“Mi pequeño de seis años no hace más que hablar de su maestra de curso y hasta la dibuja. Creo que me dejó en segundo plano y eso me molesta un poco”, cuenta Susan, madre de Sebastián.
Que tu niño o niña mencione todo el tiempo a su maestra o maestro es algo completamente normal, así que no hay razón para sentir celos. Al contrario, agradécele por ser especial con tu niño, pues además es algo eventual, dice la psicóloga María René Molina.
“Lo que pasa es que los pequeños llegan a idealizar a la persona que les enseña nuevas cosas y que más cerca está de ellos. Claro, esto depende de que la profesora sea cálida, cariñosa, divertida, amable y más aún si es bonita”, agrega.
Edad preescolar
Por lo general esto sucede con los chicos de seis a diez años. Es algo muy parecido a la sustitución de la figura materna, lo cual sucede dentro de ese parámetro de edad. “En realidad ellos trasladan los sentimientos que nacieron en casa al sentirse enamorados de papá o mamá (complejo de Edipo), que eran sus modelos primarios, hasta la escuela, donde está el maestro o maestra y crean un lazo afectivo y de confianza con quien le dedica su apego y cariño”, expone la especialista.
Incluso sucede que muchas veces los pequeños defienden a capa y espada lo que la profesora les enseñó. Como padre quizá tropezaste con que tu niño, al pretender ayudarle a resolver la tarea a tu manera, se niega a hacerla si es que no se siguen al pie de la letra los pasos explicados por su maestra. “Lo chicos quieren agradar esa imagen que tienen de perfección y procuran hacer al pie de la letra lo que aprenden en la escuela”.
El niño actúa de acuerdo con lo que le provocan sus emociones, e incluso sus fantasías. Muchas veces les provoca abrazar a su maestra o maestro, más cuando se ha criado en un ambiente en el que aprendió a expresar lo que siente. “A veces pasa con aquellos niños que necesitan cariño y lo buscan con la persona que ha ganado su confianza”, enfatiza la psicóloga. Como fuere, es una buena oportunidad para hablar con tu hijo sobre el amor.
Fuente: María René Molina, psicóloga
No hay comentarios:
Publicar un comentario