Nuestra vida es como un viaje en tren.
Cuando nacemos subimos al tren, encontramos dos personas queridas que nos harán conocer el viaje hasta el fin: nuestros padres. Lamentablemente, ellos en alguna estación se bajarán para no volver a subir más.
Conoceremos otras personas interesantes durante la larga travesía; entre ellos, nuestros hermanos, amigos y amores. Muchos de ellos solo realizarán un corto paseo, otros, estarán siempre a nuestro lado compartiendo alegrías y tristezas.
En el tren, también viajarán personas que andarán de vagón en vagón para ayudar a quien lo necesite.
Es curioso ver cómo algunos pasajeros que queremos, deciden sentarse alejados, en otros vagones. Esto nos obliga a realizar el viaje separado de ellos, pero no nos impedirá, aunque tal vez con alguna dificultad, acercarnos. Lo difícil es aceptar que, a pesar de estar cerca, no podremos sentarnos juntos, pues muchas veces otras son las personas que los acompañan.
Este viaje es así, lleno de atropellos, sueños, fantasías, esperas, llegadas y partidas, triunfos y fracasos. Sabemos que este tren solo realiza un viaje, el de ida. Tratemos, entonces, de viajar lo mejor posible, intentando tener una buena relación con todos los pasajeros, procurando lo mejor de cada uno de ellos, recordando siempre que, en algún momento del viaje, alguien puede perder sus fuerzas y deberemos entenderlo.
A vos que estás leyendo, te dejo un abrazo enorme, que tengas un gran día y gracias por acompañarme en este viaje.
Un abrazo con afecto: Carlos Pizarro.
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