Los límites son una llamada "al orden" de este impulso. Unos límites claros, aplicados con comprensión y paciencia, son necesarios para encontrar el equilibrio entre padres e hijos.
No permitas ni aceptes la terquedad del niño. Si lo permitimos, ella se instalará para siempre en su vida.
Diferencia la terquedad del enfado. Un niño, como cualquier otra persona, tiene el derecho a enfadarse, a no estar "de acuerdo", pero hay que evitar a que eso se transforme en una actitud tozuda y obstinada.
Si el niño es terco, que los padres no actúen de la misma forma con él o entre ellos mismos.
No uses la fuerza o el castigo físico para combatir la terquedad de los niños. Brinda al niño con una educación basada en valores.
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