El número de causas de padres que piden la tenencia de sus hijos está aumentando | Los diez casos que están en proceso son la “punta del iceberg” que muestra esta tendencia
Palacio de Justicia, piso 18. Ahí funciona el único juzgado de la Niñez y Adolescencia de Santa Cruz, puesto que los otros dos permanecen sin un juez designado desde noviembre del año pasado. La carga procesal es grande, pero lo que llama la atención en esas oficinas es que ahora es más frecuente que los padres pidan la custodia o la tenencia de los hijos. Antes, lo usual era que esa responsabilidad caiga sobre las mamás. La migración ha sido el fenómeno que los profesionales del juzgado señalan como uno de los motivos principales para que surjan más varones que son “padre y madre”.
Según estima la jueza Marisol Ortiz, desde hace dos años las causas han aumentado entre un 30 y un 40%. Actualmente hay diez procesos que están en curso. Todos han sido planteados por padres y hay alguno que ha sido ya resuelto. Es el caso de RR, que está a cargo de su hija, de seis años, puesto que la mamá decidió alejarse para iniciar una relación nueva.
LOS NUEVOS ROLES
Los tiempos van cambiando, según Ortiz. El antiguo “pater familias” que menciona la exjueza Gaby Suárez está dando paso a un nuevo estilo de paternidad en el que los hombres se contactan más estrechamente con su lado maternal. Las nuevas leyes --Código Niño, Niña y Adolescente-- otorgan la igualdad de las responsabilidades al padre y a la madre, y desde 1989, con la Convención sobre los Derechos de los Niños, éstos dejan de ser una “propiedad” y pasan a ser sujetos de derecho. Por eso es cada vez más frecuente encontrar historias como éstas, cuya intención es celebrar el reciente Día del Padre.
Carlos Jiménez La fórmula, hablar bastante y tener confianza
Su esposa está en Suiza desde hace siete años. Desde allá está pendiente de todo lo que ocurre con sus tres hijos, aunque en una ocasión tuvieron que esconderle un accidente sufrido por su hija mayor.
Se ha vuelto un experto para cocinar asado en olla, majadito, pollo al horno y milanesas. Cuando deja de hacer pan, sus cuatro hijos le reclaman, porque hornea “con todas las de la ley”: mucho queso y bastante leche. Ya tiene clientes que conocen su habilidad. No es casual, porque tomó un curso de panadería en una escuela. El pique a lo macho es otra de las especialidades con las que mantiene unida a su familia. El único momento de crisis que tuvo fue un disparo accidental de una escopeta que recibió su hija mayor, que tiene 25 años. Sufrió una herida en el hombro derecho que le impide mover normalmente el brazo. “Por eso quiso estudiar Medicina. Lo decidió en dos días”, cuenta su padre. María Luisa está ahora en Cuba, estudiando Medicina. En febrero del próximo año retornará a Bolivia. Cuando sufrió el disparo, su mamá no se enteró durante cinco días. No querían preocuparla, porque estuvo internada durante un mes y tuvo que recibir transfusiones de sangre. Al final, la mamá se dio modos para averiguar qué pasaba y tuvieron que contarle toda la verdad. Aún tiene algunos perdigones en el hombro.
Carlos Eduardo (24) y Jesús Daniel (18) ya están trabajando, y el menor, José Luis (15), va al colegio y por las tardes asiste a un curso de computación. La clave para este padre consiste en hablar mucho con los hijos, aconsejarles siempre y confiar en su esposa, que está juntando dinero para retornar en algunos años.
Juan Carlos Paniagua “Ahora mis hijos cumplen sus tareas de forma independiente”
Nueve años estuvo Lucía languideciendo por el cáncer. Aunque no podía permanecer de pie, se daba modos para atender a José Luis y Anabel. Desde que murió, el año pasado, sus dos hijos tuvieron que asumir nuevas responsabilidades.
Fue una agonía larga. Los médicos finalmente fueron derrotados y el 4 de marzo del año pasado dejó de existir. Juan Carlos Paniagua está ahora a cargo de sus dos hijos, que tienen 13 y 14 años. Es una edad complicada, pero los adolescentes cumplen con sus nuevas obligaciones. Deben lavar su ropa, asear los cuartos y cumplir con sus tareas. José Luis ha iniciado un curso de mantenimiento de computadoras en el instituto Domingo Savio y utiliza su propia máquina para ver “si es cierto lo que el profe le dice”. Anabel quiere estudiar Medicina. “Todavía falta que pase el tiempo. Si ella quiere esa carrera, se hará lo imposible para ayudarla”, afirma su papá. Ambos son “monitoreados” por los tíos regularmente.
Aurelio Pascoe Con el dolor demasiado reciente
El 13 de enero Aurelio cumplía años y el médico le dijo que debía prepararse para lo peor. El tumor del páncreas de su esposa le dejó el tiempo justo para despedirse.
Pasó las fiestas de fin de año con sus hijos sostenida por medicamentos que la tenían soñolienta todo el tiempo. Cuando la internaron el 12 de enero, le dijo a su esposo que ya no saldría del hospital. Pocos días después, pidió que la maquillaran y sólo le quedaban fuerzas para mirar a Aurelio, que la abrazaba y le decía que la amaba. El viernes 4 de febrero, a las 08:30, falleció.
Ahora, sus hijos de tres, ocho y 16 años esperan cada día al padre, porque por las noches los recuerdos afloran. El dolor aún es reciente, pero el mayor está decidido a ir a la universidad y salir adelante. “Tengo que ser fuerte”, se repite Aurelio, mientras le dice a sus hijos que su mamá los cuida desde el cielo.
Alberto Ruth Pensó que no resistiría la ausencia
Pensó que no resistiría el dolor cuando sus tres hijos se fueron a España después de varios años de vivir con él. Está esperando el retorno de uno de ellos.
Como la mayoría, no le sobraba tiempo para estar con sus hijos, pero los controlaba con llamadas de celular. Mientras hacía los despachos de prensa (trabaja en un canal de televisión), se enteraba a qué hora salían del colegio, en qué momento llegaban a la casa y si ya habían almorzado. Así ocurrió durante tres años, hasta que la mamá, que vive en España, propuso que estén con ella. Así lo hicieron. Alberto volvió un año después, salió bachiller y retornó a España. Ahora quiere iniciar una carrera militar en la Legión Extranjera. Ricardo sigue estudiando, pero quiere retornar. La más pequeña parece mejor adaptada a la vida en Europa. El papá temió, al principio, ser presa de la depresión, pero luego se refugió en el trabajo. Espera verlos de nuevo.
Camilo Parada Quedó con seis hijas
A los 30 años conoció a su primera esposa, que tenía 16. Tuvieron seis hijas, pero una enfermedad impidió que María Beatriz viera crecer a todas.
Seis hijas quedaron con él cuando murió María Beatriz a mediados de los 90. El padre insistió en que si él faltaba, las mayores debían ayudar a las menores a profesionalizarse. Entre las claves que hicieron que cinco de ellas ya tengan una carrera está la conversación constante. No pasa un fin de semana sin que se reúna con los yernos y los nietos. Todos están pendientes de lo que les pasa y se colaboran. No ha faltado la disciplina, cuyas reglas el papá no duda en seguir. Insiste siempre en un mensaje: despertar las dotes de liderazgo en sus hijas, que él resume así: “Ayudar al más débil y enseñar lo que saben”.
Jorge A.Lora Con varios refugios de amor
Vive a cinco minutos del colegio de Kiomi y a cinco de su trabajo, por lo tanto, por razones prácticas la niña pasa gran parte de su tiempo con él.
Es actor y también incursionó en la literatura para niños, así que no es raro que con su hija compartan lecturas y películas con mucha frecuencia. Van al cine y también al teatro, que absorbe una parte de las horas del papá.
La relación con su expareja no es caótica, así que manejan muy bien el tema de cuidarla por turnos.
Los fines de semana están casi siempre en la casa de su padre, Arturo, que también es actor y como todo abuelo, consentidor, querendón y cariñoso. “La casa del abuelo es un refugio de amor para ella. Algunos días se queda a dormir, porque ahí la niña, de diez años, también comparte con el resto de su familia.
Willy Shoaie Con el tiempo dividido
Este papá es la excepción a la regla de este reportaje, puesto que comparte con la mamá de su hija el tiempo que pasan juntos.
El rector de la universidad Nur y su exesposa llegaron al acuerdo, después de hacer una nueva vida separados, de compartir el tiempo que pasan con su hija, Natalia, de cinco años. Pasa los fines de semana y algunos días hábiles con su papá. “Aún es chiquita, así que podemos mantener esa rutina”, explica. Los sábados y domingos casi siempre están reservados para hacer actividades con la pequeña, pero, como aclara, “obviamente falta tiempo. Todo padre quisiera tener más tiempo con su hijo”.
La rutina consiste en salir a alguna heladería, a comer hamburguesas o a seguir sus jueguitos en Internet. Por supuesto, el papá trata siempre de armar algún viajecito a algún lugar cercano como Samaipata.
Para definir el tiempo compartido
Según ha visto la psicóloga Elizabeth Molina, del Juzgado Tercero de la Niñez y Adolescencia, los niños suelen ir remplazando alguna de las figuras faltantes en su vida. Fue el caso de Iván, que vive con su padre, que tuvo que recurrir a ese juzgado porque los maltratos de su madre eran frecuentes y, además, ya había expresado su voluntad de dejarlo con su padre.
Durante la entrevista psicológica, el niño se veía seguro y muy ligado al padre. Cuando tuvo que hablar de su mamá, prefirió no contar nada, lo que la profesional puede interpretar como un apego al papá o a un sentimiento de falta que muestra el proceso de remplazo de la figura materna. El proceso iniciado por el padre está ya en conclusión. “Es que a veces, algunas somos más mujeres que madres”, dice la profesional, porque algunos casos que ha visto se explican por el cambio de pareja de la mamá. Una de ellas estaba ya embarazada de su nueva pareja, por lo que decidió no asistir a las audiencias en las que el padre pedía la tenencia. “Cada vez más, los papás cumplen su rol y se preocupan de los detalles”, explica.
El trabajo psicológico se complementa con el que realiza Lizeth Méndez, la trabajadora social del juzgado. “La mitad de los procesos fue iniciado por la madre y la mitad por el padre”, sostiene la visitadora. La jueza Marisol Ortiz cuenta que ha decidido aplicar el tiempo compartido en varios casos, puesto que a veces no es suficiente para uno de los padres establecer lazos solo durante los fines de semana. En ausencia de la mamá es frecuente que los integrantes de la familia ampliada (abuelos, por ejemplo) asuman la tutela.
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