El Síndrome de Wendy es un trastorno que se fundamenta en la necesidad de satisfacer al prójimo, miedo al abandono, al rechazo y un constante deseo de complacer a todos, pero en especial a la pareja. Es una conducta compleja que no presenta ninguna patología a simple vista y está muy relacionada con el Síndrome de Peter Pan, que se refiere a todos aquellos hombres y mujeres que no quieren crecer.
Problemas a la vista. Según explica la psicóloga clínica Cindy Cáceres Antelo, quienes padecen el Síndrome de Wendy difícilmente controlan su propio rumbo en la vida, por lo que se enfocan en tratar de controlar la vida de otra persona. Frecuentemente el origen de este síndrome se encuentra en el pasado familiar de quien lo padece, en donde esta persona se sintió excluida y desprotegida, por lo que en la edad adulta compensa la falta de dirección y protección asumiendo el rol de los padres que no ha tenido.
Comportamiento. Por ejemplo, el Síndrome de Wendy lo tendría la madre de familia que prácticamente le hace la tarea al hijo, lo despierta todas las mañanas para que no llegue tarde a la escuela, le ayuda en todos sus proyectos, busca hacerle siempre la vida fácil. También la ama de casa que asume todas las responsabilidades en el hogar para que el marido y los hijos no tengan que hacerlo o un miembro de una pareja que asume todos los deberes y toma las decisiones. El individuo, debido a su miedo al rechazo, al abandono, a no sentirse querido, busca exageradamente agradar a los demás. Siente una gran necesidad de aceptación y aprobación que lo lleva a querer ser imprescindible, por lo que evita que los demás se molesten y se esfuerza en complacer sus deseos, explicó Cáceres.
Diagnóstico. Usualmente su diagnóstico se realiza porque las personas acuden a la consulta sintiéndose sobresaturadas o agobiadas. Si bien la mayoría de las personas aquejadas de este síndrome acude al especialista por voluntad propia, suele necesitarse varias sesiones de psicoterapia para poder concienciar su verdadera problemática, ya que consideran que lo que ellos hacen es altamente loable y aprenden a manejar sus patrones de pensar y actuar que se han ido consolidando a lo largo del tiempo y sustentan el síndrome. Sin lugar a dudas, indica Cáceres, puede ser un proceso lento porque implica un cambio en la visión del mundo y en la autoimagen, pero no es una tarea imposible.
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