¿Quién no ha tenido el corazón roto por una inmensa tristeza alguna vez? Creo que todos, como seres humanos que somos, hemos pasado por ello.
Estoy segura de que hemos afrontado nuestra pérdida de diferentes maneras. Hay personas que se refugian en el alcohol y las drogas para olvidar el dolor por una gran decepción o por una traición. Hay quienes buscan la muerte para olvidar toda la tristeza causada por el deceso de un hijo(a), un padre o una madre y otros se van a lugares lejanos para olvidar los tristes recuerdos y para sanar su corazón.
Yo he tenido el corazón roto muchas veces, he perdido una hija, una madre, un padre, dos sobrinas, un gran amor, la separación de mis hijos pequeños y un sinnúmero de acontecimientos aciagos que hicieron que llegara a pensar que yo había nacido sólo para sufrir y que Dios se había olvidado de mí. ¡Tenía el corazón destrozado! ¿Cómo llegué a sanar mi corazón? En esos momentos el único remedio que tuve al alcance de mis manos fue la fe y la gran confianza que tenía en Dios.
Incluso estuvo conmigo cuando apenas si tenía un pan para comer y en mis días más tristes y solitarios, siempre estuvo a mi lado y me instaba a seguir adelante, haciéndome ver y apreciar la belleza de esta vida.
En medio de la tristeza, la pobreza o el dolor que hubiese tenido en aquél momento Él estaba a mi lado.
Ahora puedo comprender que la vida está hecha de llegadas y partidas y que todo tiene un principio y un final y ése es el ciclo de esta vida terrenal.
Escrito por Charitín
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