aguantar hasta poder eyacular tras la penetración. Esta exigencia convierte a hombres sanos en eyaculadores precoces y daría para un artículo en sí mismo.
Por qué no elegir calidad, sin medida ni parámetro a seguir. Solo dejando que fluya, sobrevolando protocolos, tamaños o formas. Sin miedo a sentir o desear lo que no debemos y ofreciéndonos lo que realmente deseamos. Elegir las auténticas medidas de su sexualidad abrirá las puertas de su verdadero placer.
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