Muchas personas se resisten a consultar a un profesional debido a algunos conceptos erróneos acerca de la terapia en el sillón.
“Yo no estoy loco para ir al psicólogo” es la frase más común al momento de rechazar alguna sugerencia acerca de una posible solución a los problemas cotidianos que nos pasan factura cada cierto tiempo.
Como consecuencia de preceptos mal fundados sobre el estudio del alma y la introspección del ser humano, la mayor parte de las personas se rehúsa a buscar ayuda profesional para aminorar los efectos del estrés, la depresión, la ansiedad, la desesperanza, la baja autoestima y otros flagelos emocionales que las aquejan.
Las situaciones envueltas en cada circunstancia de la vida —que pueden ser gratas o no— traen consigo una carga emocional que repercute de alguna manera en nuestra respuesta ante la vida.
Cuando esas condiciones se acompañan de emociones negativas y éstas nos impiden disfrutar los aspectos óptimos de la vida, es tiempo de preguntarse si es posible superar ese estado en un periodo determinado o si es necesario acudir a un psicólogo, quien —a partir de sus técnicas profesionales— nos ayude a comprender la situación y generar las condiciones adecuadas para sobreponernos a los eventos que nos exacerban.
Algunas personas creen firmemente que ir al psicólogo es muestra de su incapacidad para resolver los problemas por sí mismas. Un psicólogo no es una autoridad dictatorial que indica el modo en que se deben solucionar los problemas y conducir la existencia misma. El rol de un profesional de la psicología es el de facilitar el descubrimiento del potencial intrínseco de cada individuo y proyectarlo en la toma de decisiones y la resolución de conflictos. Si usted no es de los problemas, entonces, más bien le convendría buscar la consejería de un profesional para hurgar entre los recovecos de sus recuerdos y poner fin a aquellas memorias que perturban su personalidad. Otra opción, igualmente sana, es la de visitar al profesional, para “descargar” convenientemente nuestro bagaje emocional con el propósito de limpiar las impurezas que constantemente revolotean en nuestra cabeza, es decir, compartir aquellos detalles que deben ser expresados y vaciados de nuestro interior, para evitar la formación de “nudos” emocionales posteriores. También en aquellos casos en que uno no siente que tenga grandes problemas, pero se encuentra en un momento de la vida en que quiere iniciar un camino de autoconocimiento, ya sea para superar viejas heridas, para comprender algo de su historia, de su presente e incluso para orientar su futuro en general o en un área específica.
Definitivamente, se debe aprender a ver al psicólogo con un amplio criterio y no como aquel indagador criminal que nos hará la vida más infeliz de lo que creemos, cuando resulta ser alguien especial que guardará estricta confidencia de nuestras más serias inquietudes y confesiones.
365 días del año nos dejan situaciones emocionales que debemos resolver a menudo con ayuda profesional.
Las situaciones que se puede reconocer para visitar a un psicólogo. Shirley Salamanca Gutiérrez, psicóloga general, recomienda visitar un psicólogo cuando la persona desea “sentirse escuchada”, pues, a diferencia de las amistades o del círculo familiar, los profesionales de la psicología no juzgan al paciente, sino que, por el contrario, lo escuchan atentamente y permiten que éste se “desahogue”. Una vez analizados los argumentos, el psicólogo impulsa al paciente a encontrar las soluciones a partir de sí mismo, explica
la profesional.
También afirma que no existe una edad ideal para buscar orientación psicológica, pues ésta debe surgir a partir de la propia necesidad de cada individuo. Cuando los problemas del paciente se tornan más graves y se enmarcan dentro de una patología, entonces será derivado al área de psiquiatría, donde un especialista dará la solución a cada caso particular.
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