“Llego a mi casa con ganas de descansar por el día agotador, pero mis hijos siempre están correteando, gritando, peleando, saltando... eso me irrita y entonces empiezo a castigar a todos, tengan o no culpa. Siento que soy una mala madre”, señala preocupada Alejandra, que trabaja como secretaria y es madre de tres niños de 5, 7 y 9 años de edad.
Muchas veces el estrés del trabajo de más de ocho horas hace que la paciencia y la tolerancia se nos agotan y cambiamos de temperamento, haciendo que sean nuestros hijos los que paguen los platos rotos, sin tener culpa.
Darse más tiempo, tener más paciencia, recibir orientación adecuada y hasta la formación integral de una persona influyen para poder manejar el carácter al llegar a casa, tras una agotadora jornada laboral, y poder reunirnos con los hijos que nos han dejado de ver por muchas horas.
“Hablar, escuchar y jugar con nuestros hijos es muy saludable, tanto para ellos como para los padres, y no debería haber pretextos para no hacerlo”, aconseja el psicólogo Alexis Olivera Olivares.
“Muchas veces los papás creen que los niños no entienden y no les hablan, y si lo hacen, es cuando están molestos. Lo mejor es explicar las cosas como son”, dice el especialista, que recomienda utilizar frases como: “Me encantaría jugar contigo, pero tuve un día muy difícil y necesito descansar media hora. Luego hacemos lo que tú quieras”. “Los niños entienden perfectamente, así evitamos agredirlos psicológicamente o hasta físicamente, porque muchas veces los papás no controlan su molestia”.
Soliz sugiere sentar al pequeño, dependiendo de la edad, al lado de uno y comentarle la necesidad que tienes de trabajar para ganar el sustento que ayudará a que no falte lo esencial en casa.
Por tanto, el estrés del día es algo muy normal, así que no te sientas mala madre o mal padre, simplemente explícale al pequeño lo que estás viviendo, controla tus impulsos y esfuérzate por darle más tiempo pero de calidad.
Habla con él
Tu hijo debe conocer cómo es tu trabajo y cuál es la necesidad que tienes de estar allí, eso dependiendo de su edad. Si se lo explicas bien, él sabrá comprender e incluso te ayudará a alivianar algunos quehaceres en casa o simplemente comprender mejor tu temperamento.
Dale atención
La prisa, querer hacer muchas actividades, la competitividad, la intolerancia o pretender que los hijos se adecuen a tu ritmo de vida, suele activar la impaciencia y el estrés, y de ahí surgen los gritos y malos tratos hacia el más débil. Si no estás preparada para manejar este tema, es mejor que aún no tengas niños.
Organízate
Organízate poniéndote horarios. Si llegas a las 18.30 a casa y tienes que preparar la cena, permítele ayudarte, por ejemplo a pelar las arvejas, mientras tanto deja que te cuente sus vivencias. Involúcralo en tus quehaceres sin darle cosas pesadas e incluye algunos juegos.
Fuente: Alexis Olivares y Mónica Soliz, psicólogos.
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