Hablar con los niños desde temprana edad sobre las personas con discapacidad ayudará a crear una visión más inclusiva y de aceptación.
Andrés tiene ocho años y Mario tiene cinco. El mayor ya se ha dado cuenta de que su hermanito no es como él: nunca lo mira, no habla, su rostro se ve distinto. Mario padece del síndrome de Martin-Bell, un problema congénito que produce, entre otras cosas, retraso mental. Andrés lo quiere mucho y, cada vez que otros niños le preguntan, él responde: “Mi hermanito es muy especial, ve el mundo con muchos más colores y formas”.
Los papás de Andrés le han enseñado desde muy chico a cultivar amor por su hermano sin sentir pena por él. “La mayoría de los niños son muy sensibles y su principal preocupación ante un similar con capacidades diferentes, es si están sufriendo mucho por este motivo. Se debe aclarar simplemente que son distintos, como cada individuo lo es”, subraya la psicóloga Patricia Rojas.
A partir de los cuatro años, los niños se percatan rápidamente de que otro no puede ver, hablar o caminar. Por lo general, soltarán preguntas que, recomienda la psicóloga, deben ser aprovechadas para explicar la situación de las personas de capacidades distintas.
El primer error que cometen muchos padres es el de tratar que el niño no vea o no pregunte. Esta prohibición dará paso a la culpa y a la concepción de que se trata de algo malo o vergonzoso. Es mejor explicar que las personas somos diferentes de muchas maneras, como en el color del cabello o de la piel. Es bueno decir lo interesante que resulta que alguien que no puede ver tenga la habilidad para reconocer un rostro con sus manos o guiarse con un bastón. El objetivo es promover una actitud de aceptación e inclusión.
Las respuestas complejas tampoco son útiles. Si un niño pregunta por qué alguien va en silla de ruedas, se debe explicar que no puede caminar. Y cuando no se sepa una respuesta, un “no sé”, resultará sincero.
Es muy importante tener cuidado con los términos que se usan para hablar de discapacidades. Jamás se debe usar como insulto (“¿Eres retrasado?”) ni para identificar a una persona (“Donde está la cieguita”). Es muy importante el buen uso del lenguaje para no discriminar.
Y lo más importante, poner énfasis en las igualdades. Un niño puede tener una discapacidad, pero sigue siendo un niño. Se debe señalar siempre lo que tienen en común.
Despeje todas las dudas
Temores. A muchos niños les preocupa el poder contagiarse o estar en la misma situación. Según la discapacidad que vea, coméntele las causas de forma fidedigna.
Contacto. Si conoce a alguien cuyo hijo tiene una discapacidad, procure reunirse con ellos para que sus hijos puedan ver que su vida transcurre con normalidad.
Sociabilidad. "¿Por qué no habla como nosotros?", pueden preguntar los niños. Si sabe la causa, explíquela de forma sencilla y recalque que no es que no le haya simpatizado.
Tranquilizador. Los chicos piensan en el dolor del que tiene discapacidad. La pena no es el camino. Decir "No camina, pero está bien” o “Es feliz, sus papás lo aman”, es más positivo.
Ejemplo. Si uno mismo reacciona de forma extraña ante personas con discapacidad, los niños lo notarán al instante y tomarán el ejemplo. La educación empieza por casa.
Normalidad. No se refiera a unos como “normales” y a otros como “especiales”. Haga hincapié en que cada persona en el mundo es única, valiosa e importante.
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