Estado reconoce las uniones conyugales libres o de hecho | El trámite para su reconocimiento legal demora tres meses. Desde las instancias oficiales se quiere incentivar a las parejas a contraer matrimonio civil.
Lo dice la letra muerta, pero la tradición sigue viva. Como siempre, la ley parece marchar detrás de las costumbres, porque el concubinato, la unión libre, unión de hecho o sirwiñacu se remonta a muchos siglos; en 1972, la Constitución Política del Estado (Art. 63) reconoce a las uniones libres o de hecho.
La juez de instrucción Shirley Becerra menciona el artículo 158 del Código de Familia, que describe lo que se entiende por unión conyugal libre. En resumen, se trata de un hombre y una mujer viviendo juntos en forma estable y voluntaria. El artículo 159 da un paso más, al establecer que las uniones conyugales libres o de hecho “que sean estables y singulares” producen efectos similares al matrimonio, “tanto en las relaciones personales como patrimoniales”. Esa es la letra muerta. El caso de Jesús Reynaldo Tomelic y de Karen Choque parece mostrar que no es así.
Desde su niñez, la vida de Jesús y Karen transcurrió en la zona del quinto anillo de la avenida Santos Dumont. Sus casas están a tres cuadras de distancia y el colegio donde se conocieron está cerca. No concluyeron el cuarto medio cuando empezaron a enamorar; decidieron decirle a sus padres que iban a vivir juntos. “Pero son unos niños”, argumentaban los progenitores, aunque terminaron aceptando, con la condición de que primero concluyan el colegio.
Al terminar las clases se instalaron en la casa de los padres de ella, y la decisión del matrimonio fue pospuesta porque tanto Jesús Reynaldo como Karen pensaban que no podrían llevarse bien. En su proceso de madurez como pareja no faltaban las discusiones y los celos infundados. A veces, Jesús Reynaldo temía que ella se canse de él. Karen supone que la base de ese temor está en su propia experiencia, puesto que cuando era niño sus padres se separaron.
Cuando tuvieron a Jesús Nicolás empezaron los gastos de la crianza y nuevamente tuvieron que postergar el matrimonio.
Cuando parientes y amigos preguntaban para cuándo, Jesús Reynaldo respondía, por dar una fecha cualquiera, ‘para el año’.
Era cierto, no tenían dinero ni para una cena, pero en octubre del año pasado llegó la oportunidad, cuando se convocó a las bodas colectivas, impulsadas desde el Servicio de Registros Cívicos.
SOLO UN PAPEL
Suena romántico. “No necesito que un papel me una a ella”. Hay hasta canciones con ese argumento, que no tiene por qué ser falso. Sin embargo, en el caso de Karen y Jesús Reynaldo el certificado de matrimonio marca la fecha de un cambio radical en su relación, no solo porque al saber que irían a la ceremonia todos se sorprendieron y luego se alegraron, aunque el pequeño Jesús Nicolás (ya de ocho años) lo tomaba como un juego. Ese día, Jesús Reynaldo estaba feliz. “No encuentro las palabras. Me sentía casado, bajo la ley”, comenta.
En el plano afectivo también hubo cambios. “Ahora usamos más el diálogo, nos expresamos. Hay más charla, y antes no había”, comenta él. Estas palabras de Karen pintan ese paraíso que es el amor sólido: “Ahora estamos mejor. Nos entendemos. Antes había discusiones por cosas sin importancia, pero ahora él dice que sentó cabeza. ‘Me hacía falta para no celarte’, dice él. Está más cariñoso. Esto le llegó al corazón”.
Pero hay más. “Es un sentimental. Ahora hace cosas que antes no hacía. Llorar, por ejemplo. El otro domingo me dijo que me quería, y que no pensaba que íbamos a llegar a tanto. Este hombre no era así. Es otra persona. Es comprensivo, cariñoso”.
Mientras hablan de sus planes para celebrar la boda religiosa, Jesús Reynaldo habla de su certificado de matrimonio: “No es un papel más”.
18 AÑOS DE ESPERA
Ese papel –el certificado de matrimonio- fue un obstáculo en la vida de Jaime Cuéllar. En su caso, quería deshacerse de él.
Estaba casado y su trabajo lo obligaba a ausentarse durante dos o tres meses. Cuando retornó de uno de esos viajes, vio que todo había cambiado. La relación con su esposa ya no era la misma y se decidió la separación. Tuvo que empezar de nuevo.
Tres años después conoció a Carmen Villegas, en La Bélgica. Empezó el romance. Cada domingo iba desde Santa Cruz hasta esa población. A los dos meses ya sabían que iban a pasar la vida juntos, pero el padre de ella no estaba de acuerdo con la relación. Resolvieron el asunto a la antigua: se fugaron. “Ya no quedaba más qué hacer. Tuvieron que aceptarlo, porque ella ya estaba en mis manos”, cuenta Jaime, que al principio sufría el rechazo de la familia de su mujer. “Es que la cuidaban mucho”, cuenta. No se sintió capaz de contar su pasado, que le impedía contraer el matrimonio civil. Durante años esperó por la sentencia de divorcio, así que redobló sus esfuerzos para mostrar que sus intenciones eran serias. Sus suegros desconocían su historia, pero decidieron confiar en él. “Estábamos muy enamorados”, cuenta Jaime. Poco a poco fue armando su taller de soldadura; también fueron llegando los hijos: Jaime, Franz, Felipe, Carmen y Daniel. Van desde los seis años hasta los 17.
También había presión de la Iglesia adventista, a la que ambos asisten. El pastor les preguntaba cuándo completarían su matrimonio. Aunque en los hechos no era así, de alguna manera Jaime sentía que vivía en adulterio. “Queríamos vivir ante los hombres como Dios quiere. Eso nos apuró, porque esta relación es para siempre, hasta cuando Dios disponga”, cuenta Jaime con la serenidad de quienes son uno, pero en pareja.
DESDE LOS JUZGADOS
Vox populi: “Después de dos años, es como si estuvieran casados. Lo dice la ley”. Falso. La Constitución no menciona un plazo previo para que una unión conyugal de hecho sea reconocida. Sin embargo, en los seguros de salud y en las empresas se pide un documento que avale esa unión. En ese momento se puede iniciar un trámite sumario ante el juez de familia. Un integrante de la pareja demanda al otro el reconocimiento de la unión libre. El trámite dura tres meses. Los abogados lo conocen como ‘proceso de reconocimiento de unión libre o de hecho’.
La sentencia demora tres meses y el costo incluye solo los honorarios del abogado, porque se trata de un trámite exento de valores. Como explica la juez de partido de la Niñez Shirley Becerra, es necesario convocar a testigos y realizar una inspección al lugar donde vive la pareja. Así se determina la fecha de inicio de la relación.
Cuando hay una separación y se debe repartir los bienes de la pareja, el trámite suele complicarse. La separación implica una crisis y por lo tanto una pelea de pareja. La disolución de la unión de hecho puede complicarse por años. No es raro que algunas mujeres ignoren que su unión está reconocida y aceptan que la pareja las eche de la casa en la que ambos vivieron; el argumento del hombre: yo trabajé para construir la vivienda y ella solo cuidaba a los hijos. Pues sí, la mujer tiene derecho a no quedar desamparada. Más aún si trabajó codo a codo con el marido. Si uno de los cónyuges fallece, el trámite es más sencillo. Se demanda el reconocimiento al pariente más cercano al fallecido. Cuando el proceso sumario concluye, la mujer puede heredar, lo mismo que los hijos de la unión.
Sí, el Estado reconoce la unión libre, pero las trabas burocráticas conducen al pasillo ancho y cómodo del matrimonio civil. En palabras de Emilio Sánchez, director del Servicio de Registro Cívico, “con el matrimonio no solo regularizamos la identidad de las parejas, sino que llevamos felicidad a los menores que nacieron de esas uniones”.
Sobre la palabra ‘concubina’ y algo más
Más que vivir juntos o compartir la vida como esposos, la palabra concubinato significa, etimológicamente, acostarse juntos, pues deriva del latín cony cubito ‘acostarse con’. Lo explica el autor de La palabra del día, Ricardo Soca.
En muchas sociedades, incluso actualmente -afirma Soca-, los hombres podían tener tantas mujeres como estuvieran en condiciones de mantener. Como ejemplo tenemos no sólo las fantasías orientales de Las mil y una noches, narradas por Sherezade, sino que hasta la propia Biblia nos habla de las setecientas concubinas del rey Salomón.
En la legislación boliviana no se puede reconocer una unión conyugal de hecho si uno de los contrayentes está casado. Si no se ha divorciado y convive durante años con otra persona, al momento de la separación es posible realizar la división de bienes. Es un derecho que algunas mujeres ignoran.
El antropólogo Jurgen Riester aclara que el concepto de matrimonio occidental ha sido fijado por el cristianismo. Más concretamente, por la Iglesia católica. Es uno de los pilares del desarrollo capitalista. Se forma una familia y “se trabaja como loco”.
En culturas como la ayoreode, el matrimonio se consuma con la llegada del primer hijo. Hay relaciones sexuales antes del matrimonio para que no se casen por motivos sexuales.
El concepto de virginidad está marcado por el cristianismo, pero en pueblos como el chiquitano o el ayoreode no ocurre lo mismo. La separación de las parejas no es dramática. En Europa se está pensando en establecer contratos matrimoniales por siete años (Riester).
Más bodas en mayo
La experiencia del matrimonio colectivo se repetirá este año
En octubre del año pasado se casaron, en una ceremonia colectiva, 251 parejas; fue en el coliseo Gilberto Parejas, facilitado por la Gobernación. A ese número hay que sumar otras ceremonias celebradas en Montero y La Guardia. En total, 281 matrimonios gratuitos se celebraron el año pasado, según las estadísticas del Servicio de Registro Cívico. En mayo se pretende repetir la experiencia, convocando a empresas para amenizar la ceremonia. Según el director nacional de Registro Civil, José Antonio Pardo, en 2009 se casaron 28.537 parejas en Bolivia. En 2010, 31.172. Falta actualizar los datos de 2011. Se calcula superar las 30.000.
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