sábado, 7 de julio de 2012

Morir por ser hombre

Hay frases que se convierten en pilares para toda la vida. “Deje nomás m’ijito. Yo lo lavo”; “Ya, no me llore, macho, macho”; “Tranquila, yo pago”; “Hartas novias tiene mi hijo”;”Cuidadingo que te vea en la calle con machos, chivilla”.
Así, con frases cotidianas, se van repartiendo los roles. Un rol azul, proveedor y protector para los hombres; un rol rosa, delicado, sometido y genuflexo para las mujeres.
Sufragistas, feministas y neofeministas se han rebelado desde el siglo XIX contra estos estereotipos, pero el involucramiento del varón en los asuntos de género es relativamente reciente.

La primera vez que los servicios de noticias registraron el concepto ‘nueva masculinidad’ a escala internacional fue en 2004. En marzo de ese año, Naciones Unidas se lanzó a la tarea de expandir un nuevo concepto de masculinidad. Su centro de atención sigue siendo el Tercer Mundo, “donde el papel del hombre está estrechamente vinculado a la violencia de género”.

El planteamiento surgió desde la misma sede de Naciones Unidas, donde mujeres de todo el mundo se reunieron para analizar estos temas. Desde ese momento se trata de involucrar al varón no solo como el autor de hechos violentos, sino como una parte de la solución. Eso está escrito y firmado por el Fondo de Desarrollo de la ONU para la Mujer (Unifem).

LO QUE SE HACE AQUÍ
Hay un grupo de hombres reunidos en San Javier; otro en Concepción. Hablan primero con timidez, luego con sinceridad. No falta alguno al que se le escurran algunas lágrimas. Es el año 2002 y el tema de las masculinidades es algo tan nuevo que en el pueblo se comenta si serán maricones o qué. ¿De qué hablan tanto?
Claro, no es muy ‘masculino’ hablar de los problemas íntimos. A los varones les cuesta. El sicólogo Daniel Durán lo sabe. No fue fácil para él ‘romper el hielo’ en estas reuniones. Hace diez años que empezó a trabajar con el tema de las masculinidades, con la ONG Cistac.

Hablan del poder, de la violencia que ejercen con sus parejas, con ellos mismos y también de sexualidad y género. “Uno de los temas que se tocan son las fobias, los miedos. Miedo a demostrar lo que somos, lo cariñosos que podemos ser, lo afectivos que podemos ser con nuestros hijos o con la pareja, con los familiares y los compañeros de trabajo. Hay un prejuicio grande hacia la homosexualidad... tenemos comportamientos machistas. Son esos los miedos, los que la sociedad nos pone como barreras para no demostrar los sentimientos”. La declaración del sicólogo resume a la perfección las presiones sociales que dan como resultado a un varon ‘clasico’, como se describe en el recuadro de la siguiente página. Pero va más allá:

“Eso ocasiona un daño interno. Llegamos a reventar en un viernes de soltero, en un momento de furia por casos que llevamos guardados por muchos años, a veces hasta el día de la tumba. Hace daño no expresar los sentimientos”. Inevitable seguir citándolo:

“Quizá queremos desahogarnos, llorar, ser lo que somos. Somos seres humanos con afectos y sentimientos que se nos ha prohibido demostrar”.

VERDADES. José Toro-Alfonso lanzó dardos cargados con humor contra el machismo.



























SER MACHO ENFERMA
Las risas abundan en el auditorio de la UPSA. En el estrado está José Toro-Alfonso, sicólogo, investigador y profesor de la Universidad de Puerto Rico. Es el último día del IV Congreso Regional de la Sociedad Interamericana de Psicología. Toro-Alfonso ha titulado a su ponencia Muriéndose para ser hombre: la construcción social de la masculinidad.

Con varias cifras que asombran al público desde la pantalla, refuerza la idea de que el esfuerzo por ser hombre está matando a los varones.

El varón es una construcción social. Para ser más precisos, el rol del varón es una construcción cultural. La presión por defender y proveer inclina su conducta hacia comportamientos de riesgo y a un bloqueo de lo que Freud llamaba ‘cura por el habla’.

El hombre no explora sus emociones y sigue al pie de la letra el guión de que debe ser fuerte.

Por lo tanto, no expresa su depresión o su tristeza, que se asocia a algo ‘femenino’. Los diagnósticos de depresión se asignan tres veces más a las mujeres que a los hombres, según las cifras de Toro-Alfonso. Según los investigadores Bonino y Brooks, “se sospecha que Ia depresión en hombres es mucho mayor de lo que se pensaba previamente.

Se ha planteado que los hombres suprimen la depresión y manifiestan su malestar a través de conductas que para ellos son socialmente más aceptadas, tales como el abuso de alcohol y Ia conducta agresiva o violenta”.

El 22m4 % de los hombres en Puerto Rico entre 15 a 64 años de edad, presentaba abuso o dependencia a alguna sustancia (alcohol o drogas) frente a un 7,4% de las mujeres, según la Administración de Servicios de Salud del país caribeño.

Son cifras que, guarismos más o menos, se repiten en toda Latinoamérica. Los hombres tampoco buscan ayuda de manera informal, conversando con los amigos.

Esa irreal sensación de invulnerabilidad o fortaleza mal entendida hace que los hombres sean quienes menos contratan seguros de salud y quienes más rehuyen la visita al médico. ¿Por qué? Porque la enfermedad es una debilidad, por lo tanto, ‘femenina’.

Según la investigación de este sicólogo, mientras que un 10,9% de mujeres contrata un seguro de salud en Puerto Rico, solo un 7,4% de los hombres lo hacía. Paradójicamente, quien menos utiliza el servicio de salud es la mujer. Otra vez las cifras lo demuestran: el 6% de los hombres usaron el servicio, frente a un 0,9% de las mujeres.

¿Por qué? Por el renunciamiento. La mujer corre para hacer atender a sus hijos, a sus padres y a su marido. Cuando llega el momento de recibir atención, está agotada o quizá en una etapa complicada de su enfermedad. La sociedad le ha enseñado que ser mujer significa sacrificio. Ella, aunque esté dolorida, trabaja, pero él, con un resfriado proclama que está a punto de morirse y exige mimos y atención (nuevas risas de la audiencia).

Al varón se le enseña a asumirmayores comportamientos de riesgo. Conduce más rápido. Por cada 42 accidentes de tránsito que se registran en Norteamérica, Centroamérica y Sudamérica, 31 son protagonizados por hombres.

También fuman más. Hay un 16,8% de fumadores contra un 9% de mujeres que aspiran nicotina. Es alarmante que tres de cada cuatro suicidios correspondan a hombres. La edad más vulnerable está entre los 18 y los 25 años. Los índices de enfermedades del corazón y de muertes por cáncer en los hombres son el 50% más altas que en las mujeres. En suma, ser macho es mortal.

Catalina Rodríguez, integrante del Colectivo Rebeldía, asegura que hay una resistencia muy fuerte en los varones para tratar temas de salud reproductiva, en lo que se relaciona “a su sexualidad, a sus órganos genitales. Se resiste a que un médico lo chequee o le vea las partes, o sobre todo, saber que tienen problemas de debilidad”.

En la encuesta de Toro-Alfonso, un 56% de varones respondió que nunca o casi nunca se habían examinado los testículos. “Eso no quiere decir que no nos los toquemos todo el tiempo para cualquier cosa”, comenta, y desata más risas.

Rodríguez dice que esto seguirá así mientras no se cambie el sistema patriarcal que lo obliga a parecer macho y fuerte. Entonces, la nueva masculinidad relativiza los valores de poder, estatus y riqueza del varón clásico; la sexualidad deja de estar desconectada de las emociones, para emplear las palabras de Catalina Rodríguez, la nueva masculinidad se manifiesta cuando el hombre “sepa reconocer que a la cama nos vamos no solo con el concepto de reproducir, sino también de vivir nuestra sexualidad plenamente”. Sí, la reproducción ha sido puesta en el vientre femenino y la producción en las manos masculinas. Los programas gubernamentales no incluyen al varón. Solo existe el binomio madre-niño.

Hay más claves planteadas por Toro-Alfonso. Hay que hacer entender a los niños que pueden reconocer sus dolores, sus debilidades; hay que romper el hecho de que jueguen niños por un lado y niñas por otro; el nuevo hombre puede establecer relaciones de igualdad con hombres y mujeres y que no pierde su masculinidad al ocuparse de tareas domésticas. Toro-Alfonso tiene dos hijas treintañeras.

Hace 20 años comenzó a pensar si, con lo ‘cabrones’ que pueden ser los hombres, no se podría hacer algo para cambiarlos. A eso se ha dedicado. Claro que hay otras voces expertas -María Galindo, por ejemplo- que consideran al varón prisionero de una realidad histórica.

Entonces, ¿empezó o no empezó a formarse la nueva masculinidad en Bolivia?



ACCIONES. En varios países latinoamerica-nos se están realizando talleres y coloquios para hombres, pero con orientación de género

























Hombre clásico

CUIDADO

Protección y provisión. Cuidado hacia afuera, a los seres queridos.

Cumple los mandatos sociales y se somete a los sacrificios: descuido personal, justificado en un imaginario de aparente fortaleza.

El hombre que se preocupa por su apariencia es tildado de narcicista o egocéntrico. Se cuestiona su virilidad.

Concepto unidimensional y literal. El hombre es ‘de una sola clase’.

POTENCIALIDAD

Lo hace por imposición, por lo tanto, la connotación tiende a ser negativa.

Fuerza física, rudeza, brusquedad, rendimiento sexual.

Se mide el éxito cuantitativamente. La acumulación se convierte en un valor en sí.

Visiones de la realidad simplistas, literales y estrechas. Todo tiende a ser ‘blanco’ o ‘negro’.

Nuevo masculino

Cuidado

Para cuidar al prójimo, hay que empezar por cuidarse a sí mismo.

Considera que el cuidado personal es una actitud responsable y saludable.

Se preocupa por la apariencia sin que eso signifique una amenaza a su masculinidad.

El concepto amplía su sentido, porque se lo dota de un fuerte componente emocional.

Potencialidad

Se desarrollan como individuos más autónomos, creativos y flexibles.

Cuidado de la familia. Participa en la crianza de los hijos.

Tiene más energía y vitalidad. Desarrolla su capacidad para el disfrute. Establece perspectivas de desarrollo y autorregulación integral.

Bienestar físico y emocional. Autoconocimiento.

Eduardo Gosende. Investigador de masculinidades y género

El varón es incapaz de revisar su lugar
María Galindo / Activista
- ¿Se está formando un nuevo tipo de masculinidad?
- Tengo un espacio en Radio Deseo que se llama Machos, varones y maricones. Entrevisté a cientos de hombres, desde connotados hasta muy sencillos sobre su condición. Veo una incapacidad por ahora histórica de los hombres de revisar su lugar de poder respecto de las mujeres. Quienes plantean los divorcios para romper la opresión son las mujeres. La mayor parte de las que se divorcian quedan solas porque no encuentran una nueva pareja que las satisfaga, no encuentra un hombre diferente. En cambio, el varón rápidamente encuentran una mujer sumisa. Veo relaciones en las que los hombres van ratificándose en su postura machista y retrógrada. Hay un sexismo marcado y mucho resentimiento. Los golpes vienen cuando ella dice ‘no te lo voy a cocinar, voy a vestirme como yo quiera o voy a trabajar’. Hay una incapacidad masculina para replantear su relación consigo mismos y con las mujeres. Las mujeres sí estamos haciendo rupturas. Ellos reaccionan de manera violenta.

- En el futuro, ¿cambiará el varón?
- No creo que se trate de instaurar modelos. No han servido para hombres y mujeres. No creo en el hombre nuevo. A futuro, lo principal es que empiecen a tomar contacto con su propia decadencia. Hay una actitud violenta y decadente, son incapaces de entablar una relación afectiva donde no haya poder. Ninguna mujer nace para puta, pero todos los hombres son prostituyentes. No importa la clase social. Eso es un factor de poder para ellos.

- ¿Cómo se va a lograr el cambio?
- Se logra desde la reunión de las mujeres. Desde la capacidad de plantar nuestra propia autonomía. Tampoco reducimos la relación machista, violenta, a un factor educativo, porque estaríamos perdiendo de vista el problema fundamental que es el político, el de privilegios. Muchas madres, cientos, crían a sus hijos de manera solitaria en ausencia de la figura paterna. Con amor, pero ese niño con 14, 12, lanza su resentimiento y culpa a la madre por la ausencia paterna. Muchas veces redita la prepotencia, la violencia del padre. En muy pocas ocasiones ese niño se convierte en un joven solidario con su madre y con el conjunto de mujeres. No es un problema que se resuelve en la educación, sino en el escenario de las relaciones de poder.

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