Hay niños y jóvenes que no se conmueven con la desgracia de otros. El cambio en las nuevas generaciones comienza en la casa
“Me indigné mucho cuando Sebastián, de siete años, comentó en un almuerzo familiar que las víctimas de las lluvias merecían lo que les había pasado por construir sus casas en cualquier lado. Corté rápidamente el comentario y le recriminé por ser tan insensible, por no pensar en los niños de su edad que están sufriendo. ¿Qué puedo hacer para que mi hijo sea una persona con espíritu solidario?”, consulta Sonia, una preocupada mamá.
Si bien la solidaridad nos hace sentir orgullosos como seres humanos, no es un valor que nace espontáneamente en los chicos. “Hay que tener en cuenta que los niños van aprendiendo los valores en casa, tanto de las enseñanzas de sus padres, como de los hechos que ve cotidianamente”, explica la psicoterapeuta Claudia Guzmán. “Cuando son pequeños, aún están aprendiendo a conocer su mundo y suelen ser egoístas, pensar sólo en ellos, en sus cosas. Incluso con los padres existe una relación de interés muy fuerte, por eso, algunos hasta chantajean con su cariño: ‘Si no me compras el juguete, no te quiero’.
Esto no es para deprimirse ni quiere decir que nuestros hijos son insensibles, simplemente están en el proceso de conocimiento del mundo y estos valores irán apareciendo con la formación de su propia personalidad”, expresa Guzmán.
Como estas virtudes son producto del aprendizaje, es en casa donde hay que promover el respeto por las otras personas. Si se trata a un hijo como si fuera el ser más importante del mundo, se lo creerá. “Siempre hay que fomentar a los niños a compartir sus cosas y a tratar de ponerlos en otros contextos, otras realidades”, enfatiza Guzmán.
Tanto la palabra como la acción son determinantes. Si una mamá habla de igualdad, pero maltrata a la trabajadora del hogar, la acción tendrá más peso que la palabra. “Después de analizar el episodio del almuerzo familiar me di cuenta de que Sebastián repetía simplemente lo que decía todo el tiempo su abuelo. Por eso le pedí que reuniera juguetes y ropa en buen estado para llevar a los damnificados y con él fuimos a ver la zona de desastre. Ahora mi niño ha cambiado de visión”, dice Sonia.
Entra en acción
Activista. Detecta tempranamente algún interés social que tenga tu hijo y ayúdale a convertirse en un activista juvenil. Si le gustan las plantas, por ejemplo, investiguen juntos sobre el medio ambiente, los animales en extinción y la contaminación. Clasificar la basura, plantar árboles y otras actividades por el estilo pueden ayudarle además a socializar con otros niños.
Opiniones. Cuando tu hijo exprese una opinión aparentemente insensible, no lo censures ni lo castigues. Mejor escucha siempre sus argumentos y luego analiza con él lo que ha dicho. Utiliza muchos ejemplos de su contexto para que exista una mayor comprensión. Usa preguntas como: “¿Y si fueras tú el que no tiene juguetes, te parecería gracioso?” o “Si no tuvieras casa, ¿no quisieras que te ayuden?”.
Voluntariado. Ayuda mucho el que participen en grupos como el de los Scouts, de danza o canto que ofrecen recitales en asilos y hogares de ancianos, o grupos pastorales o de alguna congregación que hacen beneficencia directa. Estas actividades les permitirán estar en contacto con los desfavorecidos y sentirse más agradecidos con sus condiciones de vida actuales.
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