Durante mucho tiempo este trastorno no ha sido reconocido clínicamente como tal, siendo en la mayoría de ocasiones ocultado por vergüenza de aquellos que lo padecían, y tratado desde la sociedad con frivolidad.
Conocido durante muchos años bajo los nombres de Ninfomanía (furor uterino) en el caso de las mujeres o Satiriasis (de sátiro) en el caso de los hombres, actualmente queda englobado bajo el nombre de hipersexualidad.
A principios de 2010, el Manual Diagnóstico Estadístico de los Trastornos Mentales recogía por primera vez la adicción al sexo bajo la denominación clínica de Trastorno de la hipersexualidad, definiéndolo como un trastorno obsesivo-compulsivo.
Aunque todavía no se cuenta con un perfil claro del adicto al sexo, se puede apuntar a que afecta aproximadamente a un 6% de la población, siendo en su mayoría hombres de 20 a 40 años, si bien afecta también a mujeres, en ambos casos sin distinción de clase social o educación.
Normalmente esta patología no se presenta aislada, sino que suele ser un síntoma más, generado y mantenido por otro tipo de problemas como trastornos de ansiedad, baja autoestima, abusos en la infancia, carencias en habilidades sociales, dificultades para controlar los impulsos e incluso trastorno bipolar, alternándose períodos de mucha actividad y descontrol en la conducta sexual con otros de relativa calma, e incluso de abstinencia, relacionados con los constantes cambios de humor que suelen sufrir estas personas.
Nos podemos preguntar cuándo una conducta sexual por muy habitual que ésta sea traspasa el umbral de ser considerada normal para pasar a considerarse una patología.
Bien, aquí Rojas Marcos nos ayuda con su definición a delimitarlo "Cualquier tipo de obsesión que interfiera en la capacidad de la persona para llevar una vida normal, y que le perjudique en sus relaciones personales y laborales es una patología"
Podemos ampliar el concepto especificando que esta patología concreta comienza a ser tal cuando el sexo deja de ser utilizado como una fuente de placer para pasar a ser una forma de evadirnos de otro tipo de problemas, somos incapaces de dominar el impulso, y llevarlo a cabo no sólo no nos produce satisfacción, si no que nos hace sentir culpables y aumenta nuestro malestar, adentrándonos en una espiral dónde para rebajar ese malestar volvemos a caer en la conducta que lo produjo.
En realidad la hipersexualidad en su origen es comparable a cualquier otro tipo de dependencias, como pueden ser las drogas, el alcohol o el juego; podríamos hablar de personalidades adictivas con tendencia a desarrollar adicciones, sustituir unas por otras, o incluso de la combinación de varias al mismo tiempo, por lo que el problema es más de base, y no puede tratarse aisladamente.
Como cualquier otra dependencia, está relacionada con los cambios neuroquímicos que se producen en nuestro cerebro, en este caso provocados por las relaciones sexuales, buscando continuamente las sensaciones que éstos cambios reportan, que no están únicamente relacionados con el placer en sí mismo, y tratando de eliminar el síndrome de abstinencia.
En esta adicción también se produce una escalada progresiva buscando estímulos cada vez más intensos, si el primer paso pueden ser las fantasías, pronto se pasa a la masturbación compulsiva y al consumo masivo de pornografía, cuando esto no es suficiente comienzan las relaciones sexuales desordenadas y sin control, en citas o encuentros de una sola noche tanto con desconocidos buscados en cualquier lugar como acudiendo a la prostitución , y en muchos casos incluso dejando a un lado la protección frente a enfermedades de transmisión sexual.
Es importante volver a remarcar la diferencia entre una vida sexual muy activa más o menos promiscua que no nos plantee problemas y donde estemos satisfechos con nosotros mismos, de los casos en los que ésta actividad nos domina, nos controla, y nos acarrea sentimientos negativos.
Normalmente se acude a consulta cuando los problemas personales con nuestra pareja y nuestro entorno se han hecho insostenibles, o hemos tenido incluso problemas con la Ley por algún tipo de abuso sexual, trato con menores, voyerismo, escándalo público etc.
Como siempre, lo principal es admitir y aceptar el problema, a partir de ahí el tratamiento suele basarse en la terapia cognitivo-conductual, combinada en muchos casos con fármacos y asesoramiento sexológico, y sobre una base fundamental y específica en esta adicción: un alcohólico puede y debe dejar el alcohol, al igual que un ludópata el juego, sin embargo un bulímico no puede dejar de comer para subsanar la adicción, ni un adicto al sexo prescindir de él por completo, porque forma parte fundamental del ser humano, y esto sería bordear el problema sin solucionarlo, por tanto se trata de identificar que desencadena esta compulsión y aprender a controlar el impulso cuando éste no sea apropiado.
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