¿Qué tanto hay que tolerar los piropos vulgares? ¿Las mujeres están condenadas a quedarse calladas, ponerse rojas y seguir su camino sin derecho a decir nada?
En principio, un piropo es todo aquel cumplido que se dirige a otra persona con el fin de halagarla, exaltarla y ganar su voluntad. Casi siempre el piropo está destinado a una mujer y forma parte de lo que podríamos llamar “los preliminares” del enamoramiento.
Es una forma de decir “me gustas”, “eres atractiva” o “me interesas”. ¿Por qué entonces ha llegado incluso a prohibirse en algunos países?.
Lo primero que se debe considerar es el hecho de que no siempre estamos de acuerdo en lo que es halagador y lo que no. Algunos hombres piensan que el solo hecho de demostrarle a una mujer que ha llamado su atención es un acto que la exalta. Por lo tanto, “debería” tomarlo a bien, sin importar el contexto o el grado de ingenio del piropo mismo. Muchas mujeres no piensan lo mismo.
Lo segundo, pero no menos importante, es la consideración de que muchos hombres creen que no hay ningún problema en lanzarle el piropo a una desconocida. El anonimato, desde su punto de vista, no debería ser obstáculo, pues, finalmente se trata de un acto amable. O gracioso.
Pero no a todos nos hace reír lo mismo y el humor tiene facetas y niveles que no todos compartimos.
Piropo y el espacio público
Todas las personas tenemos el derecho a movernos por los espacios públicos con absoluta tranquilidad.
Sin embargo, no siempre podemos hacerlo, por la inseguridad, el caos del tráfico y mil circunstancias más.
Pero, a veces, las mujeres también encuentran limitantes en función de lo que algunos hombres llaman “piropos”.
La mayoría de los hombres que lanzan piropos a mujeres desconocidas en la calle no tienen el propósito de hacerles sentir bien, sino de objetualizarlas o, incluso, minusvalorarlas.
El hombre que hace eso no ve a la mujer individual, sino que en ella ve a todo el género femenino.
Por tanto, esos supuestos piropos no exaltan los atributos o los atractivos de la chica, sino que se despliegan casi como un acto de poder sobre ellas.
El varón se autoatribuye el derecho de “evaluar” a la mujer que no conoce. No sabe si a esa mujer en particular le gustan o no esas manifestaciones, pero eso les tiene sin cuidado.
Una buena parte de los piropos sexualiza de una manera cruda a la mujer y, en ese sentido, tienen mucho más de insulto que de gratificación.
Son insultos porque son dirigidos a un cuerpo, sin tomar en cuenta a la persona que lo habita. A veces llegar a ser un auténtico abuso, en la medida en que limitan a la mujer para des- plazarse o moverse a su antojo en el espacio público.
nuevas formas de cortejo
Aunque solo algunos países han dado el paso de penalizar el piropo callejero, es claro que en el mundo actual no es de buen recibo para una mujer andar
por la calle escuchando la evaluación que los hombres desconocidos quieran hacer de su físico.
Ese tipo de piropos son más bien un rezago de la sociedad patriarcal y, por eso mismo, deberían caducar como fórmula de cortejo.
Los piropos, en todo caso, son lindos cuando permanecen fieles a su esencia: ser fórmulas ingeniosas y divertidas de halagar, expresadas con educación y respeto.
Ahí ya no se puede establecer una distinción entre hombre y mujer, porque ambos están en capacidad de diseñar alguna frase interesante para decirle al otro lo atractivo que es, lo hermosos que son sus ojos o la encantadora sonrisa que tiene.
Lamentablemente, son pocas las personas que le dan valor real a este pequeño condimento de la vida y lo hacen con verdadero arte. Porque el piropo gana valor cuando nace del ingenio y no de la repetición de lo zafio.
Una frase halagadora puede convertir un día ordinario en un gran día.
Pero, la verdad, el mundo actual es un poco tacaño en ello. Cada quien está muy sumergido en su propia necesidad de ser reconocido y exaltado, al punto en que se olvida de lo importante que es ser expresivo afectivamente con los demás.
En realidad, así como a veces nos acostumbramos a mantener relaciones tensas con los demás, también podemos habituarnos a todo lo contrario: a tener siempre a mano una frase cálida para recalcar las virtudes, los atractivos y las maravillas de los otros. Así, quizás, nuestros vínculos serían coloridos, divertidos y gratificantes.
¿Será cuestión de invertir los roles?
De acuerdo a Rubén Castro Torres, Experto en violencia de Género- en su artículo “Lo que hay detrás de un piropo”, publicado en el portal electrónico Con igualdad.ori, asegura que el dilema no es que se considere si una persona atrae más o menos, o parece que viste mejor o peor. Las opiniones son libres y variadas.
La problemática es que esa impresión sea lanzada en público cuando nadie lo ha pedido. Por ello, propongo el ejercicio, invertir los roles.
Por ejemplo, imagen que en lugar de ser un varón quien dirige un piropo a una dama -en principio desconocida- sea una mujer quien lance dicho piropo hacia un hombre. ¿Es adecuado o corriente? ¿O quizá sería juzgado como inoportuno?
Recordemos los estereotipos de género, que incluso ante una misma situación se le da un valor diferente según el género.
Castro Torres dice que en cualquier caso la solución a la problemática no se remite a la sola inversión de roles.
O lo que es lo mismo, si consideramos incorrecto que se juzgue a las mujeres por su físico, no podemos pretender que la solución sea que los hombres también sean juzgados de esta manera.
De esta manera se afirma que los estereotipos no son buenos ni para las mujeres ni para los hombres.
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