viernes, 6 de enero de 2012

Mitos sexuales

El tamaño

Este complejo es el que más afecta al hombre. Hay un dato de la anatomía de la mujer que destierra de inmediato este mito: la zona más sensible de la vagina se encuentra en los dos primeros centímetros de la entrada de la misma. La diferencia en el estímulo que reciba una mujer será más de orden psicológico que de base física, que sin dejar de ser importante, no impide un goce profundo, más cuando la relación está acompañada de amor.

El doble orgasmo femenino

Persiste aún la creencia que en la mujer se dan dos orgasmos, uno vaginal, considerado maduro y otro clitoridiano, el inmaduro. Cuántas mujeres arrastraron por tiempo el trauma de sentirse incapaces de llegar a ese orgasmo maduro. Lo que han demostrado los estudios de los mejores sexólogos a nivel mundial, es que no hay tales orgasmos, sino que existe un único orgasmo femenino. Los últimos estudios incluso afirman que el orgasmo femenino es clitoridiano, es el clítoris correctamente estimulado, el que desencadenará la descarga muscular y psicológica que constituye el orgasmo.

La vejez asexuada

Un ritmo sexual mantenido durante toda la vida asegura una vejez con sexualidad. Ese ritmo lo marca cada pareja y si bien puede disminuir la cantidad de veces que se llega al coito no tiene porque desaparecer. Haremos algunas consideraciones para el caso del varón y para el de la mujer ya que viven situaciones biológicas diferentes que exigen abordajes distintos. En el varón las pérdidas reales se limitan a la disminución de la capacidad procreativa por la baja del proceso de espermatogénesis, el período refractario post-coito se alarga, pudiendo llegar a ser de días y la calidad de la erección disminuye, tanto en rigidez como en duración. Este proceso es lento y progresivo, comenzando a notarse después de los 35 años. Si la persona tiene una vida sexual activa no pierde su capacidad sexual, solo disminuye lentamente. Puede ser que a los 80 años el hombre tenga una relación coital cada tres semanas, pero no está privado de relaciones sexuales no coitales, a las cuales tal vez no dedicó tiempo en su juventud, por su gran capacidad coital y aunque parezca extraño, debe aprender con 60 ó 70 años dimensiones de la sexualidad hasta entonces inexploradas. La mujer vive una experiencia llamada menopausia que marca la desaparición de su capacidad procreativa, pero no debe jamás marcar la desaparición de su vida sexual. Esta experiencia bien asumida puede ser, desaparecido el fantasma del posible embarazo no deseado, el comienzo de una vida sexual nueva, más placentera y libre. La carencia hormonal, fruto de la menopausia, concomitantemente trae aparejada una menor lubricación vaginal, actualmente solucionable con productos específicos. Además, la propia carencia hormonal hoy es solucionada con el adecuado tratamiento y seguimiento de un ginecólogo, superando así la posible disminución del apetito sexual.

La pasividad femenina y el protagonismo masculino

Todavía hay varones que se sienten avasallados y sin capacidad de respuesta frente a una mujer que toma la iniciativa. Tal vez sea por esto que frecuentemente se toma por fácil a una mujer que, al igual que el varón, siente necesidades sexuales y se anima a expresarlas libremente. Esto es más evidente en nuestra sociedad, que todavía sostiene el machismo, reproducido lamentablemente no solo por los varones que sacan provecho de él, sino por las mujeres que educan a sus hijos, permitiendo o prohibiendo ciertas actividades, formas de pensar, juegos o lecturas, ya se trate de un hijo varón o una hija mujer.

Estas diferencias se acentúan más si se trata de temas sexuales, sin darse cuenta que la realidad se impone y que con formación o sin ella la vida continúa. El ser humano buscará desarrollar todas sus capacidades a su momento y no cuando los perjuicios o mitos quieran hacerlo.

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