Los golpes que recibió Ana María aquel día los recuerda permanentemente. Su vida cambió totalmente, se le vino abajo el concepto de pareja y apareció la fortaleza de llevar adelante una nueva etapa de vida.
Ella es madre de tres hijos: Carla, Ana María y Ricardo. Lleva 25 años de matrimonio con Carlos, el hombre de sus sueños. Cuando nació Carla, todo era amor y alegría en nuestro hogar -cuenta la sacrificada madre-, sin embargo pasaron unos años y Carlos sacó a flote su mal carácter y empezó a disgustarse con todo. Si Carla lloraba por alguna dolencia, la culpable era la madre de la niña; si el hombre había tenido algún disgusto en la oficina, la culpable era Ana María convirtiéndose en el centro de las culpas.
Una vez que la mujer fue agredida físicamente por Carlos, ella le pidió el divorcio, pero éste la amenazó con golpearla donde la encontrara.
Le dijo, además, que le quitaría a su hija, y que no la vería más.
A medida que pasaba el tiempo, Ana María fue albergando un profundo rencor hacia su ´media naranja´, hasta convertir su vida en una horrible pesadilla, lo que derivó en trastornos de diversa índole, desde cambio de carácter hasta dolores de cabeza y problemas psicológicos.
A pesar de esa infame vida, la mujer siguió al lado de Carlos. Nació su segunda hija y el hombre, incluso, descargaba su ira en las niñas, causándoles traumatismos psicológicos.
Entre malos tratos y una que otra migaja de amor nació Ricardo, su tercer hijo. La situación familiar no cambió, a pesar de que el energúmeno padre pensaba que comprando cosas materiales para sus hijos podía solucionar los malos tratos, hasta que llegaron a su mayoría de edad, y a pesar de que la familia comparte el mismo hogar en él reina la indiferencia y la desunión, ya que todos marchan por su lado.
Historias de esta índole se tejen en todos los estatus de la sociedad, desde las más altas esferas hasta los hogares más humildes. Pocos se animan a dar una vía de salida, muchos pueden opinar sobre el caso que, evidentemente, requiere el concurso de un profesional.
Es así que acudimos al psicólogo de la Defensoría de la Niñez y la Adolescencia del Gobierno Municipal de La Paz, Roger Cuevas, para consultarle sobre el tema.
F. ¿Qué es la violencia intrafamiliar?
R.C. La violencia intrafamiliar, uno de los grandes flagelos de la humanidad, que se podria conceptualizar de una forma mucho menos técnica como toda acción que altere el bienestar, la integridad física o psicológica de un miembro de la familia. Puede presentarse en cualquier grupo social, estadísticamente el agresor con mayor recurrencia es la pareja masculina, puede estar asociado a una alteración de personalidad o al consumo de drogas y otros.
La violencia intrafamiliar no es una situación estable, al contrario va cambiando de figura y se transforma con el tiempo en una situación incontrolable y cotidiana, se inicia con agresiones verbales, luego se presentará una conducta amenazante y finalmente se presentan las agresiones físicas que van creciendo en intensidad y en frecuencia.
La violencia psicológica se manifiesta por insultos, desvalorizaciones, amenazas, aislamiento, control, desprecio amenazar con quitarle a los hijos y cualquier forma de agresión que dañe la integridad emocional de la víctima y le haga sentir mal.
Una de las formas de entender la violencia y por qué perdura es la del círculo de la violencia que se divide en tres fases: acumulación de tensión, explosión violenta y fase de la luna de miel.
En la fase de acumulación de tensión el agresor se muestra irritable, lejano, silencioso, es indiferente a su pareja, no da respuestas, presenta malhumor e ira contenida. en la fase de explosión violenta, la ira contenida explota, inicialmente será con agresiones verbales y con el transcurso del tiempo se transforman en agresiones físicas recurrentes.
Finalmente la fase de la luna de miel, se caracteriza porque el agresor se arrepiente por lo que hizo, se muestra cariñoso, promete no volverlo a hacer, empieza una etapa relativamente tranquila. pero esta etapa no es definitiva pues empieza en algún momento otra fase de acumulación de tensión y así el circulo de la violencia empieza nuevamente.
F. ¿Cómo debe reaccionar una mujer ante un hecho concreto de violencia intrafamiliar
R.C. Lastimosamente las mujeres en un inicio no se dan cuenta que sufren violencia en cualquiera de sus ámbitos, pues tienen la percepción de que las peleas son normales e incluso algunos insultos son parte de una “pequeña pelea”, pero cuando la mujer se da cuenta que las agresiones son extremas, a veces es demasiado tarde. Por lo tanto es imprescindible que la víctima conozca los elementos que implican las diferentes formas de violencia y poder frenar el círculo desde un inicio.
F. ¿A qué instancia debe acudir la mujer cuando recibe malos tratos por parte de su pareja?
R.C. Puede acudir a las brigadas de protección a la familia dependiente de la Policía Nacional o a los servicios legales integrales municipales (Slim), dependientes del Gobierno Municipal de La Paz, las cuales son gratuitas y se encuentran en los diferentes macrodistritos de la ciudad de La Paz (subalcaldías)
F. ¿Qué proceso de terapia debe seguir luego de esos hechos?
R.C. Pueden realizar un proceso terapéutico de tipo familiar e individual en relación a las conductas explosivas, agresivas e impulsivas del agresor y la victima deberá trabajar su dependencia, su resistencia al cambio y esencialmente estabilizar sus formas de afrontar conflictos.
Por otro lado, cuando la mujer decide separarse definitivamente de su agresor no es necesario un proceso terapéutico familiar, excepto en situaciones donde estén involucrados los hijos.
F. ¿Qué tipo de actitud se debe tomar a partir de la experiencia vivida para no crear traumatismos en sus hijos?
R.C. Ante la presencia de violencia intrafamiliar la decisión de la mujer es imprescindible, pues si no se pudo afirmar los vínculos mediante un proceso terapéutico familiar la separación es una alternativa que evitará que los hijos sean también maltratados, pues la violencia intrafamiliar severa implica una forma de maltrato psicológico también severo por ambos padres, uno por acción y el otro por omisión. Finalmente, se debe tomar en cuenta que las separaciones son menos traumáticas que la convivencia en situaciones traumáticas cotidianas.
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