“Mi mamá murió hace 11 meses por una enfermedad y mis hijos de 8 y 10 años estaban muy acostumbrados a ella. Todos lloramos esa pérdida. Mi esposo y yo hablamos con los niños, les dijimos que Dios se la llevó porque ya estaba muy cansada pero que nos reuniríamos de nuevo con ella algún momento”, recuerda María Luz (46).
“Meses después encontré a mi hija en un rincón de la sala llorando amargamente. Me dijo que extrañaba a la abuela, que soñaba con ella y que quería ir donde estaba. La situación se repitió otras veces. Acudí a un especialista para que me ayude. Hoy la niña ya puede ver las fotos de mi madre con más tranquilidad y la besa antes de dormir”, cuenta.
Hablar con los hijos de la muerte puede ser tan doloroso como necesario. Para comenzar, se debe decir la verdad, pues el niño siente lo que sucede a su alrededor, el dolor y tristeza que embarga a la familia, aunque no siempre lo entiende.
Explicaciones como “el abuelito se ha ido de viaje” o “el perro se escapó” no son buenas, pues cuando un pariente en realidad viaje, el niño lo asociará con el dolor que causó el deceso de alguna persona y puede terminar desarrollando temor a los viajes.
La terapeuta familiar Scherezada Exeni señala que si los padres tienen una relación natural con la muerte, los niños lo procesarán mucho más fácil y evitarán los traumas. “Estos traumas se presentan cuando los papás no han podido resolver un duelo. El niño absorbe emocionalmente todo esto y no puede comprenderlo”, explica la experta.
La palabra ‘muerte’ debe ser tocada con mucha naturalidad, se puede apoyar en las creencias religiosas que pueda tener cada familia.
No se puede esconder la muerte de la vida de un niño: se ve todos los días en algún programa de televisión, en los insectos del jardín o con el fallecimiento de una mascota. “Es importante que ellos compartan esos momentos difíciles y asistan a los velorios si ellos mismos lo piden, nunca forzados. Ahí verán cómo las personas lloran y sufren por una muerte, situación que es parte de la vida y que no se la puede ignorar”, dice.
Algunas veces los niños pueden llegar a desarrollar sentimientos de culpa ante lo acontecido. Es importante dejarles en claro que lo sucedido es sólo una parte del ciclo de la vida y que no es culpa de ellos.
Despeje todas las dudas
Explicación. Para explicar el concepto de muerte se debe utilizar un lenguaje claro y sencillo, sin entrar en demasiados detalles (síntomas o cómo se para el corazón), incentivando al niño a que pregunte y dando respuestas simples. Evita analogías confusas (decir que un familiar “está durmiendo” puede dar la impresión errada de que ellos mismos pueden morir si se van a dormir).
Entendimiento. Los niños atraviesan una serie de etapas en su entendimiento de la muerte. Por ejemplo, los preescolares ven a la muerte como algo reversible, temporal e impersonal. Esta idea se refuerza al ver a personajes de dibujos animados en televisión que se recuperan milagrosamente tras ser aplastados. Entre los cinco y nueve años comienzan a darse cuenta de que la muerte es algo definitivo.
Expresión. Deja que el niño exprese libremente sus emociones. No es bueno imponerle que actúe de determinada forma (“tienes que llorar”), ni reprimirle reacciones (“no llores tanto”). Hay que observar sus reacciones y tratar de ayudarle a entender lo sucedido. Reaccionarán de distintas formas según su edad, la cercanía con el fallecido o las circunstancias de la muerte.
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