domingo, 6 de marzo de 2011

Trastornos psicosomáticos: Niñez y adolescencia:

En muchas ocasiones los dolores, síntomas e inclusive enfermedades no son producidos por una patología orgánica, sino como consecuencia de problemas psicológicos que derivan en un dolor o enfermedad física. En estos casos la persona realmente siente dolor; el cuerpo presenta su propia forma de comunicación para manifestar aquello que duele, que angustia o que da miedo en algunas situaciones o experiencias de la vida. En niños y adolescentes es muy común y lo importante es no evitarlos porque son simplemente parte de una etapa evolutiva, pero sí se debe conocerlos para abordarlos y que no se conviertan en una forma de ser permanente.

En niños y adolescentes, al igual que en los adultos, diversas enfermedades o síntomas están relacionados con factores psicológicos. Dichos factores pueden ser la causa del síntoma o enfermedad física o bien ser los desencadenantes, agravantes o influir en el mantenimiento de la enfermedad. Es ahí donde los profesionales de la salud están llamados a “interpretar” este fenómeno psicosomático como la expresión de una emoción que ha logrado ser dominante en el organismo de un niño o adolescente, produciendo alteraciones a nivel corporal, originando situaciones de preocupación para su entorno familiar.

“La patología psicosomática consiste fundamentalmente en padecimientos orgánicos o bien en su desencadenamiento, en su mantenimiento o en el curso y evolución de los trastornos que se debe a una causa psicológica o psicopatológica”, explica el Prof. Dr. José Luis Pedreira, psiquiatra del Hospital Infantil Universitario Niño Jesús de Madrid, que llegó a Bolivia invitado por el Prof. Dr. Jorge Serrano Mercado del Centro Sinpoiesis, para dictar un Seminario sobre Trastornos Psicosomáticos en la niñez y adolescencia.

Los trastornos psicosomáticos no se deben a una causa, sino a un conjunto de factores del funcionamiento interno y a una manera de expresarse.

“Hay gente que representa muy mal mentalmente las cosas que le suceden y simboliza mal; al tener una representación mental con dificultad de las cosas del entorno tiene que expresar su sufrimiento de alguna manera”, explica el especialista.

Algunos lo expresan a través del trastorno comportamental; son gente que lo traduce en agresión o en el consumo de sustancias, etc. Pero hay un grupo muy importante que lo traduce en un malestar físico. Por ejemplo, cuando una persona está sometida a mucha tensión, le duele la cabeza, o cuando se le obliga a hacer algo que cree no poder por alguna razón, no puede “digerir lo que se le está exigiendo”, entonces le duele el estómago. Lo mismo ocurre cuando se quiere retener algo que se está perdiendo; pueden venir estados diarreicos.

“Nos puede pasar muchas veces a todos en determinadas circunstancias que el cuerpo expresa un malestar interno del proceso mental, que en ese momento no tiene cabida o forma de expresión”.

Un aspecto importante a tomar en cuenta es que el dolor, síntoma o enfermedad que se debe a los trastornos psicosomáticos, es real.

“El dolor es totalmente real, si se podría hacer un registro gráfico se comprobaría que existe; porque el dolor mental existe y al no poder salir se transforma en un dolor corporal”, asegura.

EN LA NIÑEZ

Se debe tomar en cuenta que en niños se presentan los trastornos psicosomáticos como parte de su desarrollo, es decir, como una etapa normal. Los trastornos psicosomáticos se manifiestan desde el nacimiento. El bebé no tiene lenguaje entonces manifiesta su malestar psicológico con vómitos o evacúa con mayor frecuencia, llora más, se agita, etc.

“Los niños tienen a mano esto porque su lenguaje todavía no puede expresar los contenidos mentales y porque su pensamiento está en un momento evolutivo que es lo que le permite aprender, a esto se llama pensamiento operatorio. Ellos no tienen todavía un pensamiento concreto específico que va dirigido a las situaciones y además les pedimos una adaptación social mayor a la que pueden responder, entonces esta es la base del funcionamiento de los trastornos psicosomáticos”, explica Pedreira.

La presencia de una alteración funcional en el niño y en el lactante indica la existencia de una perturbación en su organización psíquica y de la relación con sus padres.

“La patología psicosomática se da cuando hay una dificultad para el proceso de elaboración y maduración mental que puede deberse al vínculo con las figuras parentales, por ejemplo. Es decir que cuando no es suficiente la seguridad y protección que los padres deben dar a sus hijos, aparece un trastorno del vínculo y el trastorno psicosomático se hace en expresión. El bebé en vez de pedir cariño se enferma para ser cuidado”, explica el especialista.

La dificultad para la expresión verbal de las emociones en la infancia, fruto de la inmadurez cognitiva y de la limitación de vocabulario, está considerada como uno de los factores que subyacen, entonces la comunicación del malestar emocional se expresa a través de síntomas físicos.

Por otro lado, la violencia familiar, el consumo de sustancias de uno de los padres o una situación en la que el niño está viendo una alteración en la relación entre padres o hacia él mismo, condicionan el contexto en el cual se desarrolla y sobre todo porque la imagen externa del infante se ve interferida por dichas alteraciones.

“El que tiene que proteger al niño es el que le zurra (da una paliza) o quien tiene que darle seguridad es el que causa inseguridad en la familia pegando o maltratando a su madre.

Estos factores que son externos pueden ser los agentes desencadenantes o pueden inclusive ser de mantenimiento en los trastornos psicosomáticos”, asegura.

EN EDAD ESCOLAR

Otra situación frecuente y que se puede ejemplificar para que los padres se den cuenta de la presencia de trastornos psicosomáticos es cuando la familia estuvo tres meses de vacaciones y todo estuvo perfecto, pero cuando vuelven y comienzan las clases aparecen los famosos dolores de estómago y que en algunos hace que se pongan hasta pálidos y puedan inclusive vomitar, pero esto dura de lunes a viernes. El fin de semana están de maravilla; sin embargo el lunes otra vez se descomponen, asegura el especialista.

Es muy frecuente que cuando comienzan las clases empiecen los famosos dolores de estómago, inclusive con vómitos. En otros casos se ponen sudorosos y pálidos y esto se debe a que no consiguen armonizar las exigencias que les están imponiendo con las posibilidades que ellos están desarrollando aunque sean niños brillantes.

“Son piezas de un rompecabezas que no pueden armar entre lo que le están diciendo y lo que en realidad sienten”, explica.

En niños que comienzan con dolores cuando tienen que ir al colegio, los padres deben explicarles que va a pasar y que deben ir, pero reafirmar que con seguridad se los recogerá cuando las clases acaben. Por otro lado, en este tema es fundamental que los profesores estén al tanto que hay niños que se ponen mal de sólo pensar que los pueden tratar mal.


EN LA ADOLESCENCIA

En la adolescencia se da una especie de salto cualitativo, pero muchos a veces no lo pueden dar fácilmente porque tiene mucha importancia la imagen corporal.

“Para las mujeres ese salto es doloroso por los cambios corporales que son repentinos; la pubertad, que es la entrada al proceso de la adolescencia, y eso es lo que produce en muchas ocasiones alteraciones en la alimentación, ya sea por ansiedad o depresión, por reafirmación o rechazo a los cambios”, dice el especialista.

Los trastornos psicosomáticos están presentes en la adolescencia pero lo importante no es evitarlos porque son una etapa evolutiva. Simplemente se debe conocerlos para abordarlos y que no se conviertan en una forma de ser permanente.

“Todos los niños tienen respuestas psicosomáticas, el problema es cuando no se aborda el manejo del componente psicosomático en la adolescencia y puede fijarse con la personalidad, es decir la reproducción continua de ese proceso da paso a un adulto “somatizador nato” que ante cualquier situación presenta dolor, diarrea, etc.”, dice el especialista.

Una expresión corriente durante la adolescencia son los trastornos del comportamiento alimentario como la llamada bulimia nerviosa que se traduce por atracones excesivos de comida y luego vómitos provocados por la o él adolescente. Este trastorno provoca modificaciones importantes a nivel del funcionamiento corporal como la ausencia de reglas y/o perturbaciones en la relaciones familiares que se convierten en más tensas porque los padres se preocupan por la salud de su hijo y piensan que se trata más de “un problema de voluntad y de esfuerzo” por parte del mismo. Algo similar sucede en los casos de la anorexia nerviosa, otro trastorno del comportamiento alimentario, en el cual él o la adolescente se niega a alimentarse correctamente recurriendo a una hipervigilancia de lo que come para evitar el exceso de calorias. Las manifestaciones más importantes son precisamente el adelgazamiento, falta de apetito y la ausencia de reglas. En estas situaciones conviene acudir a un psicólogo o psiquiatra, especializado en la adolescencia, que ayude a la persona que padece esta enfermedad y a su familia a comprender el mensaje relacional que implica su conducta y cómo cambiarla. Su comprensión se sitúa en la búsqueda y construcción de su identidad, es decir, en un campo que puede ser diferente al de la alimentación.

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