Cuando se detecta, es muy importante tratarla, pues puede tener severas consecuencias a futuro. La frustración suele ser su principal causa
“Mi hijo de ocho años fue expulsado del colegio el año pasado por golpear a dos de sus compañeritos. Ahora que está en otro ambiente, continúa con la misma conducta, no sé qué hacer para que no sea tan agresivo”, confiesa Ninoska. Al menos una vez al mes los profesores la citan en el colegio.
Si un hijo es agresivo, hay que ponerse en acción de inmediato. Es bastante común que los niños se peguen, pero una conducta agresiva suele ser una señal de frustración motivada por la necesidad de llamar la atención del adulto o de sus compañeros. El pequeño puede tener problemas de comunicación y canalización de la ira en sus relaciones sociales. Si no se hace nada al respecto, la tendencia puede continuar durante la juventud y, finalmente, derivar en un adulto violento que no es capaz de controlar sus impulsos.
Según la psicóloga Teresa Arévalo, los niños no siempre cuentan con las herramientas necesarias para expresar sus frustraciones, recurriendo, entonces, a comportamientos agresivos. “Primero está el ejemplo. Si los padres practican la violencia para solucionar problemas en el hogar —como golpear cuando se comete un error—, el hijo replicará el sistema. Él pensará que es la vía más efectiva antes que la comunicación, pues tendrá miedo de expresarse por el posible castigo. Si además se lo critica, se mellará su autoestima”.
Alexis Olivares, psicólogo especialista en niños, agrega que jamás se debe responder con agresividad. “Es muy distinto darle un golpecito en las manos para que no vuelva a meter los dedos en el enchufe, que darle una gran paliza por el mismo motivo”, aclara el profesional.
Lo más importante es explicarle al niño por qué se le castiga, de lo contrario, él no sabrá cuál es la consecuencia de sus actos. “A veces, algunos maestros se desentienden de la mala conducta de sus alumnos y sólo citan a los padres para decirles ‘¡su hijo se portó mal, edúquelo!’ y lo envían a un rincón, lo insultan o lo humillan”, explica Olivares.
Por ello, los padres deben acercarse al niño y conversar sobre lo que él siente, el porqué reacciona de esa forma y buscar juntos formas de canalizar esa veta violenta. Cuando el pequeño sea realmente consciente de que lo que hace causa daño a otras personas y se arrepienta, se habrá dado un paso importante.
Entra en acción
Perdón. Es importante que el niño sea consciente de que lo que hace es malo, lastima a otras personas y es su obligación el reconocer su error y pedir perdón de corazón. Los padres de familia y los maestros deben inculcar este valor. Muchas veces, los adultos creen que con castigarlo es suficiente, pero en realidad el círculo se cierra pidiendo disculpas sinceras al afectado.
Actividades. Es necesario demostrar que por el camino de la violencia no podrán lograr sus objetivos. A muchos pequeños les resulta positivo acudir a actividades que les hagan liberar energía, como las artes marciales, una manera de aprender a canalizar su agresividad. Estas disciplinas además se caracterizan por poner énfasis en que la violencia nunca soluciona los problemas.
Ayuda. Son muchos los factores que pueden hacer que un niño tenga comportamientos violentos. A veces, sólo reaccionan así en la escuela o viceversa. En otras, puede deberse a no saber cómo afrontar un profundo dolor, como la pérdida del padre o la madre. En éstos y otros casos es aconsejable el acudir a un profesional para que se trate el problema lo antes posible.
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