“Sencillo: odio el fútbol”. Tácita, inequívoca es la respuesta de Marcela cuando explica por qué le urge “conversar” con su novio los domingos a la hora de los partidos. Si bien existen muchas chicas que son más fanáticas que el Chupa Riveros o el Gordo Saravia, una gran mayoría simplemente detesta este deporte. Y es más, lo boicotea.
“Yo creo que el fútbol es el deporte más superficial e insulso del planeta. No produce nada positivo, sólo genera un fanatismo enfermizo que llega a niveles increíbles de violencia”, sentencia Ana. “No quiero desmerecer el esfuerzo de los deportistas que ejercitan su cuerpo cada día, pero la mente y el espíritu, ¿dónde quedan? A mí me sería imposible convivir con un hombre futbolero... ¡por eso me casé con uno que no lo es!”.
Las que no odian el deporte per se, están molestas porque no lo entienden o porque les roba las atenciones del galán. “Lo que me molesta es que no me expliquen qué significa un tiro de meta, posición adelantado y otros términos. Los hombres no tienen paciencia para explicar o no saben cómo”, se queja Marisol. “Para que nos mantengan contentas sería muy bueno que nos den un besito o un abracito cada 10 minutos, por lo menos mientras ven al partido”.
Quién tiene el control
Ante este panorama, cuando se acerque un partido interesante, es muy importante aclarar las cosas: si ella no está dispuesta a verlo, simplemente, no la obligues. Sugiérele que vea a sus amigas, vaya al cine o visite a su mamá.
Si ella prefiere quedarse, explícale que para ti es algo muy fundamental, como para ella es ver su telenovela o sus clases de spinning. Y de antemano, explícale que mientras ves fútbol estás con otro chip, y que no responderás a ninguna pregunta —“¿Cuánto me amas?”, “¿Formalizamos lo nuestro?”, “¿Me invitas a un viaje a Miami?”— y que, si lo haces, será por presión y no tendrá valor.
Por ello, mejor reúnete con tus amigos en un bar o en la casa de uno de ellos, así estarán en un ambiente que comprenda la euforia sin comentarios sarcásticos ni el clásico, “¿recién el primer tiempo? ¡Me aburro!”
“Nunca entendí por qué la gente se alteraba tanto con los partidos. Me gusta ver a la gente feliz, pero cuando entiendo por qué. Por suerte, tengo un novio futbolero que nunca me pide ver ni un partido. Son unas buenas tres a cuatro horas en las que yo tengo tiempo para hacer cosas que me gusten”, se enorgullece Lía.
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