En 2012 la actriz Mónica Cruz decidió cumplir su sueño: tener un bebé. Para ello acudió a una clínica de fertilidad, y así nació su hija, Antonella. La cantante Merche tuvo que pasar un largo proceso hasta que recogió el año pasado a su hija en la India. La baronesa Thyssen recurrió a la maternidad subrogada (vientre de alquiler) para dar dos hermanas a su hijo Borja. Las tres tienen en común que quisieron ser madres en solitario. Ellas son los rostros conocidos, pero miles de mujeres anónimas se les suman en una tendencia al alza. La Sociedad Española de Fertilidad calcula que entre un 15% y un 20% de las que acuden a las clínicas de reproducción asistida lo hacen sin pareja. Además, de cada 10 niños adoptados en nuestro país, uno se integrará a una familia monoparentalencabezada por una mujer.
En España -tal como informa el Instituto Nacional de Estadística (INE)- el año pasado había 1.754.700 hogares monoparentales, de los que 1.450.400 eran sustentados por mujeres (el 82%). El perfil de las que deciden, por voluntad propia, tener un hijo en solitario es el de una profesional de entre 35 y 45 años, con estudios superiores y estabilidad económica. Las clínicas de fertilidad han notado cómo la demanda ha ido creciendo en los últimos años de forma considerable: mientras en 2010 un 20% de las inseminaciones artificiales se practicaban a mujeres sin pareja, en la actualidad esa cifra ha aumentado hasta el 35%. También apuntan un fenómeno: la edad de las chicas que se interesan por este modelo de familia ha descendido y aumenta el número de quienes lo demandan recién cruzada la frontera de los 30 años.
No obstante, estas mujeres que logran ser madres en solitario tras una meditada reflexión, con un respaldo económico y familiar importante, se enfrentan a varios problemas. El principal, cómo afectará al menor no crecer con un padre a su lado. Marta Villarreal, psicoterapeuta y miembro del Grupo de Interés de Psicología de la Sociedad Española de Fertilidad (SEF), organiza talleres para asesorar a chicas que toman esta decisión y resume las inquietudes que muestran las futuras mamás: "A todas les preocupa qué ocurre en una familia donde no existe la figura paterna y cómo van a contarles a su hijo que ellas han optado por traerlos al mundo en solitario. Los niños van a crecer con una carencia respecto a las familias tradicionales, pero eso no se traduce en que vayan a sufrir más trastornos emocionales. De hecho, el problema más frecuente surge cuando las madres no se dan la licencia de separarse de ese hijo para tomar un café con las amigas, o conocer a un hombre. Yo les insisto en que entre unas y otros debe correr el aire, porque una cosa es ejercer la maternidad en solitario y otra, bien distinta, es ser una madre sola".
Rosa Maestro, fundadora de la web Masola.org y madre de dos hijas (una adoptada y otra fruto de una inseminación artificial), eleva la voz para que se equiparen los derechos de estas familias a los de las numerosas. Hasta ahora solo Calatuña y Valencia otorgan un carnet de familia monoparental que permite acceder a becas de comedor o descuentos en el transporte público del 50%. En el resto de España, estas estructuras siguen siendo más vulnerables porque, según afirma Rosa, "sufrimos discriminación, ya que no se contempla la diversidad familiar en ningún ámbito, ni en el político ni en el social ni en el fiscal".
Pero existe otra realidad, menos idílica, detrás de ese casi millón y medio de hogares sin figura paterna, según un informe elaborado por la ONG Save the Children que se dio a conocer el pasado mes de julio. El título, 'Más solas que nunca', ya da una idea de los resultados que arroja. El más llamativo es que la pobreza severa afecta a una de cada cuatro familias monoparentales, frente a una de cada 10 biparentales.
De la encuesta 'Condiciones de vida', realizada por el Instituto Nacional de Estadística el año pasado, se desprende que en un 63% de los primeros hogares no pueden disfrutar ni de una semana al año de vacaciones (el 42% en el caso de los segundos) ni afrontar gastos imprevistos (el 62% frente al 39%). Ana Sastre, directora de Sensibilización y Políticas de Infancia en Save the Children, asegura que la principal dificultad que tienen las cabeza de familia es la incorporación al mercado laboral. "Salir de la pobreza es complicado para esas mujeres, porque al elevado número de desempleadas se une que, cuando logran un puesto, suele ser precario", afirma Sastre, quien añade: "Hay un menor de nivel de ocupación entre las madres solas porque falta una red de apoyos y la conciliación resulta prácticamente imposible. Además, entran en un círculo vicioso, pues sus hijos sufren riesgo de exclusión desde pequeños". Rodrigo Hernández, responsable de Save the Children en Valencia, trabaja directamente con las familias monoparentales en peligro de marginación "tanto apoyando a los niños para que estudien como ayudando a las madres en su búsqueda de empleo. La crisis se ha llevado por delante a mucha gente y la incidencia en este tipo de estructuras es aún mayor; tenemos que darles hasta comida, porque los niños pasan hambre en casa".
Aun con estos impedimentos, cada día más mujeres deciden no renunciar a la maternidad por el hecho de no haber encontrado un príncipe azul con el que emprender la aventura. Cuatro madres nos cuentan cómo llegaron a formar una familia sin la figura paterna.
El tictac del reloj biológico
"Me iba dando cuenta de que cumplía años y no contaba con una pareja con la que tener hijos, así que en 2013 decidí adoptar, ya que no podía concebir uno biológico. Pensé hacerlo en Rusia, pero justo en ese momento ese país cerró las adopciones para personas que no tenían pareja. El destino quiso que entonces se abriera la vía en Vietnam. De hecho, mi hijo fue uno de los primeros que viajó a España desde aquel lugar", cuenta Natalia. "Ser madre en solitario es duro porque hay que hacer malabares con la economía", dice, "y también porque se acaba la vida social. Aun así, me organizo bien. Tampoco renuncio a tener una pareja, aunque ahora la prioridad es mi hijo. Si tuviera que reivindicar algo sería más respeto social, todavía te miran con extrañeza si tienes un hijo sin compañía".
Mejor sola que con un mal padre
"No me había planteado jamás ser madre, pero con 33 años me quedé embarazada y decidí seguir adelante aunque mi relación estuviera rota; tengo claro que es mejor criar a un hijo sin la figura paterna que hacerlo con un mal padre", asegura Beatriz. Ingeniera industrial, desde que es madre trabaja en una empresa dedicada al ocio familiar porque tiene horario flexible. "Aun así", dice, "necesito la ayuda de mis padres y mis tíos para criar a Aleksander". Beatriz se queja de la invisibilidad de las familias monoparentales: "La sociedad aún no está preparada culturalmente para tratar esta estructura familiar como algo natural, andamos todos un poco perdidos en este terreno".
La imposible conciliación
Esta valenciana es ejemplo de cómo la monoparentalidad aumenta el riesgo de exclusión social. Sabina se quedó embarazada con 21 años y su pareja se desentendió. Cuando las pequeñas cumplieron ocho meses, comenzó a trabajar en un hotel. Pero hace poco más de un año su vida se torció cuando se quedó sin empleo. "Me ocurrió en el peor momento de la crisis, sin cobrar subsidio de desempleo. Comenzamos a pasar verdaderas necesidades. Ahora he vuelto al mercado laboral y sobrevivimos con mi sueldo de 700 euros y la ayuda de mi madre y de la ONG Save the Children". Ella ha tenido la colaboración de sus padres pero asegura que "resulta casi imposible ser una madre sola, cuidar a las niñas y tener un puesto de trabajo, la conciliación resulta inviable porque no existe ninguna ayuda pública. Creo que las madres como yo estamos muy discriminadas".
Madre contra viento y marea
El caso de Alicia es el de una madre con tesón. Deseaba quedarse embarazada desde los 33, pero no lo lograba con ninguna técnica de reproducción asistida. Hasta que seis años después del primer tratamiento, y tras descubrirle un problema de coagulación en la sangre, logró su sueño. Alicia responde al perfil de la mujer que decide tener un hijo en solitario una vez que disfruta de un trabajo estable, en su caso como funcionaria en el Ministerio de Justicia. "Esta opción tiene su parte buena y su parte mala. La primera es que tomas tú las decisiones sobre tu retoño sin tener que pedir permiso a nadie. Lo peor es la carga que supone criar a un niño tú sola. Tengo claro que jamás lo habría hecho sin contar con el beneplácito de mis padres, son ellos los que me ayudan en el cuidado de mi hija".
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