Yo no empecé. Ella me pegó primero”. “Siempre se está metiendo con mis cosas”. “¡No es justo!”. ¿Le suenan familiares estas quejas? Si tiene dos o más hijos, seguramente sabe de qué le hablamos. Justamente, de las peleas entre hermanos y más aún cuando están en la preadolescencia.
A veces los chicos discuten por las cosas más insignificantes. Sin embargo, resolver los conflictos no es algo que se debe mirar sin importancia. Según de destaca en la revista Selecciones, las peleas entre hermanos afectan la autoestima y autonomía de los chicos, alteran la armonía familiar e influyen en la forma en que elegirán a sus amistades en el futuro. Incluso la manera en que los adultos lidian con sus problemas puede ser reflejo de los conflictos que tuvieron con sus hermanos en la infancia.
Rivalidad por el dominio. "Por lo general, las peleas están motivadas por una rivalidad innata al querer establecer un dominio sobre el otro", señala la psicóloga Eva Oberlander. Además, se presenta un afán por llamar la atención de los padres y disputar el cariño de ellos.
Una de las etapas de mayores agresiones es entre los 7 y 12 años, indica la psicóloga, precisamente porque a esta edad el niño busca demostrarse a sí y a los demás su capacidad, además quieren ser autónomos y hacer las cosas a su manera.
El arbitraje de los padres. Mucho se ha repetido que los papás no pueden meterse en medio de la pelea ni menos tomar partido. "Eso es cierto. Pero sí deben intervenir en los momentos de calma, marcando la cancha y poniendo los límites muy claros", enfatiza Oberlander.
A menudo los adultos intervienen en un conflicto justo cuando estalla la violencia, “por lo que rara vez pueden determinar qué provocó la pelea”, dice la experta. El niño que arma un alboroto mediante un acto hostil, como pegar, tal vez solo esté respondiendo a las continuas provocaciones de su hermano. “Si sus padres comprendieran lo que realmente sucede, podrían ayudar a ambos niños”, explica.
Observar a los hijos brinda muchas oportunidades de alentar el comportamiento que se considere positivo, por ejemplo, elogiarlos cuando le prestan sus juguetes a uno de sus hermanos.
Dos claves. Tras una fuerte pelea, es muy importante que los padres tengan la costumbre de conversar con ellos, para que una vez calmados narren lo sucedido y puedan reflexionar sobre lo ocurrido. Es aconsejable acostumbrarlos a exteriorizar sus emociones, así le ayudan a no acumular rencores.
También recuerde no hacer comparaciones entre los hijos, son contraproducentes y solo aumentan la rivalidad entre ellos y la rabia. Hay que reconocerles personalmente a cada uno sus logros y resaltarles sus cualidades.
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