jueves, 7 de febrero de 2013

Familias ensambladas

Fabiola se casó en segundas nupcias con Roberto hace más de cinco años. Ambos tenían dos hijos varones de cinco y ocho años, respectivamente. Al año de casados nació una niña. Antes de vivir juntos nunca pensaron que iba a ser tan complicado integrar a los chicos, pero con el paso de los años, gracias a los acuerdos y al diálogo, lograron compatibilizar ambos hogares y alcanzar una buena convivencia, con mucha paciencia y perseverancia.

El rechazo
Hasta ahora Mario (18) percibe el rechazo de su padrastro. Afirma que cuando su madre se volvió a casar, él contaba con 10 años. La nueva pareja de su mamá tenía una hija de cinco años y desde que comenzaron a vivir juntos, él no se sintió como parte de la familia.

“Sentía que yo estaba sobrando en la casa, incluso veía que mi madre trataba bien a su hijastra, pero su marido no hacía lo mismo conmigo, especialmente cuando mi mamá no estaba con nosotros. Eso hizo que yo también sienta rechazo hacia él”, comenta.

Las etapas
La terapeuta familiar Lourdes Heredia dice que la tarea primordial de la primera etapa es el reconocimiento de la propia pertenencia a la nueva familia y la aceptación de los demás como miembros de la misma.

La segunda fase es de un tiempo de conflicto intergeneracional que conlleva a otra jerarquía de poder. En esta etapa el padre puede no tolerar el disciplinamiento de sus hijos de parte del nuevo cónyuge y aliarse a ellos, causando problemas.

“Esta etapa culmina con éxito cuando la identidad de la nueva familia se configura bajo la responsabilidad y autoridad de la pareja, con la participación de los hijos”, expresa la especialista.

El periodo final se presenta cuando se han resuelto todas las dificultades de las fases anteriores y se genera el respeto, la confianza y el afecto, concluye Heredia.

Convivencia y adaptación
En criterio de la sicóloga Nadia Rocabado, para la convivencia y adaptación a la nueva familia se requiere de mayor grado de aceptación, madurez, tolerancia y control emocional, además de inteligencia de parte de los adultos.

“El niño debe sentir que pertenece a una familia, que tiene su espacio, que es su casa, que cuenta con su cuarto, su lugar en la mesa, su espacio propio, sus obligaciones, responsabilidades y que se lo respeta. Dialogar con el niño y conocerlo ayudará mucho en el manejo cotidiano de variadas situaciones”, dice.

La sicóloga Ingrid Saavedra indica que los ciclos vitales que enfrenta una nueva relación ensamblada involucra el tener que conciliar necesidades muy diferentes, tomando en cuenta la edad de los hijos, las necesidades personales y, por supuesto, los nuevos códigos del nuevo hogar.

Factores que influyen
A su vez, la sicoterapeuta Mónica Rivero asegura que uno de los factores que más influyen para que el niño tenga o no problemas de adaptación con la nueva familia es la manera en que él ha vivido el divorcio de sus padres.

“Si lo tomaron a él como escudo, diciéndole cosas malas del otro, esas palabras generarán conflicto en el niño. Si el papá o la mamá con quien vivía se sintió desolado, cayendo en depresión luego de la separación, provocará culpabilidad y malestar en el menor”, explica la especialista.

Rocabado acota que si los padres biológicos se llevan bien y hay buena relación será más fácil la adaptación. Además, cuanto más pequeño es el niño, será más fácil que se adapte.

Lo que no se debe hacer
La sicóloga Fanny Parrado manifiesta que un error garrafal es que los padres dejen a sus hijos al cuidado de los abuelos cuando inician una nueva relación, por los prejuicios del trato de los padrastros, dado que las familias se fortalecen en el trato continuo y fomentar los vínculos positivos es el desafío de la nueva unión.

Cuesta aceptar el cambio
Según Fanny Parrado, como las familias ensambladas nacen de una pérdida, ya sea por divorcio o por muerte de uno de los cónyuges, es posible que a los hijos les cueste aceptar ciertos cambios, ya que si es por divorcio, aún está la fantasía de que sus progenitores vuelvan a estar juntos de nuevo.

Frente a esta situación, se pueden experimentar algunos problemas de adaptación, conflictos sobre los vínculos y contacto con los padres biológicos, intromisión de los excónyuges o discusiones económicas.

En este sentido, sugiere, los padres deben evitar ocultar su relación y tienen que saber que todo proceso lleva su tiempo, y los hijos, cualquiera sea su edad, requieren adaptarse a los cambios, generar el nuevo vínculo emocional, hacerse a la idea de que la nueva pareja de su papá o mamá formará parte de sus vidas. Para ello, se deben propiciar encuentros, salidas e interacción con las familias extensas o políticas.

Ingrid Saavedra dice que no se debe olvidar que los cambios que se generan van desde la duplicación de la familia: abuelos, tíos, primos nuevos para los hijos, y como padres se tiene que definir el tipo de vínculo que deseamos que tengan.

Se requiere tiempo
Heredia explica que la familia ensamblada es producto de un proceso que requiere tiempo para lograr su identidad y convertirse en una unidad cohesionada. Esto conlleva a un cambio progresivo de hábitos y de rutinas a los que todos deben adaptarse. Más que nada, se necesita mucho diálogo para el establecimiento de acuerdos y nuevas normas.

“Algunos estudios concluyen que se requiere un periodo de dos a cuatro años para la unificación de la nueva familia, que tiene lugar en tres etapas: aceptación, autoridad y efectividad”, resalta.

Presentación de la pareja
Mónica Rivero dice que luego del divorcio es necesario esperar un buen tiempo antes de presentar a la próxima pareja a los hijos. Ellos necesitan ese tiempo porque deben convencerse por sí mismos de que no perdieron a su padre o madre que no vive en casa, sino que seguirán siendo sus padres a pesar de la separación.

Tampoco es conveniente presentar a todas las parejas. Se debe relacionar a los hijos con una persona con la que se quiere tener una relación estable.

Hay que conocer bien a la nueva pareja, luego decirles de a poco a los niños que están frecuentando a una persona especial y quieren presentársela. “Hay que empezar de a poco y después integrar a los hijos del futuro esposo”, remarca.

Nuevos vínculos
En cuanto a los vínculos de cada miembro, Saavedra y Rivero coinciden en que es importante recordar que el afecto no debe forzarse y que cualquier sentimiento requiere de tiempo y dedicación para desarrollarse.

“Es muy frecuente la actitud competitiva entre padres y padrastros, situación que no coadyuva con la adaptación, por lo que frente a la necesidad del hijo de mantener una actitud de lealtad con su progenitor, es recomendable que asuma una posición neutral sobre la nueva relación del padre o la madre”, indica.

Ante una nueva relación, especialmente las madres solteras, piden a sus hijos que les llamen papá o mamá a su nueva pareja. Eso, en criterio de Rivero, no es bueno, porque si bien en los primeros años puede parecer algo inocente, al entrar en la adolescencia seguramente causará problemas. “Es conveniente que el hijo siempre sepa la verdad, porque tarde o temprano se enterará”, insiste.

Lo que se debe hacer
Nadia Rocabado hace hincapié en que el adulto debe saber que los niños pelean. Lo que hay que cuidar es que no se agredan y si se da ese tipo de situaciones, uno tiene que ser objetivo y recordar que para que se dé una riña se necesitan dos.

Hay que ser ecuánime con los niños para que unos no se sientan menos y otros más, evitar las preferencias, hacer que todos cumplan las mismas reglas. Integrar a los niños a todas las actividades que se hagan en familia para recrear en ellos un sentido de pertenencia, practicar actividades en las que los niños tengan intereses en común.

Se tiene que dejar de lado las clasificaciones de mis hijos o tus hijos, porque no ayudan para nada en el establecimiento de la nueva familia. “La aceptación es la clave y establecer lazos de cariño y amistad es lo ideal”, concluye.

Establecer reglas
Fanny Parrado recomienda a los padres crear las reglas de la nueva familia y realizarlas en equipo consensuando y negociando ayuda mucho a compatibilizar los dos hogares, con escalas de valores y hábitos de vida a veces diferentes. “Los hijos deben entender que estas reglas de cada hogar no son ni mejores ni peores que las del otro hogar, estén seguros de que en la medida de que propician relaciones cordiales, fortalecen el afecto, la comunicación y negocian cordialmente tendrán mucho más éxito”, indica.

Asimismo, Rivero agrega que es necesario establecer límites para todos en casa sin tener preferencias, pero siempre respetando la autoridad del padre. Finalmente subraya que no es conveniente que el padrastro o madrastra pegue o llame la atención de su hijastro, porque esto es función de los padres, independientemente de que no vivan juntos.

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